Seguimos con la OEA
Escrito por César Esteves   
Jueves, 15 de Octubre de 2009 06:42

altUno de los grandes defectos de la OEA es, subestimar la acusación y si la recibe o acepta, ella se toma el derecho de darle el valor que tenga la jerarquía del acusador.


Mancheta de hoy: En un impulso de admiración, realmente nos complace que el presidente de Estados Unidos, Sr. Barack Obama, haya ganado el premio Nobel de la Paz. Ello lo llevará a cambiar de idea, seguramente, acerca de la guerra, principalmente en Afganistán que él había dicho que sería la que habría de continuar. Dios lo ilumine para que América dé término a su intervención bélica en esos países árabes para que ellos se den de sí mismos en la búsqueda de la paz para fin a sus copiosas desdichas. Siempre queda la oportunidad de observación en caso de alguna relación con el terrorismo que es hoy por hoy el germen de la guerra que parece ser la más grave calamidad que amenaza actualmente a toda la humanidad.

Hay necesidad de hurgar un poco más acerca de la finalidad de la Carta Democrática y nos preguntamos... ¿Qué es la Carta Democrática? ¿Para qué sirve la Carta Democrática? ¿Cuándo la Carta Democrática es aplicable y haya sanado algún mal, político por supuesto, en alguno de los países de la América Latina y que su intervención esté asistida por la autoridad que le compete para propender a soluciones básicas y definitivas en los diferentes problemas que de continuo suelen aparecer en la vida cotidiana de esos pueblos que no sin cierta frecuencia, profanan tradiciones, tergiversan costumbres, violan sistemas con la pasmosidad de la alevosía envuelta en manto de presunta ingenuidad. Quisiéramos ver a las autoridades de la OEA alguna vez, usar su palabra rectora con firmeza y personalidad que le es potestativa en la orientación y reconciliación del entuerto frente a la verdad para aflorar a la luz de la satisfacción, el honor de la solución que se persigue.

Uno de los grandes defectos de la OEA es, subestimar la acusación y si la recibe o acepta, ella se toma el derecho de darle el valor que tenga la jerarquía del acusador. Recientemente, en el caso de Honduras, el señor Secretario y su comitiva y que se me dispense que piense que porque ese pequeño país centroamericano no tiene dólares, poco importa escuchar y profundizar la atención de la exposición de los presuntos responsables del problema en mesa, que en este caso y resumiendo, sería el Congreso de la República que derrocó a Zelaya, por una parte y por la otra, el propio presidente de la Conferencia Episcopal con la palabra inquebrantable de su Ilustrísima Cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa quien publicó el 05-07-09, un comunicado que deja fuera de toda duda, que el presidente Zelaya ha incurrido en grave delito y que ha sido destituido con todas las de la ley que reza la Constitución hondureña y que demuestra muy a las claras que en Honduras, no hubo ningún golpe de Estado, pues fue una determinación de la Corte Suprema de Justicia y no un sablazo de un uniformado que deseaba apoderarse del poder. La torpeza de la comisión que estuvo hace poco en el lugar de los hechos, sale a la luz de los conocimientos, cuando no hubo oídos ni inteligencia para escuchar, discutir y resolver dentro del molde acucioso de lucidez inmaculada de quien tiene la ineludible obligación de ser justo.

De aquí emerge una premisa casi con características de cuestionalidad: ¿Cuál es el valor de la Carta Democrática y cuándo y cómo es que debe aplicarse delante del hecho delictivo consumado? Creo haber leído en alguna parte que el Dr. Insulza sostiene que la Carta Democrática es por esencia preventiva, como limitando las atribuciones que encierra el discutido instrumento que por lo visto carece de juridicidad. Si es así, su facultad es deleble, sospechándose ahora el porqué de su nimiedad que le resta ímpetus para resolver. La Carta Democrática instrumento-poder de defensa y custodia de la OEA contra los desafueros de este vecindario misérrimo de Latinoamérica, mientras no abra una compuerta hacia lo punitivo, no tiene fuerza para subsistir. La desesperación de Venezuela lo reclama. En un aparte de su débil concepción, se lee que los Estados miembros de la OEA, hace unos años, adoptaron la Convención Interamericana contra la Corrupción. Aquí no nos queda más que decir... ¡Dio mío y entonces qué hace el Secretario de la OEA con tener un instrumento jurídico o no, por su naturaleza preventiva que quiere decir tímida, le impide entrometerse en cada gobierno de la América Latina nacidos en la cuna de la corrupción, casi sin excepción y que es el cáncer que con nombre de tercermundismo, ha arrestado por los siglos de los siglos, el desarrollo en estas regiones, hoy más que nunca en estado de inusitada caquexia y eternamente invocando a un cambio que nunca llega! La OEA, o se actualiza o muere.


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