El valor de la Libertad
Escrito por Oswaldo Álvarez Paz | X: @osalpaz   
Jueves, 23 de Octubre de 2014 18:00

EL VALOR DE LA LIBERTAD
Oswaldo Álvarez Paz
EXPRESO, Lima
El título de estas reflexiones va referido a la libertad en su sentido más amplio, a aquella que hace la diferencia entre un ser humano que lleva la vida con dignidad e independencia y los otros, los dependientes de la dádiva, del favor o de acciones incompatibles con la ética. De esta segunda categoría tenemos múltiples ejemplos a la vista en toda nuestra América morena.
En esta oportunidad queremos destacar el valor de la libertad de trabajo y la  libertad de asociación, es decir, la libre empresa. Cuando repasamos nuestras realidades concluimos que las naciones que no sólo toleran sino que estimulan la libre iniciativa de las personas naturales o jurídicas, son las mejor desarrolladas y aptas para dar respuestas eficientes a las necesidades crecientes de sus poblaciones. Por argumento a contrario, en aquellas que predomina el control del estado-gobierno en las actividades laborales o empresariales, el estancamiento y hasta el retroceso, también es una dura realidad que debería invitar a la reflexión a todos aquellos que continúan apegados a doctrinas e ideologías probadamente fracasadas. Es el caso del marxismo, del socialismo en cualquiera de sus modalidades. La Cuba comunista es un desastre. Venezuela va por un camino peor que ese. Teniéndolo todo, el empobrecimiento de la nación es espantoso. La sola destrucción de las instituciones democráticas, la centralización y control de la economía ha liquidado el aparato productivo privado. A eso se suma la desaparición del Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad, de las relaciones de los ciudadanos entre sí y de estos con el estado. El país se convierte en una especie de locura. El sálvese quien pueda y como pueda, es el grito de moda de la gente. Sólo el ingenio y la audacia de bastantes, han hecho imposible la consolidación definitiva del totalitarismo comunistoide reinante. Pero el régimen avanza en su propósito provocando una confrontación que pronto será definitiva entre la democracia y la tiranía. Todavía hay tiempo, pero no mucho.
Para quienes creemos en los principios y valores que estamos señalando, es difícil no desviarnos hacia Venezuela siendo venezolanos. Pero lo que queremos destacar es la importancia de la libre empresa y de la economía de mercado, como condicionantes de una democracia auténtica y de la libertad como derecho humano fundamental.
Por supuesto, libertad no es libertinaje. Ni el plano estrictamente personal, ni en el económico. Es claro que nadie está autorizado a hacer lo que le dé la gana, en la forma que le provoque. Hay que someterse a un ordenamiento jurídico claro, sabio y estable dictado por el propio Estado quien debe ser el primero en someterse a sus normas y dar el ejemplo. Especial importancia tiene esto cuando hablamos de la economía de mercado. Mercado y estado no son contradictorios. Se complementan en los términos señalados. Siempre deberán respetarse la dignidad de las personas naturales o jurídicas para hacer posible la perfeccionalidad de la sociedad civil y el logro de la justicia social sobre la base del bien común.
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altEl título de estas reflexiones va referido a la libertad en su sentido más amplio, a aquella que hace la diferencia entre un ser humano que lleva la vida con dignidad

e independencia y los otros, los dependientes de la dádiva, del favor o de acciones incompatibles con la ética. De esta segunda categoría tenemos múltiples ejemplos a la vista en toda nuestra América morena.

En esta oportunidad queremos destacar el valor de la libertad de trabajo y la  libertad de asociación, es decir, la libre empresa. Cuando repasamos nuestras realidades concluimos que las naciones que no sólo toleran sino que estimulan la libre iniciativa de las personas naturales o jurídicas, son las mejor desarrolladas y aptas para dar respuestas eficientes a las necesidades crecientes de sus poblaciones. Por argumento a contrario, en aquellas que predomina el control del estado-gobierno en las actividades laborales o empresariales, el estancamiento y hasta el retroceso, también es una dura realidad que debería invitar a la reflexión a todos aquellos que continúan apegados a doctrinas e ideologías probadamente fracasadas. Es el caso del marxismo, del socialismo en cualquiera de sus modalidades. La Cuba comunista es un desastre. Venezuela va por un camino peor que ese. Teniéndolo todo, el empobrecimiento de la nación es espantoso. La sola destrucción de las instituciones democráticas, la centralización y control de la economía ha liquidado el aparato productivo privado. A eso se suma la desaparición del Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad, de las relaciones de los ciudadanos entre sí y de estos con el estado. El país se convierte en una especie de locura. El sálvese quien pueda y como pueda, es el grito de moda de la gente. Sólo el ingenio y la audacia de bastantes, han hecho imposible la consolidación definitiva del totalitarismo comunistoide reinante. Pero el régimen avanza en su propósito provocando una confrontación que pronto será definitiva entre la democracia y la tiranía. Todavía hay tiempo, pero no mucho.

Para quienes creemos en los principios y valores que estamos señalando, es difícil no desviarnos hacia Venezuela siendo venezolanos. Pero lo que queremos destacar es la importancia de la libre empresa y de la economía de mercado, como condicionantes de una democracia auténtica y de la libertad como derecho humano fundamental.

Por supuesto, libertad no es libertinaje. Ni el plano estrictamente personal, ni en el económico. Es claro que nadie está autorizado a hacer lo que le dé la gana, en la forma que le provoque. Hay que someterse a un ordenamiento jurídico claro, sabio y estable dictado por el propio Estado quien debe ser el primero en someterse a sus normas y dar el ejemplo. Especial importancia tiene esto cuando hablamos de la economía de mercado. Mercado y estado no son contradictorios. Se complementan en los términos señalados. Siempre deberán respetarse la dignidad de las personas naturales o jurídicas para hacer posible la perfeccionalidad de la sociedad civil y el logro de la justicia social sobre la base del bien común.

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