Candidatos
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Lunes, 05 de Octubre de 2009 11:11

altQue se bajen de esa nube aquellos dirigentes que se creen imprescindibles. Y que ya exigen puestos salidores. Puestos salidores sólo para aquellos que nos aseguren la victoria, independientemente de partido y condición. Pero por sobre todo: aquellos dispuestos a jugársela en el lance y comprendan que ninguna elección que ganemos será definitiva mientras subsista un solo germen de anarquía, de maldad, de caudillaje y militarismo.


Antes que nada es preciso tener presente – cosa que suele olvidarse de tan obvia – que vivimos un estado de excepción. Que la prioridad de prioridades es  impedir la consumación de la barbarie y el entronizamiento de un régimen totalitario. En segundo lugar, que cuanto ejecuta el régimen, mediante la violación sistemática de la Constitución y el uso ilegítimo de todas las instituciones del estado, tiene precisamente por objetivo aplastar la cultura y la institucionalidad democráticas e imponer en Venezuela una dictadura, tiránica y despótica, como las peores y aún peor de cuantas hayamos tenido. Y que por consiguiente, cuanto hagan las fuerzas democráticas, tiene por objetivo fortalecer los bastiones de nuestra cultura democrática, acumular tantas fuerzas como nos sea posible y apurar el amargo trago de la pesadilla que hoy sufrimos. Carl Schmitt, el gran pensador alemán, lo expresa con un concepto que calza como anillo al dedo a nuestra situación: la política, bajo los imperativos de esta circunstancia, que no somos los demócratas quienes la hemos impuesto, se encuentra bajo las leyes de la llamada enemistad absoluta. En otras palabras: la política es hoy, en Venezuela, la relación amigo-enemigo. Y la característica existencial que todos los venezolanos, cual más cual menos,  experimentamos es la de situarnos del lado de la democracia o del lado de la dictadura. No caben, ni remotamente, términos medios.

De allí que toda situación que vivamos en el presente y en el futuro, desde los procesos electorales a las huelgas de hambre, no tengan por objetivo estratégico otro fin que impedir la consumación de la dictadura y avanzar hacia la reconstrucción de nuestra hoy envilecida democracia social y política. Quien crea que los procesos electorales que enfrentaremos cumplirán a cabalidad los objetivos que cumplieran en el remoto pasado, cuando gozáremos de los privilegios de una democracia cabal, así no fuera perfecta – alternar en los puestos de mando del Estado y sus instituciones – está gravemente equivocado. Dichos procesos sólo sirven a la dialéctica de acumular fuerzas y derrotar al enemigo – el chavismo totalitario – para fracturarlo en su columna vertebral y permitir volver a la normalidad democrática.

Es la política de la emergencia absoluta ante un estado de excepción. Ante el cual no caben consideraciones que podrían conducirnos al abismo: que si tal partido obtuvo tal porcentaje y en consecuencia tiene un derecho equivalente a tales y cuales candidatos. Que tales factores merecen la hegemonía de un futuro parlamento que ni siquiera tenemos la certeza absoluta  que se se llegará a elegir. Todas las consideraciones cuantitativas son vanas y podrían ser suicidas. Sólo cabe una consideración: unir las fuerzas de los demócratas bajo las premisas de los mejores, los más capaces y los más combativos. Pero por sobre todo: los más conscientes del grave mal que sufrimos y los más dispuestos al sacrificio.

También se equivocan quienes creen que solamente los partidos políticos son quienes deben hegemonizar la conducción de los próximos procesos electorales. Insisto una vez más: comprendidos como lances existenciales de vida o muerte para nuestra cultura democrática. Deben serlo, ciertamente, pero incorporados a un gran frente común, amplio y popular, férreamente afincado en nuestro proyecto país: la Constitución de 1999. En ese frente amplio y popular deben estar todos los partidos, todas las personalidades, todos los grupos y ONG’s que han hecho de la lucha por nuestra democracia leit motiv. Deben estar los sindicatos que aún reconocen la democracia como su única fuente nutricia, los estudiantes –células madre de nuestra supervivencia como Nación – las mujeres, los educadores, las academias, las universidades, las iglesias, los empresarios.

Que se bajen de esa nube aquellos dirigentes y dirigentas políticos que creen tener agarrado a Dios por la chiva y se creen imprescindibles. Y que ya exigen puestos salidores. Puestos salidores – y en una LISTA ÚNICA - sólo para aquellos que nos aseguren la victoria, independientemente de partido y condición. Pero por sobre todo: aquellos dispuestos a jugársela en el lance y comprendan que ninguna elección que ganemos será definitiva mientras subsista un solo germen de anarquía, de maldad, de caudillaje y militarismo. Las verdaderas elecciones tendrán lugar cuando quienes hoy nos desgobiernan pertenezcan al más remoto pasado. Mientras tanto, un solo objetivo: impedir la consumación de la barbarie.


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