El campo será un caucho ardiente
Escrito por Milagros Socorro (periodista)   
Lunes, 05 de Octubre de 2009 08:42

altEbrio de micrófono, Elías Jaua dijo en Calabozo, estado Guárico, que desde 2002 se han producido “más de 2 mil las agresiones contra los trabajadores del campo, de las cuales más de 200 han culminado en asesinatos”. Más de 200 muertos por homicidio en casi siete años. Unos treinta al año. ¡Y no hay un solo preso por semejante masacre! Pero, además, como si este cuadro de violencia y falta de punición fuera un mínimo detalle o asunto ajeno a la concernencia oficial, el ministro de Agricultura y Tierras, alto funcionario del partido de gobierno y primer chicharrón de la cazuela del régimen desde sus inicios hace más de un década, dice que allí hay “unos campesinos que están esperando justicia para los muertos, sus huérfanos, sus viudas”. ¿A quién se lo dice?, si él es representante de la institucionalidad que ha permitido esas muertes, que ha garantizado la impunidad y que ha permanecido impávida frente al reclamo de las víctimas.


¿No ha tenido el ministro Jaua canales para exigir a la Fiscalía alguna diligencia frente al caos que describe? Pues no. Ni ha hecho nada para evitar un nuevo crimen o para esclarecer la autoría de los ya registrados. Entonces acata la orden de su jefe de crear una milicia campesina, “encargada de enfrentar la violencia desatada por terratenientes en áreas rurales”.


Mal camino se avizora para Venezuela con un gobierno que tan livianamente admite su fracaso en brindar seguridad personal y patrimonial a la ciudadanía; y así se dispone a entregar armas para que esos campesinos a quienes no ha podido proteger apunten al reo de una acusación, como siempre, generalizada: la oligarquía, los propietarios, el imperio”. El enemigo solo tendrá rostro y nombre cuando yazga en un charco de sangre. 


Numerosas y terribles experiencias han demostrado que cada vez que el Estado forma milicias éstas devienen bandas criminales. Al hacer tan delicado anuncio, el Gobierno ha debido explicar qué es una milicia, espacio vago que se define más por lo que no es, que por lo que es; puesto que no son fuerzas militares regulares, no son cuerpos de seguridad del Estado, ni son policías. Motivos para alarmarnos sobran, puesto que Jaua anunció el inicio de las operaciones de estos cuerpos para diciembre, al tiempo que mencionaba que su entrenamiento comenzaría “en unas semanas”: la seguridad de la zona rural venezolana dependerá de unos campesinos que, al cabo de dos meses de formación, tendrán unas armas con las que enfrentarán al terrateniente. ¡Vaina!


Cabe preguntarse si está suspendido el principio a partir del cual el Estado se reserva el uso de la violencia; y que las armas de la república serán entregadas a personas debidamente entrenadas, supervisadas y ajustadas a las normas, de forma que solo hagan uso de ellas cuando la ley lo disponga. Y no para enfrentarse como vaqueros del oeste. Quién controla una milicia, que, de paso, no existe en nuestro ordenamiento jurídico. La respuesta es evidente: las milicias que Chávez mandó a conformar obedecerán (mientras obedezcan) a lineamientos partidistas. A sectas ideológicas. Está claro que su fin no será la defensa de la población en su conjunto sino de una determinada parcialidad, que ahora son, supuestamente, los campesinos bolivarianos. ¿Y quién impondrá la sensatez la noche en que se echen a los montes a seguir la parranda con un joropo de plomo?


Una de las funciones de la Guardia Nacional, al ser fundada en 1937, era constituir un cuerpo con disciplina y organización militar que diera seguridad a las zonas rurales (el ejército estaba concentrado en Maracay y en Caracas para sostener el gobierno). ¿Dónde está la GN ahora?, pues concentrada en las ciudades reprimiendo manifestaciones y persiguiendo estudiantes. ¿Y el campo?, ciertamente, abandonado. 


Frente a eso, Jaua muy impregnado de la esencia de Mugabe, verdugo de los hacendados de Zimbabue, amenaza: "No nos hagan marchar en el futuro con los fusiles y los sables, porque si ese fuera el camino […], estamos dispuestos a enfrentar en cualquier terreno y vencer definitivamente a la oligarquía". Si fuera valiente no sería tan peligroso.


Quemacauchos de todos los jueves en la UCV e incendiario de la propiedad de empresas y humildes conductores, Jaua pasará a la historia como destructor del agro venezolano. Esa marca ya la tiene asegurada. Esperemos que no amarre a su prontuario un baño de sangre en los surcos donde solo debería caer semillas.

(*): Consignado por la autora, publicado en El Nacional.


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