Nicolás, procónsul de los Castro
Escrito por Paciano Padrón | @padronpaciano   
Miércoles, 30 de Julio de 2014 01:40

NICOLÁS, PROCÓNSUL DE LOS CASTRO
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Paciano José Padrón Valladares
9:21 (hace 13 horas)
para bcc: mí
Nadie ignora hoy la sumisión del régimen venezolano al longevo gobierno dictatorial cubano. El difunto Chávez sentía una especial atracción por el liderazgo de Fidel, a cuya asesoría se sometió para ir conduciendo a Venezuela, como él mismo lo dijo,  hacia “el mar de la felicidad”, hacia la preterida del desarrollo. Chávez pasa sus últimos días en Cuba donde falleció, no sin antes -y bajo la directa influencia de los Castro- apuntar a Nicolás como su sucesor, decisión que no todo el cogollo del régimen asimiló fácilmente, en conocimiento de las limitaciones personales del entonces vicepresidente, a quien le quedaba grande esa camisa.
Nicolás fue en ese momento un triunfo de los Castro, habían colocado en la aparente “conducción de Venezuela” a un admirador de Fidel, formado en sus años mozos en Cuba para sembrar marxismo en América. Quien debe su designación a los Castro sería fiel, y así ha sido, su gratitud se manifiesta en la profundización de la entrega de Venezuela a Cuba, confiándole las gerencias claves de las actividades públicas y productivas. Venezuela está hoy en manos de los cubanos, incluida la Fuerza Armada y también los cuerpos policiales. La traición a la Patria está consumada, se ha entregado pacíficamente la soberanía nacional a unos fracasados, buenos para nada excepto para aferrarse a las tetas del poder, como lo han demostrado durante más de medio siglo.
Un Procónsul, durante la época imperial romana, era “el que gobernaba una provincia senatorial por un año” y por cuenta ajena. Eso es lo que ha ocurrido, la “provincia cubana” llamada Venezuela se la han confiado los Castro al procónsul Nicolás por un tiempo limitado, que parece estar llegando anticipadamente a su fin, al no convenirle ya a los Castro el procónsul Nicolás por el fracaso estruendoso de quien no sabe gobernar, ni tiene el liderazgo mínimo necesario para conducir lo público y controlar ese saco de víboras llamado PSUV, que acaba de “elegirlo” Presidente, en el acto menos auténtico que se haya conocido en nuestra convulsionada historia republicana. Ese Presidente del PSUV es un comodín que conviene a todas las víboras, no obstante que no satisface plenamente a nadie, menos aún a las bases del partido que, junto al resto del pueblo, ya sale a manifestar contra la carestía, el agua que no llega y la luz que se va, o contra cualquiera de las otras tragedias que padecemos.
El discurso más reiterado y ya fastidioso de Nicolás es el del fantasioso magnicidio, invento con el que pretende suscitar simpatías entre los suyos por aquello del “pobrecito”. En reflexiones publicadas hace cuatro semanas bajo el título “El magnicidio que mata”, alerté a Nicolás: “Cuidado con los Castro que podrían considerar asesinarte, para matar dos pájaros de un solo tiro. Por un lado, abrirían camino a otra figura más carismática y de mayor pegada (se habla de una Chávez), que le garantice a Cuba la teta de Venezuela, y por otro lado, como es claramente previsible, culparían a la oposición del crimen para intentar remontar la cuesta de la opinión pública. Ese magnicidio sí mata, ojo pela’o Nicolás.  Tu muerte no sería buena para nadie en Venezuela, no solo podría generar una ola de violencia, sino que es además darle continuidad al camino de la muerte. Estamos con la vida”.
“Nicolás, puedes dormir tranquilo ‘como un bebé’, ante los nada peligrosos magnicidios que tú inventas, pero el que sí debe quitarte el sueño, preocuparte y ocuparte es el que podrían mandar a ejecutar los Castro desde La Habana, por recomendación de la Sala Situacional, donde observan el creciente desastre de tu gobierno, donde palpan tu impopularidad galopante y la caída del proyecto socialista en tus manos. El descontento de los pesuvistas, particularmente de los que se identifican con el chavismo y se deslindan del madurismo, es evidente”.
Nicolás, estás en un atolladero, tu condición de procónsul de los Castro te pone en peligro. Cuídate, sal del atolladero. Renuncia.
PACIANO PADRÓN
Teléfonos: (0212) 482-4569 y (0414) 328-1848
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altNadie ignora hoy la sumisión del régimen venezolano al longevo gobierno dictatorial cubano. El difunto Chávez sentía una especial atracción

por el liderazgo de Fidel, a cuya asesoría se sometió para ir conduciendo a Venezuela, como él mismo lo dijo,  hacia “el mar de la felicidad”, hacia la preterida del desarrollo. Chávez pasa sus últimos días en Cuba donde falleció, no sin antes -y bajo la directa influencia de los Castro- apuntar a Nicolás como su sucesor, decisión que no todo el cogollo del régimen asimiló fácilmente, en conocimiento de las limitaciones personales del entonces vicepresidente, a quien le quedaba grande esa camisa. 

Nicolás fue en ese momento un triunfo de los Castro, habían colocado en la aparente “conducción de Venezuela” a un admirador de Fidel, formado en sus años mozos en Cuba para sembrar marxismo en América. Quien debe su designación a los Castro sería fiel, y así ha sido, su gratitud se manifiesta en la profundización de la entrega de Venezuela a Cuba, confiándole las gerencias claves de las actividades públicas y productivas. Venezuela está hoy en manos de los cubanos, incluida la Fuerza Armada y también los cuerpos policiales. La traición a la Patria está consumada, se ha entregado pacíficamente la soberanía nacional a unos fracasados, buenos para nada excepto para aferrarse a las tetas del poder, como lo han demostrado durante más de medio siglo. 

Un Procónsul, durante la época imperial romana, era “el que gobernaba una provincia senatorial por un año” y por cuenta ajena. Eso es lo que ha ocurrido, la “provincia cubana” llamada Venezuela se la han confiado los Castro al procónsul Nicolás por un tiempo limitado, que parece estar llegando anticipadamente a su fin, al no convenirle ya a los Castro el procónsul Nicolás por el fracaso estruendoso de quien no sabe gobernar, ni tiene el liderazgo mínimo necesario para conducir lo público y controlar ese saco de víboras llamado PSUV, que acaba de “elegirlo” Presidente, en el acto menos auténtico que se haya conocido en nuestra convulsionada historia republicana. Ese Presidente del PSUV es un comodín que conviene a todas las víboras, no obstante que no satisface plenamente a nadie, menos aún a las bases del partido que, junto al resto del pueblo, ya sale a manifestar contra la carestía, el agua que no llega y la luz que se va, o contra cualquiera de las otras tragedias que padecemos. 

El discurso más reiterado y ya fastidioso de Nicolás es el del fantasioso magnicidio, invento con el que pretende suscitar simpatías entre los suyos por aquello del “pobrecito”. En reflexiones publicadas hace cuatro semanas bajo el título “El magnicidio que mata”, alerté a Nicolás: “Cuidado con los Castro que podrían considerar asesinarte, para matar dos pájaros de un solo tiro. Por un lado, abrirían camino a otra figura más carismática y de mayor pegada (se habla de una Chávez), que le garantice a Cuba la teta de Venezuela, y por otro lado, como es claramente previsible, culparían a la oposición del crimen para intentar remontar la cuesta de la opinión pública. Ese magnicidio sí mata, ojo pela’o Nicolás.  Tu muerte no sería buena para nadie en Venezuela, no solo podría generar una ola de violencia, sino que es además darle continuidad al camino de la muerte. Estamos con la vida”. 

“Nicolás, puedes dormir tranquilo ‘como un bebé’, ante los nada peligrosos magnicidios que tú inventas, pero el que sí debe quitarte el sueño, preocuparte y ocuparte es el que podrían mandar a ejecutar los Castro desde La Habana, por recomendación de la Sala Situacional, donde observan el creciente desastre de tu gobierno, donde palpan tu impopularidad galopante y la caída del proyecto socialista en tus manos. El descontento de los pesuvistas, particularmente de los que se identifican con el chavismo y se deslindan del madurismo, es evidente”. 

Nicolás, estás en un atolladero, tu condición de procónsul de los Castro te pone en peligro. Cuídate, sal del atolladero. Renuncia.


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