Política y criminalidad: bailando con cráneos
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Miércoles, 23 de Julio de 2014 06:10

POLÍTICA Y CRIMINALIDAD
BAILANDO CON CRÁNEOS
¿Se entiende la estrecha vinculación entre política y criminalidad que nos oprime? Y hay quienes señalan que “si no sucede nada extraordinario” debemos prepararnos para las elecciones parlamentarias de fines del 2015. A esos pobres cerebros de nuestra derrengada clase política nada de lo narrado les ha parecido extraordinario. Esperan por el fin del mundo para abrir los ojos.
Antonio Sánchez García @sangarccs
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Una famosa periodista me comentó hace unos años estar fascinada con su nuevo trabajo de investigación por encargo de una exitosa editorial española. Concordé con ella: el tema era un cóctel explosivo, que podría llevar a un escándalo internacional, una bomba periodística de éxito asegurado que en argot callejero se llama "un tiro al suelo": develar toda la tramoya, propósitos y objetivos religiosos, raciales y sobre todo políticos de la decisión impuesta a sangre y fuego por el difunto presidente de la República de lo que fuera la escandalosa y publicitada apertura del féretro del Libertador en el Panteón Nacional. ¿A qué y a quién se debía el antojo de exhumar unos restos de dos siglos de antigüedad? ¿Que se pretendía con la posibilidad de manipular huesos y cenizas de un súper cadáver cuyo espíritu era invocado desde el 4 de febrero de 1992 millones de veces al día por millones de seres humanos que lo consideraban un semi Dios? ¿Qué sórdido objetivo pretendía quien inventó el pretexto de investigar los restos tras el desvelamiento de un asesinato tan traído por los cabellos  que no encontraba justificación científica alguna?
A mi amiga no le faltaba razón: veía tras el circo de la exhumación los clásicos manejos de brujería política de Fidel Castro, con los que había logrado convertirse en el Kurz de El corazón de las tinieblas para la negritud afrocubana y en una suerte de santón ateo, el Tótem y el Tabú del eurocéntrico progresismo mundial. Esto olía a caudillismo salvaje, a Mugabe redivivo. Que vivía y coleaba tras las feas máscaras de la bárbara esclavitud afrocubana.
Ya por entonces se sabía de los rituales de santería, degūellos de gallos y otras inmundicias de la santería afrocubana que se celebraban en algún subterráneo de Miraflores por lo menos desde los sucesos del 11 de abril del 2002, fecha con absoluta certeza de la entrega de Hugo Chávez al animismo político de los Castro. Algún sacerdote, no sé si el propio Padre Palmar, había revelado la hediondez, el tripero y la sangre coagulada que cubría los pisos de algunos cuartos palaciegos vedados a extraños. Babalaos, santeros y fumadores de tabaco que pululaban por los pasillos de Miraflores con propósitos adivinatorios o enigmas herméticos de magia negra se habían convertido en notitia críminis de las redacciones. Un grupo de ellos, con improntas mal agestadas como de cargadores de Quinta Crespo, recoge basuras de la Bonanza o lavadores de cadáveres en la Morgue de Bello Monte se apostaron una noche frente a la antigua sede de El Nacional echándole densas nubes de humo de gruesos y luengos puros liados en La Habana con fines de sortilegios o encantamientos para tirar al más beligerante de los medios impresos a los infiernos de la ruina y el fracaso.
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Pero sabiendo del poder sobrenatural adquirido por los Castro y todo lo que viniera del habanero Palacio de su Revolución, nadie osaba denunciar el arribo por la afamada Rampa Cuatro de Maiquetía en pesados Antonov,  de grupos de paleros, unos brujos de la africanía propia de la hasta hoy jamásnunca interrumpida esclavitud cubana que usando rótulas, costillas, fémures, omoplatos, huesitos de dedos y cráneos de determinados difuntos, podían lograr objetivos impensables, sobrenaturales, propios de tiempos prehistóricos. Por ejemplo: la vida eterna de la revolución, la perennidad del teniente coronel, el alza del precio del petróleo, el pasmo de los jóvenes líderes opositores, la victoria de un candidato presidencial de un país vecino y la conquista amorosa de un ex reina de belleza ahora famosa en telenovelas colombianas. Había que introyectar en las mentes, en los corazones y en las entrañas de la barbarie venezolana la figura sobrenatural de Hugo Chávez. Del éxito de esa faena de brujería dependía la vida de la isla revolucionaria que nació en bancarrota.
Cuando, espantada, mi amiga me confió algunos resultados de su investigación, las manos le temblaban y los sonidos se negaban a salir de su garganta. Miraba angustiada en derredor como adivinando la presencia de espías y fantasmas verde oliva. Como suele suceder en esos casos, el chófer de un general amigo de su prima odontóloga le había confiado a la empleada doméstica de su vecina de la planta baja del edificio vecino que las misas negras que se llevaban a cabo en Miraflores por órdenes del caudillo eran como para ponerle los pelos de punta al más impenetrable de los racionalismos científicos. La apertura del sarcófago y la violación de la caja de plomo en que el Doctor Próspero Reverend había tenido el cuidado de blindar los despojos de Simón de la Santísima Trinidad no habían tenido otro objetivo que rasparle las canillas y otros huesos todavía intactos para llenar unas bolsas de terciopelo rojo con el polvo resultante. Con el que, según ella sin tener certezas ciertas de lo uno o de lo otro, se le preparaba un brebaje, una pomada, un aceite o algún elixir de potencias. O si echados sobre brasas ardientes en un brasero de cobre que perteneciera a María Antonia, la hermana del santo patrono, soltaban chispas y llamaradas con la esfinge del mismo Simón, soplados por un enviado especial de Fidel Castro sobre el dormido teniente coronel en medio de sus estremecidos sueños y pesadillas. Todo lo cual entre otros sahumerios, tabacos y advocaciones de babalaos y paleros en pleno. Todos pertenecientes a la guardia personal de alguno de los Castro.
Para multiplicar el efecto masivo de la brutal violación al desangelado, sobrecogido y barnizado esqueleto del hombre mas famoso de nuestra historia, la fase final de la exhumación se transmitió en vivo y en directo por cadena nacional de radio y televisión. Con todos los rigores de las series televisivas de doctores, agonías, hospitales y sucesos criminales o milagreros: tomas cenitales, paneos de grandes planos, cámaras a nivel del piso, acercamientos espeluznantes que parecían prontos a revelar la resurrección de la carne y la ósea eternidad de los héroes. El país contuvo el aliento, suspendió sus preocupaciones habituales y esperó a que un espíritu burlón, una fata morgana o un fantasma especular brotara de la cajita azul que el teniente coronel solía exhibir como piedra filosofal del bien y del mal del que había sido dotado por efecto de la honda respiración de los humus y espíritus que, seguro, habían brotado de la caja de plomo, aromatizando el quirófano con auténticas bocanadas de aire, efluvios, oxígeno, nitrógeno y azufre del dormitorio de la Quinta San Pedro Alejandrino donde el susodicho exhalara su postrer suspiro entre las angustias de su tuberculosis terminal un 17 de diciembre de 1830 a la 1:03:55 pm. He aquí algunas citas de prensa: "Confieso que hemos llorado, hemos jurado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada", manifestó Chávez, quien no escatimó en expresiones de emoción. Por su parte, el ministro del Interior, Tareck el Aissami, trajeado con una bata blanca de forense y gorro protector, señaló que se trataba de "un día de júbilo como parte del Bicentenario de nuestra Independencia". Y la fiscal general, Luisa Ortega Díaz - también de blanco - afirmó que se habían producido importantes hallazgos, de los que el país será informado en su debida oportunidad. La Agencia Venezolana de Noticias informó que unas 50 personas, incluidos patólogos e investigadores criminales, participaron en el procedimiento. Ni ellos ni ninguno de los casi 30 millones de venezolanos jamás fuimos informados de resultado definitivo alguno.
3
Pasaron los años. Contra todo pronóstico de la santería cubana o precisamente como resultado de sus secretos propósitos el caudillo hizo mutis en medio de horrorosas angustias y aterrado en su pavor de soledades, aislado de todo contacto con el mundo exterior, muerto en vida o vivo en muerte durante meses en una cámara refrigerada, conectado a la parafernalia de la sobrevivencia electrónica hasta cuando sus cancerberos decidieran desenchufarlo, según unos; fiambre desde el mismo día de su anunciada operación, según otros. Lo que luego quedó claro es que ese mueble en estado de pre descomposición, definitivamente fiambre o cerebralmente cadáver o no existía o no podía realizar las proezas que el designado en La Habana para sucederlo anunciaba con bombos y platillos por cadenas nacionales: "me estrechó la mano con fuerza descomunal", - coro de ministros: ¡sí, señor!; "pedalea día y noche con la fuerza de un mallot jaune del Tour de France", coro de ministros: ¡sí, señor!;"celebramos un concejo de ministros y exigió detalles minuciosos del estado de la Nación", coro de ministros: ¡sí, señor!; y otras pamplinas de tamaña incongruencia. Nunca en Venezuela se ha mentido, se ha engañado, se ha estafado tanto y sin medida como en estos 14 años de locura, despilfarro y farsantería.
La brutal e incontrovertible verdad era que aquel que en vida fuera remoqueteado en la Locademia de Milicos Venezolanos como "el loco Chávez" - y lo fue hasta el delirio, como lo escribiese nuestro amigo Enrique Krauze - también conocido como Tribilín, según él mismo lo contaba muerto de la risa, valgan las redundancias, estaba muerto, finado, fiambre, interfecto, extinto, fallecido, difunto, cadáver, exangüe.
Pero ya esfumado de la memoria y la conciencia del pueblo más desmemoriado de la tierra, bárbaro, estólido y salvaje como el día en que fuera descubierto, me entero de un hecho abrumador, que muestra la naturaleza gansteril, mafiosa, irreverente, infantil y cruelmente pueril del loco que conmovió a un país y lo tiró por las laderas de los abismos ante el jolgorio universal: apagadas las cámaras y en la mayor intimidad de esos médicos legistas de ocasión cogió el cráneo, se lo puso en su regazo, para luego, exultante y desaforado, ponerse a brincar mientras lo mecía en sus brazos cantando: “¡Es él, es él, es Simoncito!”
¿Se entiende la estrecha vinculación entre política y criminalidad que nos oprime? Y hay quienes señalan que “si no sucede nada extraordinario” debemos prepararnos para las elecciones parlamentarias de fines del 2015. A esos pobres cerebros de nuestra derrengada clase política nada de lo narrado les ha parecido extraordinario. Esperan por el fin del mundo, en domingo y con un sol esplendoroso, para abrir los ojos.

alt¿Se entiende la estrecha vinculación entre política y criminalidad que nos oprime? Y hay quienes señalan que “si no sucede nada extraordinario” debemos prepararnos para las elecciones parlamentarias de fines del 2015.

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Una famosa periodista me comentó hace unos años estar fascinada con su nuevo trabajo de investigación por encargo de una exitosa editorial española. Concordé con ella: el tema era un cóctel explosivo, que podría llevar a un escándalo internacional, una bomba periodística de éxito asegurado que en argot callejero se llama "un tiro al suelo": develar toda la tramoya, propósitos y objetivos religiosos, raciales y sobre todo políticos de la decisión impuesta a sangre y fuego por el difunto presidente de la República de lo que fuera la escandalosa y publicitada apertura del féretro del Libertador en el Panteón Nacional. ¿A qué y a quién se debía el antojo de exhumar unos restos de dos siglos de antigüedad? ¿Que se pretendía con la posibilidad de manipular huesos y cenizas de un súper cadáver cuyo espíritu era invocado desde el 4 de febrero de 1992 millones de veces al día por millones de seres humanos que lo consideraban un semi Dios? ¿Qué sórdido objetivo pretendía quien inventó el pretexto de investigar los restos tras el desvelamiento de un asesinato tan traído por los cabellos  que no encontraba justificación científica alguna?

A mi amiga no le faltaba razón: veía tras el circo de la exhumación los clásicos manejos de brujería política de Fidel Castro, con los que había logrado convertirse en el Kurz de El corazón de las tinieblas para la negritud afrocubana y en una suerte de santón ateo, el Tótem y el Tabú del eurocéntrico progresismo mundial. Esto olía a caudillismo salvaje, a Mugabe redivivo. Que vivía y coleaba tras las feas máscaras de la bárbara esclavitud afrocubana.

Ya por entonces se sabía de los rituales de santería, degūellos de gallos y otras inmundicias de la santería afrocubana que se celebraban en algún subterráneo de Miraflores por lo menos desde los sucesos del 11 de abril del 2002, fecha con absoluta certeza de la entrega de Hugo Chávez al animismo político de los Castro. Algún sacerdote, no sé si el propio Padre Palmar, había revelado la hediondez, el tripero y la sangre coagulada que cubría los pisos de algunos cuartos palaciegos vedados a extraños. Babalaos, santeros y fumadores de tabaco que pululaban por los pasillos de Miraflores con propósitos adivinatorios o enigmas herméticos de magia negra se habían convertido en notitia críminis de las redacciones. Un grupo de ellos, con improntas mal agestadas como de cargadores de Quinta Crespo, recoge basuras de la Bonanza o lavadores de cadáveres en la Morgue de Bello Monte se apostaron una noche frente a la antigua sede de El Nacional echándole densas nubes de humo de gruesos y luengos puros liados en La Habana con fines de sortilegios o encantamientos para tirar al más beligerante de los medios impresos a los infiernos de la ruina y el fracaso.

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Pero sabiendo del poder sobrenatural adquirido por los Castro y todo lo que viniera del habanero Palacio de su Revolución, nadie osaba denunciar el arribo por la afamada Rampa Cuatro de Maiquetía en pesados Antonov,  de grupos de paleros, unos brujos de la africanía propia de la hasta hoy jamásnunca interrumpida esclavitud cubana que usando rótulas, costillas, fémures, omoplatos, huesitos de dedos y cráneos de determinados difuntos, podían lograr objetivos impensables, sobrenaturales, propios de tiempos prehistóricos. Por ejemplo: la vida eterna de la revolución, la perennidad del teniente coronel, el alza del precio del petróleo, el pasmo de los jóvenes líderes opositores, la victoria de un candidato presidencial de un país vecino y la conquista amorosa de un ex reina de belleza ahora famosa en telenovelas colombianas. Había que introyectar en las mentes, en los corazones y en las entrañas de la barbarie venezolana la figura sobrenatural de Hugo Chávez. Del éxito de esa faena de brujería dependía la vida de la isla revolucionaria que nació en bancarrota.

Cuando, espantada, mi amiga me confió algunos resultados de su investigación, las manos le temblaban y los sonidos se negaban a salir de su garganta. Miraba angustiada en derredor como adivinando la presencia de espías y fantasmas verde oliva. Como suele suceder en esos casos, el chófer de un general amigo de su prima odontóloga le había confiado a la empleada doméstica de su vecina de la planta baja del edificio vecino que las misas negras que se llevaban a cabo en Miraflores por órdenes del caudillo eran como para ponerle los pelos de punta al más impenetrable de los racionalismos científicos. La apertura del sarcófago y la violación de la caja de plomo en que el Doctor Próspero Reverend había tenido el cuidado de blindar los despojos de Simón de la Santísima Trinidad no habían tenido otro objetivo que rasparle las canillas y otros huesos todavía intactos para llenar unas bolsas de terciopelo rojo con el polvo resultante. Con el que, según ella sin tener certezas ciertas de lo uno o de lo otro, se le preparaba un brebaje, una pomada, un aceite o algún elixir de potencias. O si echados sobre brasas ardientes en un brasero de cobre que perteneciera a María Antonia, la hermana del santo patrono, soltaban chispas y llamaradas con la esfinge del mismo Simón, soplados por un enviado especial de Fidel Castro sobre el dormido teniente coronel en medio de sus estremecidos sueños y pesadillas. Todo lo cual entre otros sahumerios, tabacos y advocaciones de babalaos y paleros en pleno. Todos pertenecientes a la guardia personal de alguno de los Castro.

Para multiplicar el efecto masivo de la brutal violación al desangelado, sobrecogido y barnizado esqueleto del hombre mas famoso de nuestra historia, la fase final de la exhumación se transmitió en vivo y en directo por cadena nacional de radio y televisión. Con todos los rigores de las series televisivas de doctores, agonías, hospitales y sucesos criminales o milagreros: tomas cenitales, paneos de grandes planos, cámaras a nivel del piso, acercamientos espeluznantes que parecían prontos a revelar la resurrección de la carne y la ósea eternidad de los héroes. El país contuvo el aliento, suspendió sus preocupaciones habituales y esperó a que un espíritu burlón, una fata morgana o un fantasma especular brotara de la cajita azul que el teniente coronel solía exhibir como piedra filosofal del bien y del mal del que había sido dotado por efecto de la honda respiración de los humus y espíritus que, seguro, habían brotado de la caja de plomo, aromatizando el quirófano con auténticas bocanadas de aire, efluvios, oxígeno, nitrógeno y azufre del dormitorio de la Quinta San Pedro Alejandrino donde el susodicho exhalara su postrer suspiro entre las angustias de su tuberculosis terminal un 17 de diciembre de 1830 a la 1:03:55 pm. He aquí algunas citas de prensa: "Confieso que hemos llorado, hemos jurado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada", manifestó Chávez, quien no escatimó en expresiones de emoción. Por su parte, el ministro del Interior, Tareck el Aissami, trajeado con una bata blanca de forense y gorro protector, señaló que se trataba de "un día de júbilo como parte del Bicentenario de nuestra Independencia". Y la fiscal general, Luisa Ortega Díaz - también de blanco - afirmó que se habían producido importantes hallazgos, de los que el país será informado en su debida oportunidad. La Agencia Venezolana de Noticias informó que unas 50 personas, incluidos patólogos e investigadores criminales, participaron en el procedimiento. Ni ellos ni ninguno de los casi 30 millones de venezolanos jamás fuimos informados de resultado definitivo alguno.

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Pasaron los años. Contra todo pronóstico de la santería cubana o precisamente como resultado de sus secretos propósitos el caudillo hizo mutis en medio de horrorosas angustias y aterrado en su pavor de soledades, aislado de todo contacto con el mundo exterior, muerto en vida o vivo en muerte durante meses en una cámara refrigerada, conectado a la parafernalia de la sobrevivencia electrónica hasta cuando sus cancerberos decidieran desenchufarlo, según unos; fiambre desde el mismo día de su anunciada operación, según otros. Lo que luego quedó claro es que ese mueble en estado de pre descomposición, definitivamente fiambre o cerebralmente cadáver o no existía o no podía realizar las proezas que el designado en La Habana para sucederlo anunciaba con bombos y platillos por cadenas nacionales: "me estrechó la mano con fuerza descomunal", - coro de ministros: ¡sí, señor!; "pedalea día y noche con la fuerza de un mallot jaune del Tour de France", coro de ministros: ¡sí, señor!;"celebramos un concejo de ministros y exigió detalles minuciosos del estado de la Nación", coro de ministros: ¡sí, señor!; y otras pamplinas de tamaña incongruencia. Nunca en Venezuela se ha mentido, se ha engañado, se ha estafado tanto y sin medida como en estos 14 años de locura, despilfarro y farsantería.

La brutal e incontrovertible verdad era que aquel que en vida fuera remoqueteado en la Locademia de Milicos Venezolanos como "el loco Chávez" - y lo fue hasta el delirio, como lo escribiese nuestro amigo Enrique Krauze - también conocido como Tribilín, según él mismo lo contaba muerto de la risa, valgan las redundancias, estaba muerto, finado, fiambre, interfecto, extinto, fallecido, difunto, cadáver, exangüe.

Pero ya esfumado de la memoria y la conciencia del pueblo más desmemoriado de la tierra, bárbaro, estólido y salvaje como el día en que fuera descubierto, me entero de un hecho abrumador, que muestra la naturaleza gansteril, mafiosa, irreverente, infantil y cruelmente pueril del loco que conmovió a un país y lo tiró por las laderas de los abismos ante el jolgorio universal: apagadas las cámaras y en la mayor intimidad de esos médicos legistas de ocasión cogió el cráneo, se lo puso en su regazo, para luego, exultante y desaforado, ponerse a brincar mientras lo mecía en sus brazos cantando: “¡Es él, es él, es Simoncito!”

¿Se entiende la estrecha vinculación entre política y criminalidad que nos oprime? Y hay quienes señalan que “si no sucede nada extraordinario” debemos prepararnos para las elecciones parlamentarias de fines del 2015. A esos pobres cerebros de nuestra derrengada clase política nada de lo narrado les ha parecido extraordinario. Esperan por el fin del mundo, en domingo y con un sol esplendoroso, para abrir los ojos.

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