Moralmente Inaceptable
Escrito por Mercedes Pulido   
Jueves, 17 de Septiembre de 2009 07:18

altHemos dado por sentado la moral de la sobrevivencia. Si se quiere es el legado moral del Paro Petrolero en donde el riesgo asumido por unos fue sobrepasado por el instinto de supervivencia de muchos y la opción de oportunidad de unos menos. La moraleja que muchos sacaron de ese episodio es que "había que amarrar el burro donde está el amo"

Frente a las grandes preguntas morales hemos reducido los dilemas a sopesar "donde tengo menos riesgo". Con esto, no solamente nos referimos al pueblo o a la masa votante, sino también a los que económica o políticamente pudieran compensar la pérdida de derechos, quienes optaron por callar o hacerse la vista gorda para no arriesgar. Al signo de la sobrevivencia se une el oportunismo y solo será bueno aquello que me permita salir indemne o beneficiado de una situación, las demás consideraciones como constitucionalidad, Derechos Humanos o bienestar del prójimo son un lujo que no me puedo dar.

El discurso que divide al colectivo en buenos y malos, salga de donde salga, tiene como objeto obligar a la gente a situarse del lado de los "buenos", de los que sobrevivirán disfrazados por la defensa de los oprimidos. Pero la gran lección del siglo XX es lo insostenible de los esquemas divisorios. Esta lección la dio la creación de las ONU, de la Unión Europea y ahora UNASUR. Es la que ha obligado a países como la República Socialista de Vietnam a reconocer la necesidad a tender puentes allí donde heridas y cicatrices quedaron luego de purgas irracionales y primitivas e integrar a los que fueron obligados a exilarse.

El haber impuesto el discurso de explotadores y explotados, oligarcas y pueblo, socialistas y traidores tiene dos costos graves: Por una parte, ha generado un permiso para la indiferencia ante la violación de valores propios a una tierra de tolerancia con movilidad social, donde con trabajo y esfuerzo el hijo de humildes maestros podía convertirse en comandante y el mensajero en gerente. Y por otra parte, se esta produciendo una generación dependiente del asistencialismo e incapaz de emprender una aventura colectiva que no venga manchada del discurso de la retaliación y dependiente de la aprobación del Comandante sin la cual muchos se sienten incapaces de imaginarse su porvenir.

Frente a la sobrevivencia queda la esperanza de una moral de la tolerancia negada a ser indiferente, con conciencia histórica de que sin respeto por el colectivo es imposible construir una nación. Conciencia que no se calla ante la corrupción de las instituciones que comprometen el futuro y que sabe distinguir entre la coerción y la convicción.

Esta moral es la que mantiene viva la mirada de muchos a pesar de estar en una celda, ser tratados como asesinos y torturados psicológicamente, privados de la exposición al sol a veces por varias semanas. La convicción de saber que lo que se hizo, se hace y se hará no es para sobrevivir sino: había que hacerlo. Es la moral de la convicción de actuar hacia algo menos mezquino que el presente, por algo que aun hay que conquistar.


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