Imitando forajidos
Escrito por Gehard Cartay Ramírez   
Miércoles, 09 de Septiembre de 2009 09:36

altCon el actual régimen, Venezuela ha ingresado al cada vez mas estrecho renglón de países que actúan al margen de los cánones democráticos y del respeto a los derechos humanos.
Esto, por supuesto, ya lo sabemos desde hace varios años, gracias al autoconfesado proyecto totalitario y militarista del chavismo, sostenido en su persistente definición castrocomunista, su carácter caudillista, su anunciado propósito de eternizarse en el poder y su intolerancia y rechazo al pluralismo.

Pero, aparte de los anteriores elementos, también está su simpatía y admiración por otros regímenes forajidos, comenzando por el que desde hace 50 años martiriza a Cuba, convertido hoy en su primera fuente de inspiración e imitación.

Precisamente a esa admiración por regímenes dictatoriales encabezados por tiranos con largos años en el poder, responde la gira mundial que actualmente realiza el Gran Hablador. Y es que, en efecto, la lista de países visitados son un vergonzoso muestrario de dictaduras abiertas y de algunas que simulan ser democracias.

Los lectores coincidirán conmigo, por ejemplo, en que la visita la pasada semana a Libia para la celebración de los 40 años en el poder del coronel Gaddafi resulta, sin duda, un hecho manifiesto del anhelo del charlatán sabaneteño por hacer lo mismo aquí. Para quienes no lo sepan, el dictador libio era también un oscuro militar hasta que un golpe de Estado lo llevó a la cima del poder, tras lo cual instauró una feroz tiranía de corte caudillista y, prevalido de los petrodólares de su país, comenzó a exportar su revolución y a financiar grupos terroristas en varias partes del mundo. Por supuesto que para justificar su dictadura, el coronel libio inventó toda una regorgalla teórica, resumida en el Libro Verde, y organizó células en todos los países para promover su régimen, todo lo cual supuso gigantescas sumas de dinero.

Otro de los presidentes visitados es el de Siria, hijo, a su vez, de uno que desempeñó ese cargo de manera vitalicia y, no contento con eso, dejó a su hijo como heredero, al igual que Duvalier en Haití y Kim Il Sun en Corea. El otro «demócrata» con tendencias dictatoriales es Putin en Rusia, quien se alterna con el actual presidente el poder: mientras uno ejerce la presidencia, el otro es primer ministro. Por supuesto, no podía faltar en la gira otra nueva visita a Irán, cuyo presidente no ha ocultado su vocación de terrorista y quien ha sido acusado por sus competidores de haberse reelegido recientemente gracias a un fraude masivo.

Todavía recordamos la visita del hegemón de Sabaneta al dictador genocida iraquí Sadam Hussein, posteriormente echado del poder y ahorcado por sus crímenes de guerra. Ya se sabe, además, la admiración del jefe de la revolución bolivarera por Mugabe, dictador de Zimbawe desde hace casi cuatro décadas, a quien tuvo el descaro de condecorarlo con la Orden del Libertador, y por el déspota de alguna ex república soviética, a quien compra maquinarias, armas y vehículos de dudosa calidad y eficiencia. Y es que, al lado de la vocación vitalicia por el poder que han demostrado esos dictadores, al golpista de 1992 le atrae que también sean enemigos de los Estados Unidos. Precisamente, por tales antecedentes, me imagino que si al actual mandón venezolano le hubiera tocado hacerlo cuando Hitler ejercía el poder en Alemania, con toda seguridad hubiera ido a Berlín a besarle las manos al genocida nazi, sobre todo cuando ahora se exhibe como un antisemita al estilo del dictador alemán.

Se trata, en realidad, de algo psicopatológico esta atracción del Gran Hablador por otros regímenes forajidos. Sin duda, se siente identificado con ellos, aspira a imitarlos cuanto sea posible, busca lecciones de los dictadores aún vivientes, tal como lo demuestra a cada rato, al sentirse el pupilo más aventajado y preferido de esa momia viviente en que se ha convertido el dictador cubano.

Debería darse cuenta, pues aún está a tiempo, que casi todos ellos han terminado mal su propia existencia, así como condenados por el tribunal más implacable de todos: el tribunal de la historia, convertidos en la peor escoria humana y depositados en las cloacas del comportamiento político de todas las épocas.

Si sólo se tratara de un asunto personal no importaría nada, pues cada quien escoge sus amigos. Pero cuando está de por medio todo un país, la cuestión es totalmente diferente. Que el actual locatario de Miraflores nos esté metiendo entre los países forajidos, ya es un asunto extremadamente grave, que no debe aceptarse por ningún motivo.


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