Injusticia y arbitrariedad
Escrito por Álvaro G. Requena   
Viernes, 04 de Septiembre de 2009 09:31

altHecha la ley, hecha la trampa. Ese dicho funciona en dos sentidos: como rígido e hipertrofiado apego a la letra de la ley y no a su espíritu, y como camino verde para evitar su aplicación.

Mientras más control adquiera el Gobierno sobre los ciudadanos, más leyes habrá de sancionar y más reglamentos, normas y procedimientos habrán de instituirse para su funcionamiento administrativo y legal.

Paralelamente, veremos más extralimitaciones "legales" y más caminos verdes.

Así como el deseo de control y dominación no tienen fin ni dimensiones, las habilidades de las personas para escurrirse de la dominación y evadir el control, tampoco lo tienen.

Mientras más arrecien las limitaciones, más creatividad y resistencia mostraremos.

Seguramente que la oposición física, violenta e instrumental será seriamente reprimida y sus practicantes serán sometidos al peso indiscriminado y desproporcionado de las leyes utilizadas por conveniencia. Lo estamos viendo y probablemente lo veremos con más frecuencia en el futuro. La Fiscalía, con la complicidad manifiesta de las policías, de la Guardia Nacional, de la Defensoría del Pueblo y de algunos jueces, se encarga de esos procedimientos arbitrarios y lo hace como la ley del embudo: lo estrecho para ti y lo ancho para mí.

Uno de esos caminos verdes para conseguir ser escuchado, mirado y aceptado, en lugar de ser oído, visto y despreciado, es la abierta y continua confrontación a través de la resistencia pasiva. Nada más difícil que conciliar las voluntades para el sacrificio personal que implica este tipo de resistencia no armada y no violenta, pero constante, firme e inflexible, que es uno de los medios más exitosos para la lucha política en cualquier régimen, sea o no democrático.

Gandhi fue su principal propagador y practicante. De acuerdo con él (Autogobierno indio. Capítulo XVI): "La fuerza no está en las armas sino en el amor y la verdad". Siempre se mostró en oposición absoluta a la resistencia con armas y violencia, proponiendo la resistencia pasiva y la no violencia como "método para asegurar los derechos mediante el sufrimiento personal". En tal sentido escribió: "Cuando me niego a hacer algo que repugna a mi conciencia, empleo la fuerza del alma", basado en que "...obedecer leyes que repugnan a nuestra conciencia se opone a nuestra condición de seres humanos". Aseveró, además, que "quienes creen que no están obligados a obedecer las leyes que van en contra de su conciencia, no tienen otro recurso que la resistencia pasiva. Cualquier otro les ha de llevar al desastre". "Si no obedezco la ley y acepto el castigo por su incumplimiento, empleo la fuerza del alma. Implica el sacrificio de uno mismo", pues "obedecer leyes que repugnan a nuestra conciencia se opone a nuestra condición de seres humanos".

No es casualidad que un luchador por los derechos civiles como Martin Luther King modelase su actitud en estos principios.

Hoy, tampoco es casualidad, que ante la arremetida viciosa del Gobierno contra los derechos civiles de los venezolanos, consagrados en la muy manida y poco respetada Constitución, muchos sintamos que la decisión de oponernos pasivamente al secuestro de nuestros derechos y al ejercicio gubernamental de la injusticia y la arbitrariedad sea la antesala de nuestra desgracia personal, pero también el comienzo del cambio para la Venezuela que amamos.

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Fuente: El Nacional


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