Mañana Richard Blanco seremos todos
Escrito por Antonio Ecarri   
Viernes, 04 de Septiembre de 2009 07:29

altEn anterior artículo afirmábamos que cuando un gobierno con ínfulas totalitarias comienza a percibir, a través de sondeos y mediciones de la opinión pública, que está perdiendo respaldo popular, tiene dos alternativas: cambia de política o comienza a reprimir cualquier manifestación

de rechazo al régimen. Como este gobierno es incapaz de rectificar, entonces ha comenzado a transitar el peligroso camino de la escalada represiva.

El transitar por las vías de la represión tiene la dificultad, no sólo de la resistencia de un pueblo levantisco como el venezolano, sino que esa violencia iniciada desde el gobierno pudiera tener como respuesta una reacción similar que conduzca a una insurrección popular. Esto no es una amenaza, por el contrario, es la constatación de una histórica realidad mundial. No podemos olvidar que la guerra fratricida de los españoles comenzó con una provocación -el asesinato de José Calvo Sotelo- y concluyó con el trágico saldo de un millón de muertos. Al final, el llanto, el dolor y el desgarramiento social no tiene como desiderátum el triunfo de alguien, sino la abominable derrota para todos los contendientes. La muerte no tiene color político, por eso es tan absurda y contradictoria la consigna “patria, socialismo o muerte”.

Esa consigna pavosa es antisocialista, entre otras razones porque los socialistas no tienen patria, pues se presume que son internacionalistas, por ello el mismísimo Wladimir Ilich Ulianov (Lenin), en su momento, acusaba como una desviación a quienes utilizaban el nacionalismo para oponerse al internacionalismo proletario, y fue cuando consideró como enemigos de la revolución a los “social-patriotas”.

Además, hay que enfatizar que la muerte y la tristeza nunca estuvo asociada al ideal de socialismo. Es de recordar el famoso opúsculo del socialista checo Julius Fucik, cuando fue sentenciado a muerte por los nazis: “Por la alegría he vivido, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero, que la tristeza nunca sea unida a mi nombre”.

Manuel Caballero, historiador y socialista de toda su vida, también rechaza esos términos de patria y socialismo como correlativos, pues afirma con sobrada razón que “la amalgama de nacionalismo y socialismo en un partido o en un slogan nada tiene de novedoso ni de siglo XXI: se dio en el siglo veinte en Alemania. Esa mazamorra de nacionalismo trompetero con demagogia se llamó nacional-socialismo, y todo terminó en cenizas. En nuestro país una amenaza semejante está presente en la consigna ‘patria, socialismo o muerte’. Como las dos primeras cosas se anulan, queda el otro término de la ecuación. No como opción, sino como amenaza”.

En definitiva, como este régimen no tiene nada de socialista y mucho de fascista, en vez de cambiar esa política infame de comunismo atrasado y demodé emparentado al nacionalsocialismo, se ha dado a la tarea de creer que va a amedrentar a todo un pueblo criminalizando a la disidencia. En efecto, la Fiscal General de la República, quien está más pendiente de mantener el inmerecido cargo que ostenta que pasar a la historia, cree que va a intimidar a las grandes mayorías ordenando medidas de privación de libertad a líderes opositores que asumen la responsabilidad de las marchas.

¿Dónde habrá aprendido Derecho Penal la señora Fiscal?, ¿sería en una universidad hitleriana, por lo arbitraria, o en la Misión Sucre, por lo ignorante? Porque es en las lecciones de Derecho Penal de segundo año en esa carrera universitaria, cuando uno aprende que la comisión de un hecho punible es un acto personalísimo, y nadie distinto a quien lo haya cometido, puede ser castigado. Ahora resulta, según el obcecado criterio ignorante y absurdo de la Fiscal, que quien participa la celebración de una marcha a la autoridad competente es responsable por cualquier hecho punible cometido por alguien en el transcurso o desarrollo de la misma. Es como si el Alcalde de una ciudad, por ser la primera autoridad, sea condenado por el arrebatón de un carterista a cualquier viandante.

La prisión de Richard Blanco, lejos de amedrentarnos, nos debe impulsar a ratificar nuestra política, pues no vamos a cambiar el amplio respaldo popular que hoy tiene la Mesa Democrática, por la violencia callejera a que nos quiere empujar esta política represiva irracional. De ahora en adelante vamos a asumir un reto mucho más valiente, y es el de ir en masa a participarle al régimen la celebración de las marchas. Vamos todos, para ver si pueden convertir los estadios en prisiones. A lo mejor lo hacen, emulando a Pinochet, porque los polos opuestos del espectro político siempre se encuentran, y cuando lo hacen, se les cae la careta, apareciendo la svástica con sus consignas de “patria, nacionalsocialismo o muerte”.

Mañana será la próxima gran marcha democrática e iremos todos a participar su celebración ante las autoridades del régimen, por eso, en esa fecha, Richard Blanco seremos todos.

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