Aplastados
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Sábado, 03 de Noviembre de 2012 00:35

altQué terrible cotidianidad esta de  levantar la cabeza, otear 360 grados y  confirmar la ubicua transformación del país en una barricada hambrienta de bandos


“Boca abajo en la oscuridad, se esfuerza por ver cuál es la forma mejor de estar tumbado boca abajo.
Cuál es más compañía”
Samuel Beckett

A los primeros aplastados: a los Comisarios injustamente encarcelados, a los empleados petroleros arruinados y a la memoria de Franklin Brito

Casi sin darnos cuenta,  disociados del “proceso” en marcha  que nos ha ido confiscando espacios democráticos, hoy avanzamos, paquidérmicamente, hacia el aplastamiento como forma de vida.

Qué terrible cotidianidad esta de  levantar la cabeza, otear 360 grados y  confirmar la ubicua transformación del país en una barricada hambrienta de bandos, que incita a adscribirse a uno de los grupos en pugna: el de 8.185.120 venezolanos uniformados de rojo o el de 6.583.426 venezolanos vestidos de todos los colores.  El primero cuenta con armas, pertrechos, alguna beca compartida, contratos de trabajo sin beneficios sociales y muchas expectativas de recibir la cuota del petróleo que somos; el segundo, más complejo, apenas mantiene la conciencia de su necesaria unicidad y el poder del voto como la última defensa de la República, sin obviar que ha sido expropiado, despedido, robado,  no tiene armas ni becas y a diario se desgasta evadiendo la  política trituradora anti clase media que emana de los Poderes del Estado. Taxistas, peluqueros, comunicadores, médicos, estudiantes, educadores y empresarios conforman las filas de este grupo que aún considera digno  el ganarse la vida por sus propios medios.

El cable, el internet y las redes sociales nos hablan de un mundo que avanza hacia formas dinámicas de sociabilidad. Emergen, a nivel global,  micro grupos de personas que cuestionan la realidad que les entorpece la búsqueda del bienestar. En las naciones democráticas hay un suelo intocable, conformado por el respeto a la vida, respeto a la propiedad y respeto a ese ejercicio íntimo de reflexión que es el disentir. Ese “kit de Derechos Humanos” les permite avanzar, soñar y luchar por la mejora de sus condiciones de vida, por una redistribución más humanista de los recursos del Estado.

Aquí, en Venezuela, el Derecho a la Vida no funcionó en octubre para las 532 personas que ingresaron, muertas por violencia, a la morgue de la capital. Para sus familiares sobrevivientes, no funcionará la justicia, que a duras penas logrará condenas para un 10 por ciento de los homicidas. Para sus familiares sobrevivientes tampoco funcionará el derecho a la propiedad ni el de libre desplazamiento por un país mapeado, vigilado, controlado y usufructuado por el hampa, que emplea a los violentos habituales junto a policías y fuerzas del narcotráfico y la guerrilla que, sin mucha dificultad, consiguieron su lugarcito en la ecuación de caos que semana a semana el gobierno recalcula.

Apisonados, hundidos y casi apagados seguimos la turbia corriente de eso que seguimos llamando “vida”, e igual tenemos algo de esperanza, y gozamos de su breve espejismo de felicidad  por no ser triturados, destripados o simplemente borrados.

@ivanxcaracas


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