Petróleo por comida
Escrito por Mery Mogollon   
Lunes, 24 de Agosto de 2009 07:40

altDesde aquel infortunado momento hace más de 500 años cuando según el imaginario popular los indígenas del nuevo mundo cambiaron oro por espejitos, a quienes venían de otras tierras a explorar, conquistar y llevarse cuanto mineral valioso encontraran a su paso

en Venezuela nadie estaba dispuesto a realizar tales desventajosos trueques.

Pero según dos noticias recientes República Dominicana cambiará a Venezuela caraotas por petróleo y Argentina soja, carne y arroz, con lo cual se ha regresado, por ignorancia o incapacidad, aun esquema de dependencia que ya se creía superado.

Los metales preciosos y demás recursos naturales como la madera, los ríos, los hidrocarburos, entre otros, representan para los venezolanos la base de la supuesta riqueza colectiva.

Se supone que esa enorme riqueza ayudaría a Venezuela a lograr su independencia económica.

Sin embargo, el anhelo del reparto “equitativo” de esa supuesta posesión colectiva de la riqueza ha sido el principal insumo para ganar elecciones por parte de los caudillos populistas que abundan en toda la historia venezolana.

En realidad el falso nacionalismo y las promesas de que el petróleo es propiedad de todos, sólo han servido para que el gobernante de turno, en nombre del Estado, controle y disponga de la renta que genera la explotación de los recursos naturales. Pero, ninguno de los gobernantes, desde que se fundó la república, se atrevió a cambiar el valioso petróleo por comida, una medida de inequívoca debilidad y dependencia económica. 



El Estado como administrador de la renta, producto de la explotación de la riqueza colectiva, está obligado a rendir cuentas que demuestren su correcta distribución entre todos los venezolanos. La práctica más transparente para el manejo de esa riqueza colectiva es ingresar al Banco Central todas las dividas provenientes de la exportación de esos recursos; de allí distribuirlas según un presupuesto nacional aprobado por el parlamento y verificar su correcto uso a través de los entes contralores del Estado. 



Esa simple regla de uso común en todos los países democráticos se ha desviado en los últimos años, primero, con la atribución otorgada a Pdvsa de manejar directamente y sin controles un aparte importante de la renta petrolera y ahora con esa extravagante concesión de cambiar el preciado oro negro por espejitos comestibles.

Cómo los venezolanos pueden saber cuántos kilos de caraota representan un barril de petróleo en un momento determinado.

Quién asegura que ese petróleo objeto de tal increíble trueque no será revendido posteriormente en perjuicio de Venezuela. Quién determina esos precios, el mercado o el simple cálculo de un funcionario extranjero. Cómo y quién llevará esas cuentas en forma transparente. Sería más recomendable ir al mercado internacional con dólares propios y licitar el mejor precio y calidad de lo que se quiere comprar. 

Tal evidencia de debilidad revolucionaria podría tener varias explicaciones, pero ninguna justificación en un país inmensamente rico en recursos naturales, con una población joven y emprendedora que sin el lastre de la ineficiencia gubernamental es muy capaz de poner en la mesa el pan diario.

La peor pérdida de soberanía para un país es la incapacidad de producir sus propios alimentos básicos, más aún cuando su territorio es extenso, fértil, con abundante agua dulce y, supuestamente, con suficiente petróleo para crear una riqueza que realmente favorezca al colectivo.


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