Abrogatorio contra el pesimismo
Escrito por Juan Carlos Apitz   
Sábado, 22 de Agosto de 2009 08:36

altLo primero que tenemos que ganar los venezolanos es el referéndum abrogatorio contra el pesimismo, la desilusión, la desesperanza, la decepción, la desconfianza, la desmoralización, el miedo y la apatía. Ese es nuestro gran reto ciudadano en el futuro inmediato.

Ante la fraudulenta sanción por la Asamblea Nacional de la Ley Orgánica de Educación, hemos propuesto tomar acciones ciudadanas de alcance a corto, mediano y largo plazos; con una planeación de éstas que va desde lo estratégico, luego lo táctico hasta descender a lo operacional.

Tales acciones se inician con el desconocimiento público a la reciente Ley educativa por contrariar principios, valores y garantías democráticas; y por menoscabar derechos humanos esenciales de los venezolanos. 

Acompañando dicho desconocimiento con el ejercicio ciudadano del derecho a manifestar, de todas las maneras posibles, pacíficamente y sin armas, contra la estafa legislativa consumada a través de un grosero y grotesco fraude constitucional.

También ejerceremos las acciones judiciales correspondientes ante los organismos jurisdiccionales competentes y solicitaremos la realización de un referéndum abrogatorio contra la Ley Orgánica de Educación para, una vez derogada, abrir un espacio de diálogo y discusión que genere una nueva ley pedagógica fruto del debate y el consenso de todos los sectores de la vida nacional. Igualmente los padres, madres, representantes, profesores, maestros, estudiantes y, en general, la sociedad civil toda, se organizará inteligentemente para informarse del contenido de la Ley y para enfrentar cualquier abuso de poder que tenga por excusa el cumplimiento de la Ley a derogar. Todas esas acciones, integradas y conjugadas, y otras que surjan en el camino de esta lucha social nos permitirán enfrentar la tentación ideologizante del gobierno nacional. Aunque ninguna está dirigida a abatir la apatía de los venezolanos. 

La apatía es una afección del alma que suele venir acompañada de inactividad física, tristeza, infelicidad, sensación de vacío, falta de capacidad de disfrute y desmotivación ante las cosas que antes nos producían placer.

Además, si persiste en el tiempo, suele alterar el contenido de nuestro pensamiento, dando lugar a ideas de autodevaluación y, en consecuencia a una pérdida de autoestima. Todos estos síntomas demuestran que estamos ante una barrera interna ya que la apatía debilita nuestro interés y vigor a la hora de afrontar la cotidianidad. Sin embargo, cuando nos hallamos presos de la apatía, sentimos que no hay nada que pueda conseguir movernos, como si el exterior tuviera la obligación de captar y mantener nuestra atención. Aceptemos que somos los únicos responsables de nuestra motivación y que, si existen elementos en el exterior por los que sentimos atracción o rechazo, es porque nos hallamos abiertos y en permanente conversación con nuestro entorno.

De la misma manera, si sentimos indiferencia por lo que nos rodea será porque hemos roto los cauces de comunicación con el exterior; y restaurarlos nos corresponde exclusivamente a nosotros. Si no sentimos interés hacia nada, la responsabilidad es nuestra. 

Para vencer la apatía debemos servirnos de nuestra capacidad de discernimiento, de nuestra claridad mental para reconocer el círculo vicioso en el que nos sume la apatía: cuanto menos hacemos, más apáticos estamos, y cuanto más apáticos estamos, menos hacemos. 

Una vez que somos conscientes de esta trampa, vale la pena descubrir cuál es el motivo, qué lo origina, es decir, el por qué.

A veces ocultamos bajo la máscara de la apatía nuestro miedo a lo desconocido. 

También debemos ser más abiertos. La apertura es esencial para superar la apatía. Es más, esa apertura ha de tener un carácter proactivo. No esperemos a que las circunstancias nos motiven, sino que dirijamos conscientemente nuestra energía hacia fuera. Es cierto que, al principio esta apertura al exterior puede suponer un gran esfuerzo; porque estar apático, aunque suene paradójico, consume de por sí una gran cantidad de energía. Una energía que vertemos hacia nuestro interior y que puede llegar a agotarnos, ya que la apatía nos inmoviliza y nos desconecta de nuestra fuente y de todos los aspectos de la vida, que nos mueven.

Sin embargo, cuando tratamos de mantener una actitud abierta y participativa, todo nuestro ser se moviliza para asumir el compromiso y ejecutar acciones positivas. 

Sólo así abrogaremos el miedo, la apatía, en fin, el pesimismo en que se encuentran sumidos todos venezolanos.




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Fuente: El Universal. Consignado por el autor.


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