Un nuevo liderazgo: César Pérez Vivas, Pablo Pérez y Antonio Ledezma
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Viernes, 21 de Agosto de 2009 09:45

alt“Quienes quisieran pescar en río revuelto proponiendo primarias para encontrar líderes , como si se tratara de un concurso de belleza, desconocen la esencia de la política y la profunda y rica aventura de los pueblos en su histórico devenir.”
Escuchando las extraordinarias intervenciones de César Pérez Vivas y Antonio Ledezma en el Foro contra la írrita Ley de Educación – con la que habrá que hacer lo que la tradición de nuestros gobiernos coloniales: “se acata, pero no se cumple” – se ha acrecentado mi convencimiento en un hecho de trascendentales consecuencias para nuestro futuro como Nación: en Venezuela ya está naciendo un nuevo liderazgo. Al escuchar al gobernador del Zulia, el joven Pablo Pérez, esa percepción se acrecienta y complementa: Venezuela puede mirar confiada hacia el futuro. La democracia tiene quienes la defiendan, la reconstruyan y fortalezcan. Tras suyo abundan jóvenes dirigentes estudiantiles y sindicales, gremialistas y profesionales como para conformar la élite de nuestra clase política. Podemos mirar hacia el futuro con el ánimo de la victoria.


Es un cambio trascendental, histórico. Pues el protagonismo de las luchas de nuestro inmediato pasado descansó antes en el anonimato de nuestra sociedad civil que en la conducción política de dirigentes esclarecidos y fogueados. Puede que en esa debilidad congénita de nuestra década perdida, avasallada por el redivivo fantasma del caudillismo decimonónico, descansen las frustraciones de esfuerzos gigantescos, como la hermosa rebelión ciudadana del 11 de abril, malversada por el oportunismo y la mediocridad de quienes estaban a años luz de la capacidad del liderazgo que esa rebelión demandaba. Digámoslo sin ambages: los protagonistas civiles y uniformados de esa jornada no le llegaban a los talones a quienes dieran sus vidas en el esfuerzo por recuperar nuestra democracia. El saldo ha sido la cuasi destrucción de la república.


Natural que así fuera. Si los cuarenta años de democracia – el único período verdaderamente pacífico y socialmente productivo de nuestra historia – desembocaron en la anarquía, el caos y la disolución de un gobierno militarista y autocrático, se debió a la decadencia del liderazgo político. Los estadistas nacidos al fragor de la rebelión estudiantil de 1928, particularmente Rómulo Betancourt,  fueron desplazados por guachimanes de los partidos históricos.

¿Comparable Betancourt o Leoni con Jaime Lusinchi? ¿O Luis Herrera con el primer Caldera? Peor aún: esa catastrófica decadencia encontró un asombroso testimonio en sus propios protagonistas, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera: haber permitido la usurpación de tiempos de profundas transformaciones en esas dos figuras que testimoniaron con sus vidas y sus ejecutorias la decadencia de la vida política venezolana demuestra el extravío al que llegaron nuestras instituciones. De allí una propuesta de inaplazable cumplimiento: una de nuestras primeras modificaciones constitucionales debiera ser la estricta regulación y atemperancia del presidencialismo reduciendo el período presidencial a cuatro años, con el derecho a una sola reelección inmediata. Y un consejo extra constitucional: que los ex presidentes se jubilen y se vayan junto a sus nietos a escribir sus memorias. Que no tranquen la necesaria renovación de nuestros liderazgos, como en nuestro inmediato pasado. Y como se ha hecho caricatura en los pujos vitalicios de nuestro teniente coronel.


Volviendo al tema: discursos como los que dieran los gobernadores del Táchira y del Zulia y el Alcalde Metropolitano en el día de ayer no se escuchaban en Caracas o en el Zulia desde los albores de nuestra democracia. Densos, con un hondo sentido de responsabilidad y pedagogía política, preñados de indicaciones concretas a la línea a seguir para recuperar nuestro estado de derecho. Quienes quisieran pescar en río revuelto proponiendo primarias para encontrar líderes , como si se tratara de un concurso de belleza, desconocen la esencia de la política y la profunda y rica aventura de los pueblos en su histórico devenir. Los líderes no se concursan: se hacen en el fragor del combate, con talento, perseverancia, abnegación y fortaleza de espíritu. 

Es un reencuentro definitorio: el de la sociedad que reclama a gritos por un cambio auténticamente revolucionario y democrático y el nacimiento de un liderazgo capaz de satisfacerlo. Se produce cuando el régimen, atrofia de nuestras peores taras, babea sus últimos estertores. Como bien decía Carlos Marx: la historia sólo se plantea los problemas que la afectan cuando es capaz de resolverlos. Los estamos resolviendo.


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