Cómo acabar con la democracia
Escrito por Fausto Masó   
Martes, 11 de Agosto de 2009 07:43

altLatinoamérica tropieza numerosas veces con la misma piedra, sufre la enfermedad mortal de la democracia, los presidentes caen en la tentación de perpetuarse en el poder. Cuando cualquier presidente exitoso se acerca al final de su período surgen voces que piden que permanezca en el poder. Este pecado lo cometen políticos de derecha como Álvaro Uribe, o de izquierda como los del ALBA.


El sistema presidencialista en el continente convierte en reyes a los mandatarios y los vuelve monarcas que llegan al extremo de intentar volver a la presidencia hereditaria, como sucede en Colombia, donde nada tan conveniente como ser hijos del presidente para volverse presidente.


La reelección desemboca en la violencia, desde el poder se pervierten las reglas del juego para garantizar el triunfo del primer mandatario. Sólo hay dos formas de acabar con este mal: prohibirlo o regularlo. En México después de terribles guerras civiles, de soportar a Porfirio Díaz durante decenas de años se prohibió la reelección, en Estados Unidos con un período presidencial más corto de cuatro años se permite una sola reelección.


Chávez ha popularizado en el continente una cartilla que permite permanecer indefinidamente en el poder. En nombre de los pobres se acumula tal poder que todas las ventajas ayudan al candidato en la presidencia, el sistema Judicial y el Legislativo se ponen al servicio del Ejecutivo, y de hacer falta se cambia la legislación electoral para favorecer al partido de gobierno y se implanta una hegemonía comunicacional. Dicho en pocas palabras, por medios democráticos se acaba con la democracia, de la que sólo queda una consulta electoral nominal donde el opositor lleva las de perder.


Esa cartilla reeleccionista ha sido enormemente exitosa, en Latinoamérica amenaza con acabar con la democracia. Comienza siempre con una constituyente que crea una nueva constitución a la medida.


En países estables como Chile o Brasil la cartilla chavista fracasa, en cambio en Centroamérica, países víctimas de la injusticia social, el chavismo obtiene éxitos. El socialismo del siglo XXI provocará el surgimiento del golpismo del siglo XXI, los sectores poderosos de estos países usarán al ejército para derrotar la nueva amenaza a sus intereses.


A Chávez no lo han tomado en serio, hasta ahora. Su influencia no depende únicamente de los petrodólares, aunque sin duda Venezuela ha distribuido más dinero en la región que los organismos internacionales, sino su peso político responde también a que representa un proyecto que cuenta con  simpatías entre los más pobres y le permite a una clase política un  lenguaje y un mensaje sugerente, convierte de la noche a la mañana a un oligarca como Zelaya en un luchador social.
Tardíamente el caso de Honduras ha convencido a Estados Unidos y otros países de la región de la seriedad de la amenaza que representa Chávez, ha surgido entonces, como se ha dicho, el militarismo del siglo XXI como respuesta a la amenaza, lo que quizá sea un error grave.


El chavismo representa el arte de acabar con la democracia por medios democráticos, utilizar el sistema electoral para forjar una alianza que se adueñe de todos los poderes. Según  Hugo Chávez está muriendo la vieja democracia, la representativa, y naciendo la nueva, socialista. La constituyente serviría de puente entre una concepción de la democracia y la otra, más auténtica y justa para Chávez pero que fatalmente acaba con la propia democracia, porque los presidentes gobiernan de por vida.


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