El juicio a una hetaira revolucionaria
Escrito por Andrés Moreno Arreche   
Domingo, 09 de Agosto de 2009 13:36

altExistió en los albores de nuestra civilización una distinción de clases y la consecuente segregación social generada por los diferentes roles de las actividades que realizaba la mujer, bien como esposa, en el papel de hetaira o como simple esclava. Hoy no, o al menos no de manera generalizada, aunque existen excepciones que sólo confirman la regla postmoderna de la igualdad de géneros.


En la sociedad de la antigua Grecia, tal como sucede actualmente en la muy boliburguesa sociedad venezolana, las hetairas eran mujeres de gran influencia política, a quienes se les obligaba a utilizar vestidos escarlatas, una coincidencia de color es sólo ‘eso’, aunque... además tenían que pagar impuestos porque estaban mejor consideradas que las simples prostitutas. Se trataba de un colectivo formado principalmente por las hijas de antiguas esclavas libertas y por extranjeras que gozaban de un gran renombre por sus capacidades dancísticas y musicales, así como por sus talentos físicos e intelectuales; mujeres excepcionales que al contrario de la mayoría del resto de las griegas de la época, recibían educación, les era permitido tomar parte en los simposios y además sus opiniones y creencias eran muy respetadas por los hombres. En su discurso Contra Nerea, Demóstenes escribió:


“Tenemos a las hetairas para el placer de la carne y el intelecto, a las criadas para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales diarias y a las esposas para que nos traigan hijos legítimos y para que sean fieles guardianes de nuestros hogares”.


Entre las más famosas hetairas de la historia antigua esta Friné, renombrada hetaira jónica, célebre por la belleza de su ensortijado pelo rubio. Nació en Tespias en el año 328 a.d.C. con el nombre de Mnésareté, que en griego antiguo significa conmovedora de la virtud. Fue amante y musa de Praxíteles, quien se inspiró en ella para la creación de varias esculturas de la diosa Afrodita, pero su fama no se ancló en la historia por su belleza (que a no dudar era sobresaliente) sino por un juicio, que como el que sucederá en nuestro país 2.337 años después de aquél, una hetaira quedará libre de culpas.


Friné fue acusada de ‘impiedad’, delito sumamente grave por el que también se sentenció a muerte a Sócrates, debido a la constante comparación que hacía Friné de su belleza con la diosa Afrodita. En efecto, ella era la más cotizada de las modelos que los escultores utilizaban para representar a la diosa de la fertilidad, la belleza y el amor. Se afirma que los rasgos faciales y corporales de la escultura llamada la Venus de Cnido son los de Friné. También se le acusó de violar el secreto de los Misterios Eleusinos, ritos de iniciación anual relacionados al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis (cerca de Atenas), en la antigua Grecia.


Praxíteles, aceptó el encarcelamiento de su amada hetaira, pero solicitó a su amigo, el famoso orador Hipérides, que la defendiera en el juicio. Hipérides fue incapaz de convencer a los jueces de la inocencia de Friné con su discurso, entonces como último recurso, recurrió al amor y a la belleza como argumento: Hizo desnudar a Friné ante los jueces y fue tal el impacto de aquella desnudez que los convenció, no de la inocencia de la acusada, sino de que no se podía privar al mundo de tal belleza, porque era un monumento viviente a la diosa Afrodita. Con este argumento consiguió Hipérides conmover a los jueces, quienes la absolvieron de manera unánime, aunque la confinaron de por vida a servir como doncella de la diosa, retirándole así su cómoda condición de hetaira.


¿Será que la historia se repetirá, o como sostienen algunos, es un bucle iterativo permanente? Habrá que esperar los acontecimientos de los próximos días, pero mientras tanto, varias dudas, nada metódicas, recorren espíritus y ansiedades: ¿Serán los delitos... ‘impiedad revolucionaria’ y ‘violación de los misterios socialistas’ los que condenarán a esta modernísima hetaira oxigenada? ¿Será necesario desnudarla para conmover al tribunal, no de su inocencia, sino de la trascendente belleza de sus actos revolucionarios? ¿La confinarán ‘de por vida’ a la sombra del anonimato político o será premiada como heroína, tal como aquellos otros del famoso puente?


Pero la pregunta que más angustia es esta ¿Quién será el Hipérides que contratará nuestro Praxíteles llanero para la defensa de ‘su’ hetaira revolucionaria?



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