Batallas, al inicio del Bicentenario, por el alma de Latinoamérica
Escrito por Fran Ruiz (La Crónica de Hoy)   
Viernes, 17 de Julio de 2009 17:59

altEl pistoletazo de salida a dos años maratónicos de festejos y celebraciones por el bicentenario de los gritos de independencia de las colonias americanas del Reino de España empezó ayer en La Paz (Bolivia) y no pudo hacerlo de peor manera: con la exclusión de las autoridades regionales de medio país y una visión maniquea y falsa en la que los indígenas fueron los libertadores y los blancos y sus descendientes, asesinos.



El presidente boliviano, Evo Morales, ha querido convertir esta primera parada de los festejos que recorrerán toda América Latina en un acto altamente politizado y vengativo, porque, una cosa es recordar los crímenes del invasor europeo contra la población nativa, desde asesinatos a la esclavitud, pasando por la usurpación de la tierra y sus riquezas, y otra muy distinta es convertir el Bicentenario en una especie de proceso contra los que considera herederos de los “conquistadores genocidas”.

Morales se olvida de que es presidente de todos los bolivianos y no sólo de esa población mayoritariamente indígena de la que él mismo es hijo —pertenece a la etnia aymara—, por muy sometida que haya estado a la minoría criolla.

Este olvido consciente y su estrategia del enfrentamiento es el que ha puesto a Bolivia al borde de la guerra civil y mantiene dividido al país en dos partes irreconciliables.

Ayer en La Paz no estaban invitados los líderes de los habitantes de la llamada “media luna” boliviana, los de las prósperas regiones orientales, porque no aceptan esa revolución indígena que el mandatario quiere imponer a la fuerza mediante una nueva Constitución. Una cosa, dicen, es reconocer que un Estado es plurinacional y otra que una de esas “nacionalidades”, en este caso la criolla, se convierta automáticamente en enemiga del pueblo, por mucho que hasta ahora haya sido la clase privilegiada.

Esta manera de entender los festejos del Bicentenario es peligrosa porque se basa en la “resurrección” del enemigo histórico. Para Morales los enemigos son ahora las provincias “rebeldes”, desde sus gobernadores y alcaldes hasta la población mayoritaria que los vota, porque piden más autonomía y se niegan a reformar la Carta Magna.

Lo mismo pasa con sus invitados de honor: el venezolano Hugo Chávez, el nicaragüense Daniel Ortega y el ecuatoriano Rafael Correa tienen bien definidos cuáles son sus enemigos: la oposición política, la “oligarquía” empresarial, la prensa independiente, el imperialismo estadunidense, y en general cualquiera que disienta de la línea oficial y de sus respectivos procesos revolucionarios socialistas, ya sea un mando militar, un presentador de televisión, un poeta, etc...

Todos los presidentes del bloque chavista anhelan en el fondo alcanzar el grado de autoritarismo del que presume el otro invitado a los festejos paceños, el vicepresidente de Cuba Jorge Luis Sierra Cruz. Pero para ello necesitarían antes neutralizar a sus oponentes, para lo que tendrían literalmente que pisotear sus derechos y libertades.

Se olvidan que libertadores, como Simón Bolívar, lucharon para que el pueblo gozara de derechos y libertades que ahora, precisamente quienes más lo invocan tratan de arrebatar a muchos ciudadanos.

La estrategia está clara: se avecinan meses de propaganda chavista, en la que se mezclarán símbolos bolivarianos con injusticia del pasado para reivindicar abusos del presente y justificar como única salida al caos el “socialismo o muerte”.

Ya lo alerta en un libro recién presentado en la Casa de América de Madrid, el británico Michael Reid, uno de los mayores expertos en la región, con más de 25 años como corresponsal en Latinoamérica para la BBC, The Guardian y The Economist. En su obra “El continente olvidado. La lucha por el alma de América Latina”, escribe que, 200 años después de los gritos de independencia, la lucha en la región se ha transformado en una “batalla” entre el “populismo autocrático”, que persiguen Chávez y sus discípulos, y en el reformismo democrático que encabezan México, Brasil y Chile.

Más que una batalla entre países o entre los dos bloques lo que está en marcha es una batalla entre la autocracia y el reformismo al interior de algunas naciones, como ya hemos visto en Nicaragua, Bolivia y Venezuela, con la victoria del chavismo, o lo que vemos estos días en Honduras, con un país al borde de la guerra civil.

Esta en juego, efectivamente, el “alma” de América Latina.

 


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