Notas de cañicultura
Escrito por Siul Nagarrab   
Domingo, 30 de Junio de 2019 07:12

altConsabido, este país rajó caña y de la mejor, en cada bonanza petrolera, añadida la de este siglo que solemos olvidar.

Hoy, muy preciado, ayer fue un insulto ofrecer un whisky de ocho años en casa o en cualesquiera tascas que reventaban de gente cada viernes y, peor aún, los días de quincena. 

 
El más extraordinario aporte venezolano a la industria del whisky, además de consumirlo, fue el gestual. Muy típico se hizo campanear el vaso y removerlo con el dedo índice: nadie nos entendería sin este extremo gesto de satisfacción que, en lo personal, puede disgustar, pero hubo de caracterizarnos con una magnífica elocuencia, junto al mesocrático cuadro de caballos o 5 y 6. 
 
El prototipo de bebedor respetable, jamás estuvo dispuesto a ligar tan vital líquido con otros para prenderse como es debido. Por ello, la coctelería era más para las carajitas que para el mero macho goloso de sus éxitos profesionales. 
 
Juan Montala, con catorce años de experiencia, por entonces, jefe de barmans (SIC) del Círculo de las Fuerzas Armadas, refería: "es difícil que el tomador de whisky, se aclimate a tomar este producto mezclado con otros licores", pues, aseguró, "pierde su carácter" (Elite, Caracas, nr 1788 del  03/01/1960). El bebedor y el bebedizo, juntos, pierden su carácter, según lo dicho por el maestro coctelero.
 
Por cierto, fueron frecuentes las denuncias y presiones de sectores de la opinión pública para detener la importación masiva del preciado licor, recordamos. Sin embargo, en las celebraciones decembrinas, todo el mundo se olvidaba del asunto, porque - demostrando poder - el IPFA aseguraba y retiraba el whisky de La Guaira o Puerto Cabello, sin problemas: el honor de las armas nos amparaba a todos.
 
Hasta tres o cuatro años atrás, los comerciantes auspiciaron también sendos cursos para la cata del whisky que tuvo sus seguidores postreros. Solo en un Narco-Estado, ahora pocos pueden consumirlo, con derecho a la pea  y también a la resaca para sentir el peso de los reales invertidos.
 
La cañicultura, sobriamente enfocada (un decir),  aún sin caña, sigue vigente. Quizá el camino irremediable que le queda, sea el de la literatura, pues, por muchos años, saliendo y todo de esta dictadura, será una entera experiencia de nuestra ya incurable nostalgia. 

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