De la desboligraficación
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 18 de Septiembre de 2017 00:02

altTodavía conservamos el volumen afortunadamente adquirido entre los viejos libreros, contentivo de  varias entrevistas realizadas a Alejo Carpentier.

En una de ellas,  remitiéndonos a los ’50 del ‘XX,   versó sobre el empleo del bolígrafo que le evitaba las vicisitudes y percances de la pluma fuente, algo relevante al tratarse de un escritor profesional.

Nos sorprendía que el instrumento fuese tan relativamente reciente, suponiéndolo de principios del siglo pasado. Quizá el bolígrafo comenzó a masificarse en Venezuela a mediados o finales de la citada década , al igual que los zapatos de suela o la harina precocida, frente a la disminuida pluma fuente que quedó relegada por otros años a los documentos públicos, concediéndoles una solemnidad hoy perdida.

Distintas marcas compitieron por nuestro mercado hasta hace poco, ya imposibilitados de traer las herramientas para el rápido trazo o, en todo caso, de importar las materias primas de rigor. Encarecidos, el regreso tan precario a clases, actualiza la galopante escasez de  bolígrafos, plumas, lápices, creyones, marcadores que se suma a los elevados costos de las impresiones digitales, colmándonos con un déjà vu del  irresistible adelanto tecnológico que protagonizamos o dijimos protagonizar.

Ya son muy pocas las dependencias oficiales que proveen del indispensable bolígrafo a su personal que, sencillo, deben adquirirlos de su propio bolsillo, como el profesor que ha de cargar con sus marcadores o quizá con sus tizas para la pizarra a fotografiar por los discípulos que aún tengan un móvil celular de data más o menos reciente. Sin dudas, se trata de un subsidio al Estado mismo del que no sabemos ya de su presupuesto público, si tiene o no contemplado el gasto o da ocasión para una malversación de sus jerarcas.

Desboligraficados, resulta fácil adivinar sus consecuencias.  Antes, de fácil extravío, subestimado por su abundancia, desechado por alguna falla, y, para la contraposición de sendos estatus, garantía de distinción por su diseño y porte,  o desprecio hacia el delincuente que no tenía un genuino puñal a la mano; ahora,  lo echamos de menos y muy atrás queda la marca favorita, pues, un acto tan universal como indispensable en la vida, se anota con lo que tengamos a la mano.

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