Crónicas de la indiferencia
Escrito por Lorenzo Figallo Calzadilla y Heddy Mansilla Moret   
Martes, 22 de Abril de 2014 08:03

altEl autócrata ejerció el mando de acuerdo con sus designios: puso y dispuso según sus caprichos. Nadie se atrevió a contrariarlo en su afán narcisista



La solidaridad con el prójimo debe tener su base firme en el corazón.

Bernardo Kliksberg

Acceso a la salud

Micaela, va caminando lentamente con los hombros encorvados,  como si arrastrara una pesada carga mientras ubica una farmacia, para comprar unos medicamentos debido a ese mal que le han diagnosticado.  Toda una odisea ha realizado en la urgente búsqueda de curarse y seguir viviendo.

El médico oncólogo del centro de salud al cual asiste, le dijo con preocupación "usted tiene un tumor maligno en el seno y está avanzado". Le entregó unas órdenes para comenzar a recibir quimioterapia antes de practicarle la cirugía, la cual lamentablemente, le amputará ese símbolo de feminidad que siempre le ha acompañado.

Comenzó su vía crucis infinito a partir del primer ciclo de "quimio", cuando padeció  una serie de malestares típicos producidos por el tratamiento y sin poder descansar, ha tenido que deambular visitando diferentes centros de salud y organismos públicos,  intentando conseguir la medicina requerida para el siguiente ciclo.

Tiene tres meses esperando, mientras tanto su tumor crece y con éste, sus miedos ante la incertidumbre sobre su futuro e, igualmente el de sus dos hijos de 12 y 15 años, quienes dependen absolutamente de ella. No puede dejar de pensar en su amiga Jacinta, aseadora en un liceo, a quien le encontraron la misma sintomatología  y después de operada no pudo recibir ni quimio, ni radioterapia  durante  seis meses,  porque no tenían los fármacos, ni servían los aparatos del hospital. Cuando por fin pudo hacerlo, era tarde, el tumor había hecho metástasis en el cerebro.  Jacinta, ya no pudo  limpiar más.

Juan Manuel, recorre farmacias intentando localizar las pastillas que controlan la tensión arterial  y el azúcar. La respuesta es siempre la misma: "No hay, tampoco sabemos cuándo llegarán estos remedios".

Micaela, Jacinta, Juan Manuel, al igual que millones de personas en nuestro país, se estrellan contra el muro de la indiferencia de un Estado indolente, al cual le resulta nimio implementar planes efectivos de: prevención, diagnóstico temprano de patologías, dotación de medicamentos, equipos, insumos,  tratamiento y rehabilitación de las afecciones que impactan a la población.

Estamos ante un régimen indolente y farsante, que tan solo hace una puesta en escena de supuestos programas para llevar salud  a todos los sectores con la idea de auto publicitarse, en la práctica todo es una falacia.  Definitivamente, es el ciudadano el gran desamparado ante la indiferencia y ausencia de otredad de una jerarquía gobernante, cuyo fin tan solo es trabajar en sí y para sí.

Muñeco de cera

El autócrata ejerció el mando de acuerdo con sus designios: puso y dispuso según sus caprichos. Nadie se atrevió a contrariarlo en su afán narcisista. Todas sus ansias se las fueron complaciendo. Delante de él los súbditos temblaban. Levantaba el dedo o gritaba y corrían a cumplir con la necesidad emocional del "mandón". Entregó cargos solo por lealtad, los quitaba en caso de que el empleado de turno no cumpliese con sus exigencias. Un mandamás individualista-egoísta, quien fue elevado por la casta de acólitos al status de deidad viviente. Dominó el mundo material del entorno de acuerdo con su antojo, el universo inmaterial se le escapó de las manos, aunque  pretendió también aprehenderlo. "Dios está con la revolución",  expresó como estratagema en varias oportunidades.

Un día sorprendentemente le apareció  a este "gran jefe", una enfermedad la cual lo consumió progresivamente. Los que detentaban el poder junto a él, nunca explicaron realmente, a ciencia cierta el proceso, evolución y lugar exacto donde se alojó dicho mal. La historia médica del paciente, la sociedad en general nunca la conoció. Un día murió irremediablemente como le corresponde a todo ser humano. El lugar exacto del deceso nunca se supo,  posiblemente fue en su país natal o más allá en otras fronteras. Tampoco presentaron acta de defunción al gran público.  ¿Quiénes fueron los médicos y sus nombres?, un manto de tinieblas lo cubre.  Aquel que obtuviese información sobre la situación de salud por otras vías y, además se atreviera a hablar o presentarlas, debía huir. Varias personas fueron perseguidas por revelar "datos secretos”"

Hicieron un gran funeral para velarlo. En ese lugar, no se podían tomar fotos al féretro. Con mucha molestia salió una persona de aquel recinto fúnebre diciendo: "¡Ahí no está él, es un muñeco de cera lo que allí reposa!".

Luego de la desaparición física quedaron en el ambiente muchas dudas. Los regímenes de índole totalitaria basan su hegemonía en el misterio social. El secretismo es política de Estado, no confían en la ciudadanía.  Solo importa el otro como motivación para llegar al poder, de resto la otredad es inexistente. Para estos grupos con pretensiones hegemónicas los miembros del cuerpo social, no merecen ser informados sino exclusivamente  de lo que le interesa al régimen, con la finalidad de robustecer su sistema de azote.  En ese sentido, a la población se le tergiversa el contenido real de la información, enmascaran la realidad, mostrándole únicamente como verdad lo que le interesa al modelo tiránico exteriorizar.

Maleta de comida

Una señora autodefinida como muy espiritual quien vive en una casa confortable, con todos los servicios cubiertos, chofer y otras menudencias  de cierta opulencia, se comunicó urgentemente con su padre en el interior del país. Le imploró  hacerle llegar comida, pues "las guarimbas" cercanas a su casa le impedían hacer mercado para cubrir la dieta básica. Haciendo gala de su egocentrismo, le manifestó a su progenitor encontrarse "prácticamente seca" sin nada de alimentos en medio de aquella hecatombe. El señor extremadamente angustiado por el hambre en ciernes, compró todo lo que pudo pese a la escasez existente a lo largo y ancho del país, para abastecer a su necesitada hija.

Preparó una maleta grande con variados productos, la cual  envió con un familiar quien viajaría en autobús desde aquel lejano lugar hasta la gran ciudad. Una vez en el terminal, caminó el pariente un largo trayecto con la encomienda  salvadora a rastras, pues la valija estaba pesadísima.  Al llegar a la casa y dada la premura alimentaria, llamó inmediatamente a la señora en "estado de sequía", con el fin de avisarle sobre la apremiante solicitud. Discurrieron las fechas y el encargo no fue buscado. El polvo junto a la espera eran la dulce compañía de los alimentos.  Durante largo tiempo no se supo nada de la peticionaria asediada por las "barricadas".

Un día al fin se comunicó la solicitante, diciendo que mandaría  al chofer conjuntamente con una empleada de servicio a buscar la caritativa valija, porque ahora sí estaba urgida, acababa de arribar al país luego de estar cuatro semanas de vacaciones en Aruba.  Enfatizó, encontrarse "realmente seca y a la vez sumamente apurada, saldría al día siguiente para Canadá.  Quería alejarse de la conflictividad social presente por estas tierras y necesitaba airearse de tanto problema visitando  otras latitudes".

Ascensor

Cuando en el ascensor alguien se traslada solo y de repente  se suben un grupo de personas amigas  entre sí, el solitario no sabe adónde fijar la mirada, ni qué hacer mientras se desarrolla  alguna conversación entre los conocidos. Esto le pasó al viejo Manolo hace unos días. Venía del sótano, allí tiene en el maletero su hobby de jubilado: la arcilla. Subía a su apartamento, cuando se montaron en Planta Baja un grupo de personas. Sin dar las buenas noches, solo se escuchó: el 15. De ahí en adelante el tiempo fue eterno; todo era risas, cuentos y "merecidos" regalos. Alguien allí cumplía años. "Salgo a primera hora", manifestó la agasajada dando a entender  cuál era el presente recibido. Los invitados llevaban en la mano sus respectivas botellas de ron con el fin de amenizar  el rato. Manolo quedó pegado a una de las esquinas del elevador. Al salir dijo, "buenas noches", nadie contestó. "El otro no existe", pensó el viejo.

Ticket del estacionamiento

Olivia, se dirige en el centro comercial a pagar su ticket respectivo, recorre toda la cinta azul de tela que bordea la casilla para cancelar por orden de llegada. Casi en el punto de pago, aparece una persona quien levanta la cinta, se introduce por debajo,  parándose inmediatamente frente a la taquilla.  Olivia,  le indica lo indebido de la actitud al desconsiderar a los demás. El abusador manifestó no importarle lo que ella sintiera.


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