De la caída de los árboles
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 23 de Octubre de 2023 00:00

altRealizados los comicios primarios, iniciamos otra etapa en la larga lucha por la reconquista de nuestras libertades.

No obstante, resistimos la tentación de referirlos para no caer con facilidad en los lugares comunes, intentando luego una reflexión un poco más macerada y, en lo posible, diferente.

Además, pendiente por varias semanas, deseamos apuntar hacia un gravísimo problema que no ha tenido las consecuencias políticas deseables. Pesa la generalizada indiferencia a pesar de la calamidad que ha suscitado, incluyendo las oleadas de calor en la ciudad: la desarboladura creciente y penosa de una Caracas de marcado sesgo anti-ambiental, como ocurre con buena parte del territorio nacional sometido a una explotación indiscriminada harto característica del socialismo real. 

Cualquier tempestad, por modesta que fuere, se lleva sospechosamente por el medio aún a los árboles más robustos y sanos. Algo evidente pasa en la metrópoli en la que deliberadamente las autoridades municipales y nacionales han talado, o permitido que talen, con el ejemplo de una hermosa ceiba extraída por completo, desde sus raíces, para facilitar la construcción de un monstrete comercial en El Hatillo, semejante a otro en El Paraíso, al oeste de la gran metrópoli, que desde ya pone en jaque todos los servicios públicos del lugar.

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Intuimos que, en alguna medida, es posible prever o evitar la caída de un árbol de numerosas décadas, o varios siglos. Suponemos que la debida supervisión de los especialistas aportará mucho a nuestra calidad de vida, con las recomendaciones del caso: acaso, una adecuada poda, la curación de troncos y ramales, o la atención de las raíces que permita prever las quebraduras catastróficas, el estremecimiento de los vientos,  la extensión del anclaje subterráneo, o alguna enfermedad decisiva al interior del edificio natural.

Imaginamos que hay un adecuado tratamiento para aquellas piezas que levantan las aceras, implicando una intervención de las mismas, pero resulta inexplicable la caída de un árbol que ni siquiera ha conmovido las aceras mismas.  Creemos que un cálculo parecido puede hacerse respecto a un inmueble de considerable altura, como rebajar la frondosidad de un árbol, ensayar maneras para que el viento lo atraviese cual vistoso rascacielo neoyorkino capaz de mecerse sin caer.

 

 


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