Un futuro retador
Escrito por Alexis Aponte | X: @alexisaponte14   
Martes, 11 de Junio de 2019 00:00

altEl próximo gobierno, sea cual fuere, no va a conseguir ni República (República no existe) ni país va conseguir un territorio.

Un territorio lo más parecido a un espacio minero, en el cual no existen instituciones, autoridad, ciudadanos y gobierno. En Venezuela la destrucción es  inimaginable. Su alcance y profundidad probablemente no es comprendida   por muchos economistas, sociólogos, antropólogos y científicos sociales. Una caracterización de Venezuela la vamos a comprimir en los siguientes párrafos. 

La reconstrucción del país abarcará  todo lo referente a la infraestructura física, el tejido económico financiero, mantenimiento de las vías de comunicación, el sector de servicios en áreas vitales tales como: telecomunicaciones, energía y distribución de agua potable y servicios de aguas negras y distribución de gas doméstico. No hablemos del sector petróleo cuya empresa antes emblemática, PDVSA) es un cascarón endeudado y vacío. 

En el nivel de la superestructura jurídica y normativa, el panorama luce desolador.  Instituciones desacreditadas como el Consejo Nacional Electoral (CNE), el sistema de justicia, tan fundamental en cualquier sociedad y más en democracia, se le ven las costuras que lo grafican como un ente dependiente del ejecutivo y de factores de poder, por lo tanto prevalece la injusticia y la desconfianza en sus decisiones. 

Pudiéramos incluir en la crítica a la Defensoría del Pueblo, Fiscalía y Jueces de Paz, La imagen que reflejan no generan la confianza tan necesaria para que pueda existir la convivencia social propia de una sociedad civilizada.  Lo peor, esa percepción no genera a las autoridades del estado preocupación y menos ocupación. Simplemente,  no importa cómo nos perciben y lo que el ciudadano común piense. Es ignorar al pueblo, porque ciudadanos no somos y a lo mejor nunca hemos sido. 

En el área económica la reconstrucción ha sido calculada por algunos expertos, entre ellos Ricardo Hausmann, quien declaró, que Venezuela necesitaba una ayuda financiera internacional alrededor de 160 mil millones de dólares. Hace un año se hablaba de unos US$ 60 mil millones, y hace tres años calculábamos unos US$ 30 mil millones. Probablemente para el próximo año hablemos de unos US$ 200 mil millones. 

La deuda de Venezuela se estima en unos 160 mil millones de dólares, lo cual abarca deuda soberana en cabeza del estado venezolano, la deuda de PDVSA, que incluye la deuda emitida, el servicio de la deuda en situación de mora, excepto el Bono 2020 con garantía de CITGO, deudas originadas y obligadas a resarcir  por juicios internacionales por causas de las expropiaciones y expoliaciones de empresas y predios agrícolas. Deudas no honradas por aportes de capital en proyectos mixtos y los  pasivos con el gobierno chino y ruso. 

Ahora bien, diseñar un auxilio financiero para Venezuela por parte de los multilaterales, el cual sería complejo por su monto y el segundo auxilio financiero más grande después de la ayuda otorgada a Grecia. Esta ingeniería financiera implicaría una auditoría financiera del país, para eliminar posibles pasivos ocultos, cuantificar la deuda, su vencimiento y condiciones establecidas para su fecha de emisión. Un proceso cuyas etapas incluye negociar la cuantía del préstamo, ofrecer garantías, presentar un plan de recuperación creíble, un plan de repago de la deuda, objetivos de tipo de cambio, inflación, gestión fiscal y crecimiento del Producto Interno Bruto,  y lo más importante, su uso, atendiendo y dando respuestas al cómo, cuándo, por qué y para qué se contrae y se utilizará.

Como latinoamericanos estamos padeciendo la crisis argentina, la cual a pesar de los esfuerzos del gobierno no se ha logrado la estabilización, por el contrario, el país se encuentra en una crisis económica que no se perfila para nada optimista. El presidente Macri, ha aumentado la deuda heredada de Cristina Kirchner en US$ 95 mil millones, la fuga de capitales se ha incrementado, la inflación está por encima del 40% anual y la depreciación del peso argentino está por encima del 120%, ha aumentado el desempleo y el descontento social se incrementa. 

Hemos citado el ejemplo argentino para evitar cometer los mismos errores en el diseño y desarrollo de su plan de recuperación económica: el momento y el gradualismo en la aplicación de los programas de ajuste causaron un gran daño en la implementación de las políticas económicas. La regulación de precios de algunos bienes y servicios para calmar el ruido de los sindicatos,  y lo peor;  el ADN peronista incrustado en la población argentina, han sido nefastos en la arquitectura económica. Esta es una experiencia que no podemos repetir en Venezuela, porque si no estaríamos dilapidando todo el esfuerzo actual y el futuro en erradas políticas económicas. 

El gobierno que le toque suceder a este desgobierno, tiene que aplicar un programa de ajuste macroeconómico estructural como pocos países latinoamericanos lo han experimentado. Tendremos que privatizar empresas en forma expedita,  reestructurar la deuda pública interna y externa, crear incentivos para la inversión privada nacional e internacional, flexibilizar los paquetes de leyes que regulan la actividad económica, realizar una conversión monetaria, recuperar el poder adquisitivo de la moneda, tomar decisiones heroicas sobre las empresas básicas, PDVSA, el sector de telecomunicaciones, energía eléctrica y el servicio de distribución de gas y agua potable y cualquier otro activo propiedad del estado, que bien podría estar en mejores manos. 

Ese gobierno de transición tendrá que tomar medidas medulares estratégicas tales como: sincerar el precio de los servicios públicos, aumentar el precio de la gasolina, liberar precios de bienes y servicios, tasas de interés, libre y transparente mercado  de divisas, liberar el mercado de la fuerza de trabajo. En resumen, es crear mercados y que funcionen y se genere la competencia propia de las sociedades desarrolladas. . 

El tema de la educación es un tema muy delicado y requiere otras cuartillas. Tenemos un sistema educativo divorciado del siglo XXI, del desarrollo tecnológico y del conocimiento tan necesario en este mundo complejo. Requerimos hacer una revolución educativa que vaya desde la familia, el preescolar hasta los post grados. Como colegios y universidades no estamos interpretando los cambios sociales, las necesidades de las empresas y de los educandos. Estamos formando empleados y no emprendedores. Carreras  con períodos de estudios muy largos y totalmente alejados de la realidad que vive nuestra sociedad por lo demás compleja y tecnológica.

Por razones de espacio no vamos a tocar temas como la convivencia ciudadana,  la inseguridad física, los colectivos violentos, paramilitares, guerrilleros ubicados en la frontera y estados estratégicos. En este punto el papel de la Fuerza Armada es relevante, pero también requiere de una gran transformación a lo interno, funcional, operacional, académico e institucional. 

La necesidad de la inclusión social y política tiene que estar en la agenda de ese nuevo gobierno. La creación de oportunidades y desarrollo del ser humano. Fortalecer a la familia como la célula básica de la sociedad y pregonar la necesidad de vivir en base a valores, principios y el trabajo. Tenemos que ser ciudadanos y republicanos en ejercicio pleno de nuestros derechos. 

Como se podrá ver, es todo un reto. Es reconstruir el país, para lo cual se requiere no solamente auxilios financieros, se necesitarán gerentes, capital social, compromiso de todos los actores sociales en remar hacia un solo destino. Se requiere de un gobierno con carácter, autoridad, con un amplio apoyo social e   institucional. Funcionarios públicos con experiencia, talentosos, líderes sociales desprendidos de las tentaciones del poder. Gente que piensen en dejar una huella de realizaciones ejemplarizantes para las generaciones futura. Todo una actividad ciclópea y para hombres de bien. 

Esto es algo más que un plan de reconstrucción y de transición. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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