El gobierno y su inflación como mal público
Escrito por Enrique González Porras | X: @enriquergp   
Domingo, 25 de Diciembre de 2016 13:33

altA estas alturas, con el nivel y crudeza de la crisis económica, social y política en el país, la utilización de la Mesa de Diálogo para ganar tiempo y by-pasear derechos políticos,

civiles y electorales constitucionalmente establecidos que permitirían a la propia sociedad de forma directa buscar soluciones, y el uso equivalente del Consejo Nacional para la Economía Productiva, donde se han elevado una serie de medidas de sentido común en materia económica por parte del sector privado y que por respuesta pública ha tenido la intempestiva y absolutamente negativa medida de retiro del billete de 100 Bs. como uno de los experimentos sociales forzados e irresponsable más desapegado a coherencia y sensibilidad alguna –lesionando a todo un país en su conjunto-; se evidencia que la principal barrera en contra de una senda de bienestar en Venezuela es el propio Gobierno.

Sin tener que apelar a teorías de la conspiración, o si lo que estamos viviendo en Venezuela es producto del desconocimiento en materia económica y de políticas públicas por parte de los responsables de las políticas económicas, si obedece a dogmas ideológicos anacrónicos moralmente débiles y soberbios con evidencia mundial y nacional de su absoluto fracasó, si responde a un problema de miscoordination e inoperancia en la toma de decisiones por parte del conjunto de actores que componen el Gobierno, si responde a la negativa de cambiar el marco institucional que estaría alimentando a toda una “industria” pública de la corrupción, o incluso si constituye una estrategia deliberada y ex profeso; el resultado en materia económica, de bienestar social y desarrollo es el mismo –tremendamente negativo-.

Un Gobierno que no responde a la definición de un Estado Benevolente que tendría por función maximizar el bienestar social, sino que por el contrario impone a la sociedad una situación contra natura del tipo suma cero, donde producto de las acciones públicas se expolia a unos para beneficiar a otros, haciendo a los dos objetivos de política pública –eficiencia y equidad- excluyentes; constituye definitivamente un mal público y una falla de gobierno. Seguir haciendo lo mismo en materia económica, ante la existencia de alternativas de política distintas representa un enorme costo de oportunidad para todos los venezolanos –especialmente para los más necesitados-.

Las encuestas actuales lo reflejan y evidencian, una enorme desaprobación a la gestión de Gobierno, riesgo al que se exponía una gestión pública basada en un modelo expoliador y en ocasiones redistribuidor. El sostenimiento y crecimiento del  bienestar social, obviamente no puede basarse en expoliar; por el contrario debe basarse en esquemas de incentivos en favor de la generación de riqueza y bienestar. Así las cosas, producto de la fuerza de las circunstancias, los venezolanos se han ido reconociendo como dolientes últimos –residual claimants- de las malas políticas públicas y económicas del actual Gobierno.

Toda una hegemonía comunicacional en manos del Gobierno, con el respectivo despilfarro de recursos que ello implica, ha sido utilizada para querer hacer ver que las acciones del Gobierno cuentan con algún grado de coherencia. Venezuela está sufriendo un gigantesco shock negativo externo e interno, fundamentalmente traducido en una depresión del consumo y de la actividad económica –sin mayor posibilidad de continuar compensándolo vía importaciones, ni subsidios-, con magnitudes de tragedia humanitaria.

Aún así, el 14-12-2016 a las 8:30 am fue transmitido un programa en VTV con la intención de querer hacer ver que la crisis es culpa del “siempre necesario” enemigo externo o del sector privado. En dicho programa se insistía en la tesis de la “inflación especulativa o inducida” como ejercicio y abuso de posiciones de dominio, negando cualquier tesis que implique responsabilidad por parte del Gobierno –como si la inflación por su propia definición no constituyera un mal público y su origen y corrección, como veremos más adelante, exclusiva responsabilidad del Gobierno-. Los presentadores del programa de televisión atacaban a los economistas que han llamado la atención sobre la necesidad de estabilizar la economía, tildando de falaz a la teoría monetarista que asoma explicaciones para la inflación. Peor aún, se alegaba en el canal de televisión oficial que cualquier expansión de la Liquidez Monetaria producto de la monetización del déficit fiscal y del exceso del gasto no productivo y sin calidad, debería generar crecimiento y bienestar y no inflación, porque según estos señores así lo santificó Keynes(¿!). Valga decir que ni el propio Keynes se atrevió a plantear absoluta inocuidad en la expansión de la oferta de dinero[1]. Más allá el mecanismo de transmisión de la oferta monetaria hacia la economía que planteará Keynes no es como se planteó en el programa de VTV que una inyección excesiva de oferta de dinero crearía demanda y crecimiento. Keynes planteó que una expansión de la oferta ejerce su efecto por medio de una eventual reducción en el precio del dinero en el mercado –las tasas de interés- lo que pudiera fomentar la inversión, la demanda de crédito y la actividad económica, lo que posteriormente implicaría una expansión de la demanda de factores –permitiendo reducción del desempleo- y una eventual expansión de la demandan agregada. Keynes basaba tal tesis en suponer rigideces en el corto plazo en los ajustes de los precios en términos relativos con la expansión de la inversión. Sin embargo, el propio Keynes destacó que en situaciones de pleno empleo, la expansión de la oferta ejercería impacto directamente proporcional sobre los precios. Lo anterior igualmente aplicaría ante rigideces sobre la actividad económica. Por ejemplo, muy por el contrario a lo que se planteaba en el programa de VTV donde los presentadores asomaban la ingenua y “voluntarista” tesis de que mayor cantidad de dinero serviría como una especie de insumos para adquirir recursos, factores e insumos productivos; el dinero por sí sólo no constituye un insumo o materia prima, especialmente cuando en el corto plazo existe rigidez en la oferta de insumos o en los medios para adquirirlos como por ejemplo vía control de cambio, restricciones al acceso de divisas y a los insumos importados –incluso a los nacionales, cuya producción y oferta han caído de forma ininterrumpida a lo largo de los últimos años-.

Así las cosas, el programa de VTV pretendía hacer ver que el Gobierno estaría perfeccionando, si cabe la expresión, una política de demanda por medio de la expansión monetaria. Más allá, el Gobierno parece apostar a una política de expansión del gasto público y de la oferta de dinero con la ausencia de políticas de oferta, entendidas en su forma menos intrusiva, como una política de competencia, de identificación y levantamientos de las barreras a la actividad económica –¿creyendo que esto no afectará el nivel de los precios y que podría incentivar a la actividad económica?-.

Los problemas básicos tales como políticas fiscales y monetarias erradas, productividad deficiente y restricciones a la competencia son ignorados al pensar que con controles de precios, a pesar de la expansión de la oferta, se puede controlar la inflación. De hecho, ante controles de precios o peor aún ante una inflación de costos con dificultades para realizar el pass-through hacia los precios en un escenario de expansión de la oferta monetaria que reduciría las ganancias de las actividades económicas, y ante una continuada caída en las escalas operativas y la productividad, conjuntamente con continuados decretos de aumento de los salarios; terminarán siendo los trabajadores menos calificados los primeros en perder su empleo[2] –cuando no quiebren por completo las empresas-. En aquellos casos que los aumentos salariales no tienen su contrapartida en un aumento de la producción de bienes, esto es, en un aumento equivalente de la productividad del trabajo, es, en efecto, otro factor que induce a la creación de dinero inflacionario[3].

Expliquemos unos temas fundamentales asomados por el oficialismo cuando pretenden achacar responsabilidad al sector privado sin que tales tesis cuenten con microfundamentos o coherencia alguna y a su vez veamos cómo la pérdida de aceptabilidad de la moneda por el mal desempeño de sus funciones y poca credibilidad hacia la misma envilece el signo monetario –problema que en su origen y la responsabilidad de corregirlo resulta estricta competencia y obligación del Gobierno, los responsables de la política fiscal y monetaria:

1.- La inflación no es un tema especulativo: creemos oportuno tener claro, cuando menos una definición o aproximación inicial a qué se estaría refiriendo el término inflación, para no confundir cualquier movimiento de precios con la inflación. En palabras de Joaquín Sánchez Covisa[4]: “es importante subrayar que se trata de un aumento general de los precios y no de un aumento cualquiera de alguno o algunos precios. En efecto, en una época como la actual, en la cual la inflación tiene afortunadamente mala reputación –pese a lo cual no se lucha casi nunca eficazmente contra ella-, es corriente acusar a cualquier aumento de precios de aumento inflacionista. Ello es ciertamente falso. En una economía dinámica, en la cual varían incesantemente la tecnología, los ingresos y preferencias de los consumidores y la disponibilidad de los diversos recursos productivos, los precios tienen que estar sometidos a constantes modificaciones relativas. Unos tienen que subir y otros tienen que bajar. Esas bajas y esas alzas son variaciones naturales y saludables, que tienden a asegurar la racionalidad y el equilibrio del sistema. Lo que caracteriza la inflación no es el hecho de que suban uno, varios o muchos precios. Es el hecho de que suba la generalidad de los precios. Es el hecho de que suba esa magnitud estadística abstracta, que no es por otra parte nada fácil de determinar,maque llamamos el nivel general de los precios y simbolizamos ordinariamente con un índice general. Ahora bien, así como el precio no es más que la estimación del valor de una mercancía en términos de dinero, el valor recíproco del precio es evidentemente la estimación del valor del dinero en términos de la correspondiente mercancía[5].”[6] Tal definición asoma que la inflación no es el caso puntual de precios en una mercado producto específico, sino un fenómeno generalizado, que transversalmente afecta a todos los mercados y sectores de la economía –es decir un mal público y generalizado, donde oferentes y demandantes resultan negativamente afectados y eventualmente terminaría beneficiado quien fomenta la inflación o el responsable de sus causas, como veremos más adelante, por monetizar el déficit y gasto público, y/o constituir responsable de la pérdida de confianza y aceptabilidad de la moneda: el Gobierno-.

Basados en la teoría microeconómica, a continuación presentaremos una serie de argumentos que explican por qué la inflación no constituye ni podría constituir un fenómeno especulativo producto del abuso de la posición de dominio de todas y cada una de las empresas que componen una economía:

1. Resulta imposible, inviable e insostenible una especie de tesis de cartel a lo largo de todos los sectores económicos, especialmente cuando puede existir conflicto de intereses entre los distintos estadios de la cadena de valor, diferentes poderes de negociación entre ellos, o por el otro lado complementariedad entre estos y en consecuencia comprensión que deben evitar poblemas de doble-marginalización.

2. Las instancias regulatorias y administrativas deberían agotar un test económico básico respecto al ejercicio de poder de mercado consistente en corroborar si las empresas en términos reales están presentando mayor rentabilidad en el escenario de recesión económica que en uno de expansión –lo anterior evitaría asumir posiciones espurias como la de la inflación especulativa-. Por lo general, las rentas de escasez se descreman en los mercados paralelos, donde los productores y oferentes primarios no participan. De hecho un test económico-jurídico internacionalmente utilizado para constatar el abuso explotativo de una posición de dominio vía manipulación de los factores de producción –por ejemplo restricción de la oferta- es comprobar si producto de una deliberada restricción de la oferta se estaría generando mayor beneficio –test que difícilmente encontraría constatación en el caso venezolano, donde muchas  empresas difícilmente están pudiendo cubrir su break-even-point-.

3. En sintonía con el punto anteriormente expuesto, tendría que valorarse la inflación de costos, así como los inhibidores que han ralentizado la actividad económica en el país antes de asomar una tesis de guerra económica y de inflación especulativa.

4. La tesis gubernamental de inflación especulativa o inducida no cuenta con microfundamentos. Ni siquiera en un escenario de un monopolio natural, la empresa posee incentivos para aumentar los precios intertemporalmente y de forma irrestricta. Incluso un monopolio natural fijará el precio de monopolio en un período dado y no a lo largo de varios periodos debido a que la primera estrategia es un equilibrio de Nash mientras que la segunda una estrategia dominada –para que esperar mañana para fijar precio de monopolio si podría fijarlo hoy, lo contrario implica no actuar como un agente maximizador de beneficio-. Lo anterior significa que si usted puede fijar un precio de monopolio lo fijará hoy y no esperará día tras día para ir aumentando el precio hasta llegar al precio monopólico. Asimismo, ninguna empresa, ni siquiera un monopolio natural con poder de mercado aumentará sus precios a niveles superiores al precio de monopolio porque mayor será la pérdida asociada a ingresos no realizados sobre la demanda supramarginal que deja de demandar el bien que los ingresos adicionales producto del descreme de mercado sobre la demanda inframarginal cautiva. Lo anterior significa que ninguna empresa puede aumentar infinitamente sus precios porque llega un momento en el cual la gente deja de comprar el producto. En este sentido, debido a que la inflación por definición es el incremento intertemporal de los precios, jamás podrá ser producto del aumento irrestricto e intertemporal de precios por parte de las empresas como ejercicio de poder de mercado porque no existen incentivos para ello y no constituye un equilibrio de Nash.

5. En el caso que supongamos que los precios en un mercado son monopólicos, un ajuste regulatorio de los precios monopólicos constituiría una simple corrección de nivel y no de tendencia por lo que resultará inocuo respecto a la inflación o a la tendencia de crecimiento intertemporal en el nivel de los precios. 

 6. Exceso de Liquidez, Precios Relativos –especialmente el del dinero-, Aceptabilidad del Dinero

 


Los economistas clásicos, a través de la ecuación de cambio –P*Q=M*V, donde P es el nivel general de los precios, Q el total de la cantidad de bienes y servicios, M el stock de dinero y V la velocidad de circulación del dinero- y de la teoría cuantitativa del dinero, plateaban que existiendo flexibilidad en los precios, tanto de bienes como del salario, los cambios en la oferta de dinero no afectaría a las variables reales, sino que sólo generaría un ajuste idénticamente proporcional en los precios.

Así como los economistas clásicos, los monetaristas modernos enfatizaron que el dinero juega un rol en cada transacción. Pero a diferencia de los clásicos, los monetaristas consideraron al dinero no sólo como un medio de cambio sino asimismo como un bien valioso demandado por los agentes económicos, así como podrían estar demandando otros bienes y destinando parte de su patrimonio o presupuesto para demandarlos. El dinero resulta valioso porque éste facilita las transacciones y porque constituiría una alternativa para mantener o expresar la riqueza o el patrimonio. Por ejemplo, los hogares tomarán sus decisiones respecto a cuánto de su riqueza, patrimonio o ingresos destinarán en la forma de vehículos, ropa, activos fijos, activos financieros o efectivo. En este sentido, el dinero sería demandado debido a una serie de beneficios que le reportaría al demandante según las funciones que desempeña.

Milton Friedman afirma, “utilizando un símil médico, cabe hacer unas cuantas indagaciones en torno a la inflación. Primero, ¿cuál es la causa de la enfermedad? Segundo, ¿cuál es su remedio, si es que lo tiene? Tercero, ¿cuáles son sus efectos secundarios que el tratamiento puede tener? Y, por último, ¿qué ocurrirá si dejamos que el mal siga su curso? ¿Será peor el remedio que la enfermedad?”[7] Según Friedman serían tres las causas de la inflación, cada una de ellas una fuente y forma de introducir exceso de liquidez o de dinero sin respaldo en valor real o productividad a una economía. La primera en la que los gobiernos, obligados a gastar, no se atreven a elevar abiertamente las cargas impositivas, recurriendo al impuesto encubierto de la inflación. Asegura Friedman que la inflación es un tipo de impuesto muy particular. Se trata de único tributo que puede ser introducido sin que nadie deba refrendarlo mediante su voto. Ningún congresista se vio en la necesidad de levantarse y decir: yo voto por la inflación.[8] La segunda causa sería el compromiso que los gobiernos suelen asumir actualmente de dar trabajo a cuantos deseen obtenerlo, es decir, la denominada política de pleno empleo. La tercera causa aludida por Friedman son las erradas políticas aplicadas por la banca oficial, de incremento de la oferta monetaria con la intención de mantener bajo el precio del dinero. Friedman circunscribe las fuentes y vicios de la inflación afirmando que la inflación no es un fenómeno capitalista ni comunista, sino el efecto del empleo desconsiderado de la máquina de hacer billetes.[9]

La escuela austríaca realiza una crítica a los monetaristas que consiste en señalar que estos últimos no desarrollaron una teoría endógena de la demanda del dinero, sino que basaron su preocupación por la inflación exclusivamente por el lado de la oferta de dinero y no por el lado de la demanda del dinero, donde las expectativas, la aceptabilidad y preferencia o proporsión por el dinero como activo o expresión de la riqueza, atentaría contra este en lo que a los precios relativos se refiera.

 

Al dinero se le asigna tres funciones fundamentales y con base a estas se le demandaría:

 

1.- Unidad de cuenta para poder traducir en una misma unidad la valoración de distintos bienes y servicios, y poder realizar algún nivel de comparación, valoración y tasación relativa.

2.- Medio de Cambio que permitiría, gracias a su aceptabilidad, multiplicar los intercambios y transacciones sin tener que depender de las doble-coincidencias y/o el trueque.

3.- Reserva de Valor, lo que implica que el dinero que no conservé su valor a lo largo del tiempo, no poseerá el atractivo para que la gente lo posea, incluso para la simple función transaccional, especialmente si su valor se pierde a una velocidad extremadamente rápida. La aceptabilidad de un bien utilizado como dinero es lo que lo hace dinero, en la medida que sus funciones se pierdan o desdibujen, su aceptabilidad se verá lesionada.

Dentro de la aceptabilidad del signo monetario, especialmente más allá del patrón oro o la moneda-mercancía, la expresión relativa de los bienes con respecto al dinero y viceversa, entendida como los precios, se ajustan dependiendo de la percepción y confianza que el mercado otorga al dinero, así como a la escasez relativa de estos, y a la aceptabilidad que otorguen al dinero por su buen o mal desempeño como reserva de valor, medio de pago y de cambio. Así las cosas, la teoría monetarista de la inflación constituye una explicación de la inflación en la medida que el dinero –especialmente el de curso legal o FIAT Money- aumente su número, más allá de acompañar al nivel de actividades económicas y de la transacciones en una economía determinada. La escasez relativas de bienes y servicios distintos al dinero aumenta en la medida que este último aumente..

Joaquín Sánchez Covisa lo plantea de la siguiente forma: “Toda economía en crecimiento es una economía en la cual aumentan progresivamente el producto y el volumen de sus transacciones reales. Ese aumento del producto y de las transacciones requiere, si los precios no son plenamente flexibles, un aumento del circulante. El aumento del circulante, que viene simplemente a satisfacer y compensar ese crecimiento del producto y de las transacciones, no tiene, en sentido estricto, carácter inflacionario.[10]

En este orden de ideas, la Liquidez Monetaria (M2) ha crecido a lo largo de los últimos diez años en 8.124%, mientras que el PIB total ha crecido sólo 9,14% y la población venezolana ha crecido en 17% a lo largo del mismo periodo de tiempo (2006-2016), lo que implicaría un decrecimiento del PIB per capita. A lo largo de los últimos 10 años, si bien la producción de bienes y servicios ha disminuido en términos volumétricos per capita, la Liquidez Monetaria se ha multiplicado más de 82 veces.

Vale acotar que toda vez que la inflación se estima o calcula por medio de una metodología que utiliza una cesta tipo, que podría en ocasiones subestimar el verdadero valor de la inflación, especialmente cuando se incorporen a esta cesta productos sometidos a controles de precios y el levantamiento de información se basa en estos precios congelados o en la fuente primaria de oferta; se subestima los valores y precios en los mercados negros y paralelos. Adicionalmente, puede existir una inflación reprimida y/o subestimada, evidenciada y materializada en la presencia generalizada de colas, mercados paralelos, intercambios en mercados no primarios ni formales, el contrabando, etc. Normativamente constituye un error desconocer al sistema de precios y al nivel de estos como un resultado de situaciones específicas de mercados, y generales de la economía, pretendiendo hacer como un fin último la manipulación de la inflación oficialmente estimada, forzando precios bajos en una economía a través del simple sistema de eliminar o condenar a la desaparición de productos del mercado –esto es lo que hace el control de precios-[11]

La escuela austríaca como mencionáramos va más allá a la tesis de la oferta excesiva de dinero y pone el protagonismo al valor y aceptabilidad del medio que funge como signo monetario. Friedrich Hayek destacaba que si bien el tendedero estaba en lo correcto cuando pensaba que su prosperidad dependía de la venta de los productos que exhibe en su escaparate; esto no autorizaba, ni a Keynes ni a nadie, a decir que la prosperidad de una nación depende del volumen de su demanda porque esta falaz idea ha sido siempre y sigue siendo hoy el origen de todas las inflaciones del crédito bancario que nos aquejan desde ya mucho tiempo[12]. La escuela austríaca señala que la teoría del dinero necesita primero de una teoría de la capacidad que tienen los bienes para ser intercambiados por otros y que el fallo a la hora de tener esto en cuenta adecuadamente en la explicación del intercambio, no sólo es una laguna lamentablemente de nuestra disciplina científica sino una de las causas del retraso de la teoría monetaria. Asimismo denuncian que el núcleo de la macroeconomía moderna está contaminado por el nominalismo monetario que Keynes ayudó a difundir por todo el mundo como ningún otro economista[13].

Al respecto Juan Ramón Rallo señala que desde los tiempos de David Ricardo, los economistas habían estado luchando infructuosamente con este problema porque, en efecto, no hay en el mercado un solo bien o un conjunto de bienes cuyo poder adquisitivo del resto permanezca invariable en todo el tiempo y lugar. Si como la unidad de longitud, el metro, o la de peso, el kilo, pudiéramos disponer de una unidad o patrón de valor que tuviera un valor de compra invariable, habríamos dado un paso de gigante para racionalizar el cálculo económico. Ni siquiera el oro o la plata lo consiguieron , pero los soberanos que acuñaron estos metales nunca pudieron degradar este dinero como hacen hoy algunos pocos gobiernos con el papel-moneda inconvertible (FIAT Money).

Los gobiernos no puede gastar sin recaudar, y no se puede recaudar sin que se genere valor y riqueza; de lo contrario cuando el gasto del Gobierno no está acotado y se monetiza se genera inflación. Así las cosas, la dirección causal y de viabilidad es contraria a la keynesiana y a la oficialista que profesa que producto del crecimiento del Estado y del Gobierno, multiplicando empleos burocráticos no productivos ni que generan valor ni riqueza, desplazando al sector privado; se controlará la inflación y se creará actividad económica productiva.

Visión Subjetivista de la Moneda FIAT[14]

Visto desde otra perspectiva, la moneda FIAT representa una deuda fiscal del propio Estado ante el ciudadano y un crédito fiscal del ciudadano contra el Estado. Es decir, más allá de la necesidad transaccional del dinero, los agentes económicos propenderán a poseer dinero –en vez de otros activos mejor remunerados- en la medida que lo requieran para cumplir con las obligaciones fiscales. Así en un principio podría asumirse que basada en esta necesidad por parte de los agentes económicos, el Estado podría emitir dinero, que cuando menos al momento de cancelar los compromisos tributarios, habría que demandarla.[15]

Si el importe de los tributos cobrables a corto plazo coincide con el de la moneda creada, el proceso será equivalente a si el Estado hubiese recaudado los tributos en especie (en lugar de hacerlo directamente lo hará indirectamente y con una cierta antelación). Si el Estado crea más moneda FIAT de la que pretende recaudar en corto plazo –valga considerar la emisión de billetes y monedas más el grado de creación de dinero que permita la política monetaria a la banca-, habrá ciertas cantidades de esa moneda que deberán permanecer en el balance de algunos agentes económicos y que, como toda deuda, podrán ser objeto del tráfico mercantil. En tal caso, el FIAT Money, como activo financiero que sería (crédito fiscal ante el Estado), poseerá un precio de mercado. Sin embargo, en el caso del FIAT Money como activo financiero, coincide la unidad de cuenta con su valor facial, no podrá cotizarse con descuento o con prima respecto a sí misma. De allí que sus variaciones de valor se terminan reflejando en el precio del resto de bienes y servicios contra los que se intercambie (por lo que si el FIAT Money se deprecia, habrá inflación; y si se aprecia, habrá deflación)[16]. Sirva lo anterior por cierto para reflexionar sobre lo incoherente de la tesis de la inflación especulativa o inducida.

El valor del dinero FIAT dependería, como en el de cualquier otro activo financiero, de su oferta y de su demanda. Como planteáramos anteriormente, los monetaristas apegados al enfoque de la oferta plantean que si existe inflación es porque la cantidad de gasto total supera la producción presente de bienes y servicios.

Por el lado de la demanda, la cantidad de bienes presentes que los inversores estarán dispuestos a entregar para adquirir FIAT Money y mantenerla entre sus saldos de tesorería durante un determinado período de tiempo dependerá dependerá de la cualidad de este como activo. El nivel de demanda de dinero dependería de por un lado la propensión marginal al ahorro y por otro lado la rentabilidad neta del mismo. La propensión marginal a ahorrar hace referencia al porcentaje de su renta que los agentes económicos desean conservar en forma de activos financieros. En la medida que el Estado imprima más FIAT Money que el porcentaje de la renta de los agentes económicos desean ahorrar, no mantendrán ese dinero recién impreso en sus saldos de tesorería sino que procederán a enajenarla –cambiándolo por bienes de consumo o activos fijos-, contribuyendo a hacer subir los precios de bienes y servicios, debido a un aumento en la velocidad de circulación del dinero. Por su parte la rentabilidad de un activo financiero haría referencia a la tasa de retorno que esperaría recibir un inversor por encima del costo de oportunidad de invertir en otro tipo de activo. Lo primero que habría que decir es que la tenencia de monedas y billetes no reportaría rentabilidad, intereses o cupones como lo haría otro tipo de activo financiero, ni beneficio más allá de que se produzca deflación o el beneficio derivado de evitar los riesgos financieros de otros activos financieros. De hecho, en economías inflacionarias el dinero, billetes, monedas y el ahorro pueden, como de lo hecho lo hacen en Venezuela, reportar tasas reales negativas. Juan Ramón Rall[17]o asegura que para que el FIAT Money pueda prestar el servicio de liquidez, será necesario que mantenga su valor y, para ello, la oferta de dinero no deberá exceder su demanda –obviamente lo contrario aplica igualmente, es decir ningún sentido tendría como inéditamente se ha hecho en Venezuela que se colapse al sistema de pago por primero ser insuficiente el stock de billetes y monedas para los niveles de precios de bienes y servicios y segundo, se retire el billete de mayor denominación sin reposición alguna-. La liquidez del dinero proviene de su aceptabilidad y preferencia por mantener una proporción de la riqueza en este tipo de activo.

El valor real del FIAT Money, al igual que el de cualquier otra deuda, no es independiente del nivel general de precios –recordemos que se encontrará denominada en el signo monetario-. Así como la inflación diluye el valor real de cualquier deuda, también diluye el valor de las deudas fiscales representadas como FIAT Money.

Juan Ramón Rallo asegura que en definitiva la demanda del dinero dependerá de, por un lado, la aversión al riesgo y la preferencia por la liquidez de los ahorradores y, por el otro lado, la capacidad y credibilidad del Estado para estabilizar a corto, mediano y largo plazo el valor de la moneda.

En este sentido, el Gobierno tendría dos alternativas de política. La primera una política fiscal y monetaria ortodoxa de equilibrio. Y la segunda, una carrera de gasto, monetización del déficit y emisión de dinero, pretendiendo ganarle la pelea a la pérdida de poder de valor del dinero.

 

Modelo de Demanda Endógena del Dinero como Explicación Microeconómica del Envilecimiento del Dinero (más allá de la teoría monetarista y de la recolección del billete de 100 Bs.)

Antes del final de los años ochenta, la teoría económica reconocía la importancia del dinero como medio de pago, reserva de valor y unidad de cuenta para facilitar las transacciones voluntarias más allá de la situación de doble-coincidencia del trueque, permitiendo expandir las actividades económicas y comerciales y la generación de mercados, riqueza y bienestar.

Sin embargo, hasta que los economistas Nobuhiro Kiyotaki y Randall Wright en 1992  publicarán su documento de trabajo "Acceptability, Means of Payment, and Media of Exchange", se asumía que el dinero mientras resguardara la calidad de sus funciones, sería aceptado y fungiría como medio de cambio.

El envilecimiento de nuestro signo monetario, está vulnerando su aceptabilidad y por tanto explicando la sustitución del mismo por algún otros "objetos" o activos que cumplan mejor sus funciones de resguardo de valor y medio de cambio, el dólar y ciertos activos fijos. Sin embargo, aún cuando los dos primero constituyen FIAT Money o dinero de curso legal en cada uno de sus países, en el primero de los casos por destruirse su función de reserva de valor, las personas no lo perciben como un buen medio de cambio y “más de hecho que de derecho” lo han intentado sustituir por el dólar.

El papel moneda es aceptado como medio de cambio no sólo por una imposición legal, sino por la confianza que inspire, toda vez que no suele poseer utilidad intrínseca alguna. Aquí radica la diferencia entre el dinero commodity -como el oro- y el Fiat Money como el papel moneda.

Adicionalmente, en el país las tasas pasivas reales negativas han desincentivado el ahorro. La abundancia relativa del bolívar respecto a otros bienes y la inflación ha llevado a algunos sindicatos de empresas públicas y privadas a asomar la posibilidad y la preferencia de que sus pagos se realicen en los bienes que producen más que en dinero.

A continuación presentamos un modelo teórico que explica cómo una sociedad que en promedio percibe al dinero como un mal dinero, podría terminar rechazándolo como medio de pago y probablemente buscando un mejor sustituto, como muchos agentes económicos en Venezuela lo están haciendo independientemente que requieran comprar insumos o materia prima importada, porque en muchas ocasiones nos estamos refiriendo a consumidores finales. Lo anterior deprecia al signo monetario de curso legal.

El siguiente modelo teórico explica la determinación endógena de la aceptabilidad, propiedad necesaria en un buen medio de cambio.

Un medio de cambio es un objeto que es tomado por cambio o pago, no por sí mismo, ni por sus características intrínsecas, ni para ser consumido, sino para ser intercambiado nuevamente por un bien en el corto, mediano o largo plazo. Si bien los libros textos de economía reconocen ciertas características intrínsecas deseables a los medios de cambio, como serían durabilidad, que sean manejables, que puedan guardarse y manipularse con relativa facilidad y a bajo costo, que resulten reconocibles, divisibles, etc.; una propiedad fundamental es que puedan ser liquidados, intercambiados o más precisamente aceptados. Podríamos definir la aceptabilidad de un objeto como la probabilidad de que el mismo sea aceptado por otros agentes económicos a un precio determinado.

Consideremos una economía con un elevado número de agentes económicos que viven infinitamente y un elevado número de bienes de consumo perfectamente guardables y/o no perecederos, con la propiedad de que cada agente económico consume una fracción x de los bienes y cada bien es consumido en la fracción x por los agentes económicos. Supongamos que todos los bienes son producidos por un número equivalente de agentes económicos pero cada agente no produce bienes que pueden consumir el mismo. Estos bienes son indivisibles y se expresan en unidades de tamaño unitario.

Cuando un agente económico consume una unidad de un bien, recibe una utilidad expresada por u e inmediatamente produce un nuevo bien con un costo en términos de desutilidad igual a c. Los agentes económicos no pueden producir antes de consumir.

Podemos asumir que se ha dotado aleatoriamente a un conjunto de agentes económicos con bienes de consumo y al resto con un objeto sin valor intrínseco que llamaremos dinero.

Así las cosas, denotaremos a M como la fracción de agentes económicos dotados con dinero, asumiéndolo como un objeto igualmente indivisible y del cual se ha dotado a los agentes económicos respectivos con una unidad.

Los agentes económicos se encuentran o se enfrentan de forma aleatoria y bilateral una sola vez por periodo y transarán si y solo si resulta mutuamente beneficioso. Aun así, existe un costo transaccional en términos de desutilidad, que denominaremos ε, en el que incurre cualquier agente que reciba producto de un intercambio un bien de consumo. Por simplicidad asumiremos la inexistencia de costos transaccionales por aceptar dinero, aun cuando este supuesto no es restrictivo.

El modelo busca determinar un equilibrio o múltiples equilibrios de Nash en las estrategias de transacción entre los agentes económicos, por medio de las cuales cada agente económico escoge si intercambiar o no con la intención de maximizar su utilidad neta esperada descontada de consumir, y posteriormente producir menos el costo transaccional –tomando las estrategias de transacción del resto de los agentes económicos como dadas-. Este modelo busca estados estables de equilibrio donde no cambian las premisas a lo largo del tiempo y los agentes económicos son idénticos entre sí.

Los eventuales equilibrios candidatos en este tipo de modelo tienen la propiedad de que los agentes económicos intercambian un bien por otro, si y solo si el último constituye un bien para su consumo. La razón de esto radica en que cuando otros agentes económicos están tratando los bienes de forma simétrica, la aceptabilidad de todos los bienes es la misma, por lo que no existe ventaja ni beneficio alguno de intercambiar un bien por otro salvo que el bien recibido sea utilizado para el consumo. Una vez que existen costos transaccionales, los agentes económicos no intercambiarán bienes por otros que no vayan a ser consumidos y en consecuencia generar una utilidad neta positiva.

Es así como en nuestro equilibrio en consideración o candidato, los bienes no serían utilizados como medio de cambio, por lo que no existiría un bien haciendo de dinero; siendo que el dinero fiduciario o nuestro objeto denominado dinero podría continuar actuando como medio de pago (casualmente lo que veremos es la consistencia del dinero de curso legal como medio de cambio).

Adicionalmente, el hecho que los agentes económicos no acepten bienes que no consumirán significa que la aceptabilidad de cualquier bien de consumo es x, una vez que x es la probabilidad con la cual cualquier bien es uno que de forma aleatoria consumirá el agente económico. Es así como la probabilidad de que se produzca una doble-coincidencia y en consecuencia un trueque es igual a x^2.

 

Supongamos que un agente representativo acepta dinero con la probabilidad π cuando el resto los acepta en promedio con probabilidad П. Este modelo propuesto por Kiyotaki y Wright[1] pretende determinar la aceptabilidad del dinero, entendida como la probabilidad de que este sea aceptado. Lo anterior se realiza por medio de la determinación de los pagos que recibe el agente económico tipo y a partir de estas definiciones encontrar la escogencia óptima del agente económico de π o la mejor respuesta, dada П.

Definiremos a Vc y a Vm como los pagos o utilidades respectivas esperadas cuando un agente económico posee un bien de consumo o dinero respectivamente al inicio del periodo, descontadas por periodo por β.

Cuando un individuo inicia un periodo con un bien, adquirirá un bien de consumo al final del periodo si y solo si se encuentra con otro agente económico con un bien y ocurre una doble-coincidencia –cada quien está interesado en el bien que posee el otro agente-. Lo anterior ocurre con probabilidad (1 – M)x^2. Esta situación le generaría al agente económico una utilidad de U=u-ε-c, cuyo resultado asumimos positivo para que se perfeccione la transacción voluntaria.

La siguiente opción para aquel agente que inicia el periodo con un bien es encontrarse con un individuo con dinero y este desee el bien, transando y terminando el primero con dinero. Esto ocurriría con probabilidad Mxπ. En este caso el agente obtendrá por utilidad el pago en términos esperado y descontado de iniciar el periodo dotado de dinero, es decir Vm.

Por último, la tercera posibilidad consiste en finalizar el periodo con el bien con que inició el periodo por no encontrarse con ningún agente económico que desea transar. Esto ocurriría residualmente con probabilidad (1-Mxπ). La utilidad o pago que recibirá este individuo al finalizar con el bien de inicio es el beneficio esperado descontado de iniciar un periodo con un bien, es decir Vc.

Así las cosas, el pago esperado y descontado de iniciar con un bien el juego es:

 

Vc=β[(1 – M)x^2U + MxπVm + (1 – Mxπ)Vc]

De forma equivalente, cuando el agente económico representativo inicia el periodo dotado de dinero, adquirirá un bien de consumo al final del periodo si y solo si se encuentra con un agente económico con un bien de consumo y con deseos de comerciar; lo que ocurriría con probabilidad (1 – M)xП. En este caso recibirá por pago la utilidad de haber consumido en bien de consumo y Vc de terminar produciendo un bien con el cual iniciará el próximo periodo del juego. Toda vez que la otra posibilidad que tiene un agente económico que inicia el periodo con dinero es que continúe con su dinero, la probabilidad de que esto ocurra es igual a uno menos la probabilidad de que transe, es decir [1 – (1 – m)xП]. La utilidad de terminar con dinero es la utilidad esperada descontada de iniciar el periodo siguiente con dinero nuevamente.

Así las cosas, el pago esperado y descontado de iniciar con dinero el juego es:

 

Vm = β[(1 – M)xП(U+Vc) + [1 – (1 – M)xП]Vm]

Si bien este es un juego multi-equilibrio de Nash –donde П=1 y П=x son los otros dos equilibrios posibles-, lo que queremos significar es que en Venezuela, ocurre lo que predice el modelo: cuando un dinero, por más que sea impuesto como unidad monetaria de curso legal, resulta un mal dinero, no hay mayor esperanza que sirva como medio de cambio. Parte de este razonamiento explica una dolarización de facto y “de hecho más que de derecho” o como política pública de Estado.

Así las cosas podemos preguntarnos: ¿de quién es exclusiva responsabilidad de la política de emisión de dinero de curso legal, quién es responsable de la política fiscal y quién es el responsable de desplegar una política monetaria expansionista?

 

Conclusión

Se ha asomado suficientemente que tanto el exceso de oferta de dinero con respecto a las necesidades transaccionales o de tesorería de los agentes económicos, como el grado de expectativas respecto a su resguardo de valor, su liquidez y aceptabilidad; afectarán su expresión como unidad de cuenta, pudiéndose depreciar en términos relativos vía precios, generando inflación como mal público pero nunca como una acción unilateral de un agente económico.

Adicionalmente y de forma especial para el caso venezolano aplican otras causas inflacionarias o de depreciación del bolívar respecto al resto de bienes vía incremento de los precios relativos. Por un lado, el efecto desplazamiento del gasto público en contra de la inversión privada –productiva y que sí genera bienes y servicios, así como valor y riqueza-, manifiesto en la baja intermediación directa de la banca y su empapelamiento público.

Por otro lado, la inexistencia de un efectivo fondo de ahorro y de estabilización macroeconómica que evite un exceso de monetización de los ingresos petroleros, aunado a la desaparición de mecanismos efectivos de esterilización del dinero, ante el boom de ingresos petroleros han introducido y represado una cantidad de Liquide Monetaria que ha presionado a los precios internos. El perverso control de cambio, manteniendo sobrevaluada nuestra moneda, desincentivando la producción interna, permitiendo importaciones a dólares preferenciales, y limitando la esterilización del dinero a referentes cambiarios superiores; han creado la tormenta perfecta contra nuestro signo monetario.

Adicionalmente, tal cual como lo denuncia Juan Ramón Rallo, gobiernos paternalistas podrían tener la tentación que ante fenómenos inflacionarios, la estrategia que apliquen sea acelerar la emisión e introducción de dinero inorgánico para intentar recuperar su capacidad real de gasto e impacto político de este gasto público. De hecho, podría pensarse que efectivamente durante muchos años de la revolución ésta fue la estrategia de política de cuyos polvos, vienen estos lodos inflacionarios.

Sin embargo, y muy contrariamente a lo expuesto en el programa de VTV, en la actualidad, con la medida de retiro intempestivo de los billetes de 100 Bs. -medida defendida por algunos diputados oficialistas como una política de retiro de efectivo para bajar la presión inflacionaria, o defendida por una ministra que festejó la disminución momentánea del tipo de cambio paralelo como “evidencia” de éxito de la medida- el Gobierno instrumentó una política típica de choque de corte monetarista. Lo anterior independientemente de la lesión a toda la economía, al colapsar a todo el sistema de pago y transaccional del país, y de celebrar efectos de corto plazo que poco afectará a las expectativas a mediano plazo. El Gobierno de Maduro habría seguido y aplicado la recomendación de Milton Friedman de una política ortodoxa de choque de restricción abrupta de la oferta de dinero. Sin embargo, sin ningún credible commitment, compromiso creíble o amarre a regla alguna de que no continuará en el futuro la monetización del déficit público, mucho menos que se esté enviando señales coherentes a los agentes económicos para que formen expectativas en favor del signo monetario.


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Notas

 [1] James D. Gwartney: Economics Private and Public Choice. 1976. Página 226.

[2] Robert L. Schuettinger: 40 Siglos de Control de Precios. 2ª Edición. Ediciones Consecomercio. 1983.

[3] Joaquín Sánchez Covisa: La Inflación, Conceptos Generales. Covisa. CEDICE. 1987.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Un enfoque interesante sobre los niveles de precios, no generalizados, sino por sector, incluso en casos extremos como el de monopolios naturales es el planteado por Richard Posner, académico perteneciente a la conocida Escuela de Chicago, quien plantea que el mejor esquema de incentivo para la entrada y disciplina de competencia en los mercados son los precios, los que constituirían la primera señal o invitación de entrada de nuevos oferentes de existir rentas extracompetitivas (Ver Richard Posner: Antitrust Law. Second Edition. The University Chicago Press. 2001).

[7] Milton Friedman: Paro e Inflación. Edición Nuevas Perspectivas.

[8] Idem.

[9] Idem.

[10] Joaquín Sánchez Covisa: La Inflación, Conceptos Generales. Covisa. CEDICE. 1987.

[11] Robert L. Schuettinger: 40 Siglos de Control de Precios. 2ª Edición. Ediciones Consecomercio. 1983.

[12] Juan Ramón Rallo: Contra la Modern Monetary Theory: Los Siete Fraudes Inflacionistas de Warren Mosler. Unión Editorial. 2015.

[13] Idem. J. M. Keynes: Tratado del Dinero. Editorial Aosta. 1996.

[14] Juan Ramón Rallo: Contra la Modern Monetary Theory: Los Siete Fraudes Inflacionistas de Warren Mosler. Unión Editorial. 2015.

[15] Idem.

[16] Idem.

[17] Idem.


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