La deuda no es mala, lo malo es pagarla
Escrito por Douglas C. Ramírez Vera   
Lunes, 22 de Agosto de 2016 00:00

altEntre los economistas se usa como broma decir que la deuda no es un problema, el problema es cómo pagarla.

Mejor dicho, el asunto es como tener los recursos necesarios para confrontar el cumplimiento que se adquiere frente a terceros. De aquí que en economía se distingue dos conceptos uno es el de solvencia y otro es el de liquidez. Cuando se habla de solvencia se refiere a la capacidad de pago en el tiempo del deudor y al referirnos a la liquidez hablamos de la capacidad de pago en el corto plazo. Por tanto son dos conceptos vinculados pero con horizontes temporales diferentes. Adicionalmente, cuando se habla de deuda se mira, entro otros aspectos: el valor de pago al final de su vencimiento, la tasa de interés y su distribución de vencimiento en el tiempo.

Uno de los problemas de la deuda surge, cuando se acumulan pagos importantes en un corto plazo. Eso significa que no hubo una adecuada distribución del vencimiento en el tiempo. Lo que normalmente se aconseja, es realizar una redistribución temporal que permita afrontar sus pagos, de tal manera, que no ponga en riesgo la capacidad de pago y liquidez en el corto plazo, suponiendo que no hay problemas de solvencia.

En una economía donde ocurren problemas de caída de los ingresos corrientes lo lógico era iniciar una reestructuración de deuda y eso no es un problema ideológico. El asunto es que el retraso en la reestructuración de la deuda en Venezuela,  pudo ocurrir por al menos cuatro razones. La primera es que los deudores consideraran que la caída en los ingresos era un asunto temporal y que luego del chubasco vendría el buen tiempo, por lo tanto era creer que se trataba de un shock temporal en los ingresos y no de un  shock permanente. La segunda razón podría deberse a que tuvieran un punto ciego en  la lectura de la realidad; debido a ignorancia o desconocimiento del comportamiento de los mercados o a problemas ideológicos. La tercera razón puede deberse a una sobrevaloración de la necesidad energética de combustible fósil sin mirar los cambios tecnológicos  que ocurrían alrededor en la matriz energética mundial, lo cual ocurre desde hace décadas en el desarrollo de fuentes energéticas limpias o más duraderas que el petróleo mismo.

Por último una combinación de todas las anteriores, lo cual creo que es muy grave, ya que señala una incompetencia muy clara para manejar la política económica de un país.

En la situación actual del país, una simple lectura del movimiento cíclico del precio del petróleo podía haber enseñado que el mismo está sujeto a fluctuaciones cíclicas en el tiempo. Tuvimos un período en alza (en precios reales y nominales) de 10 años de 1970 a 1980, luego tuvimos un ciclo a la baja (igualmente en precios reales y nominales) de 18 años de 1980 al 1998, a continuación se tuvo un ciclo al alza de 10 años de 1998 al 2008 y si el comportamiento cíclico se mantiene, el ciclo a la baja de caída en términos reales y nominales que se inició en el 2008, se mantendrá por unos años más.  Si este ha sido un patrón recurrente por lo menos desde 1970, ha sido un error grave de los decisores políticos y de sus técnicos el no haber observado ese patrón. Lo grave fue y es no haber tomado las previsiones del caso.

Ha sido una frase muy manida en los gobernantes del país y más en los últimos tiempos en que teníamos una “economía blindada” que podían “ponernos el precio del petróleo en cero” que igual íbamos a afrontar el pago de nuestros compromisos en especial el de “los pobres”. Bueno llegó la hora.  El petróleo no está en cero pero a un precio de 46,5 dólares el barril no cubre las necesidades de gastos de Venezuela en particular de alimentos y medicinas. Adicionalmente, la tozudez en no afrontar con seriedad una renegociación de la deuda pública y una reestructuración de la misma conlleva a  agravar los problemas y necesidades de una población que cada vez  más ve contraída en su capacidad de consumo por habitante.  

El asumir la economía como un problema ideológico y no como una realidad que requiere una praxis concreta que no está en vomitar el manual de P. Nikitin o consejos de un español de podemos, quienes no han tenido la práctica de gobernar un país y cuyas propuestas trasnochadas no van más allá de una guerra económica. Condenan a un país a una crisis humanitaria y a un horizonte de mayor gravedad en el corto plazo.

El expresidente Lusinchi, quien dedicó el 50% del ingreso total de 5 años por exportaciones del país en su gobierno para pagar la deuda externa. Dijo al final de su salida de la presidencia que a pesar de haber cumplido el pago al cien por ciento, nunca llegaron los recursos frescos. Lo que sí hizo bien Lusinchi fue raspar la olla para garantizar el triunfo de su compañero Carlos Andrés Pérez, este último frente al desastre financiero sólo tuvo como salida tomar unas medidas de ajuste, el 16 de febrero que al final estalló en los sucesos del 27 y del 28 de febrero de 1989. Exactamente 25 días después de la toma de posesión del Presidente Pérez el 2 de febrero del mismo año.  

Lo que está pasando hoy en día es peor, porque no hay nada más estúpido que  realizar un ajuste macroeconómico: sin plan, sin orden, sin objetivos, ideologizado y sin financiamiento.


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