Un viento que quema
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Lunes, 22 de Febrero de 2010 09:01

altCuaresma es un tiempo para recordar que la prudencia y la sabiduría están reñidas con el derroche y la arrogancia. Dios da oportunidades pero también las quita cuando se ve traicionado en sus designios.


Judá está de duelo, y sus ciudades sedientas
Jeremías 14,2


Todo Israel estaba en guerra. Los filisteos habían organizado un gran ejército para presentar batalla, mientras el Rey Saúl dudaba y temía. Se sabía lejos de Dios, al que había traicionado en la persona de su pueblo. Lo buscaba afanosamente pero solo el silencio era la respuesta. Acudía a los profetas, pero el último de ellos había muerto, y ni siquiera Samuel podía entonces ayudarlo. Ni los sueños, ni los profetas,  ni viéndose la suerte le aclaraban si seguía contando con la fuerza poderosa de Dios. Se sentía solo y abrumado. En medio del pánico y del terror ante la amenaza inminente dijo a sus muchachos: “Búsquenme una mujer que evoque los espíritus de los muertos, para que yo me vaya a consultarla”. Hallaron a la espiritista muy cerca. Saúl, disfrazado para evitar ser reconocido, le pidió consultar al espíritu del profeta Samuel, que apareció ante sus ojos como un fantasma que subía del abismo. ¿Para qué me consultas si sabes que Dios te ha abandonado y ha elegido a otro? Por no haberlo obedecido, Yavé te va a quitar el reino para dárselo a tu prójimo. Más aun, te entregará a ti y a tu pueblo en manos de los filisteos. Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo.

El rey Baltasar invitó a un gran banquete. Mil personas fueron convocadas, y frente a todos ellos, el rey bebió hasta emborracharse. Embriagado de poder y de adulación mandó a traer la orfebrería que su padre Nabucodonosor había robado del templo de Jerusalén. Y en ellos bebieron el rey y sus dignatarios, sus mujeres y concubinas. En medio del festejo, aparecieron dedos de una mano que se puso a escribir en la pared del palacio real, detrás del candelabro. Turbado el rey con la visión, sus piernas se debilitaron y sus rodillas se pusieron a temblar. Gritando mandó a llamar a los brujos y adivinos para que le explicaran el significado de aquel misterioso escrito. Todos ellos lo intentaron en vano. Solo Daniel, siervo de Dios fue capaz de dar una explicación. Hijo como eres de Nabucodonosor debes recordar su poder omnímodo y su caída. Soberbio, porfiado y arrogante, fue derrocado de su trono y le fue quitada su gloria. Como bruto vivió el resto de sus días, entre las fieras del campo, comiendo hierba y viviendo a la intemperie. Tú, Baltazar, hijo suyo, tampoco has conservado humilde tu corazón, a pesar de que sabías todo esto. Te has levantado contra el Señor del cielo, ultrajado su templo y brindado a tus dioses, que no ven, no oyen ni entienden. Las palabras escritas que no entiendes son Mene, Tequel y Parsin. La primera significa que Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin. La segunda, que has sido pesado en la balanza y falta peso. Y la tercera, que tu reino ha sido dividido y entregado a tus adversarios. Aquella misma noche, Baltasar fue matado.

Al llegar la medianoche alguien gritó: “¡Viene el novio, salgan a recibirlo!”. Todas las jóvenes se despertaron inmediatamente y prepararon sus lámparas.  Las necias dijeron a las prudentes: “dennos aceite, porque nuestras lámparas se están apagando”. Las prudentes dijeron: “mejor vayan a comprarlo, porque no alcanzará para ustedes y para nosotras”. Estando las necias fuera, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y cerraron las puertas. Cuando llegaron las otras jóvenes dijeron: “Señor, señor, ábrenos”. Pero Él respondió: “En verdad, no las conozco”. Por eso, añadió Jesús, “permanezcan vigilantes, ya que no saben ni el día, ni la hora”.

Cuaresma es un tiempo para recordar que la prudencia y la sabiduría están reñidas con el derroche y la arrogancia. Dios da oportunidades pero también las quita cuando se ve traicionado en sus designios. Él habla desde nuestras propias acciones para recordarnos que “hay que arar profundamente en los campos para que la siembra no se la coma la maleza”. Hoy todos estamos confrontados por su palabra. Hoy todos sentimos en nuestros rostros un viento que quema para recordarnos que los plazos se están venciendo, y que sin embargo, seguimos desnudos, necios y sordos a las lecciones que se nos están mostrando. Es un viento amenazante de impudicia, pequeñez y soberbia que nos vuelve sordos a los acontecimientos y no nos permite dar respuesta. Un viento que no sirve para separar la paja del grano, y que nos impide ver las salidas. Un viento que nos castra el coraje y nos desquicia el mensaje. ¿Es la hora de la alternativa? Para que sea, habrá que arar profundamente, porque de lo contrario, pobres de nosotros, estamos perdidos.

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