Carlos Hernández Delfino ante las glorias e infortunios de Gregor MacGregor
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Sábado, 04 de Septiembre de 2021 19:40

altEn Carlos Hernández Delfino se da la afortunada e inusual conjunción de un Estadístico (UCV, 1971) especializado en Econometría y Economía Matemática

en The London School of Economics (1977) con su vocación por la docencia y la indagación histórica.  Hernández Delfino aborda la ciencia histórica con rigurosidad: arquea fuentes hasta los últimos resquicios, las contrasta, analiza, interpreta al personaje en su zeitgeist y, lo mejor, le deja al lector la posibilidad de seguir indagando y rebatir algunas  de sus hipótesis. 

La experiencia de lectura de Gregor MacGregor en el escenario caribeño del siglo XIX (Academia Nacional de la Historia - Fundación Bancaribe, 2020) es ágil e inquietante, pero demanda un lector activo, que subraye, revise las fuentes en Internet (el autor premia la lectura con innumerables enlaces en las notas a pie de página) y difunda la agitada vida de este escocés nacido un 24 de diciembre de 1786, que comandó la legendaria  “Marcha de los 600” desde Choroní hasta Barcelona, fue ascendido a General de División por el propio Simón Bolívar; asaltó la isla de Amelia para crear, sin éxito, la República de las Floridas y fundó un nuevo país, Poyais, donde se erigió como Alteza Real Príncipe Gregor I y logró que su sueño circulara en el mercado de capitales británico con tres emisiones de bonos.

Luego de sus polémicos y alucinados proyectos, que impactaron las finanzas de Colombia e implicaron impasses diplomáticos con Estados Unidos y el Rey de los Mosquitos; y de la muerte de Josefa Antonia Aristeguieta Lovera, su segunda esposa y heroína cotidiana de esta historia, Gregor MacGregor culminó sus últimos días criando gusanos de seda en su casa caraqueña de la avenida Universidad, antes de cerrar su ciclo existencial en 1845 y reposar en el Panteón Nacional de Venezuela.

 

Gaitas escocesas en la Caracas de 1811

“Gregor MacGregor llegó a Caracas en 1811, vino con su comitiva, conformada por su secretario y un gaitero. Él era un hombre de porte distinguido, lo heredó de sus ancestros. Al abuelo lo llamaban “Gregor the beautiful” y Walter Scott retrata a otro ancestro de su clan, el famoso Rob Roy”, relata Hernández Delfino al iniciar nuestra conversación, mediada por un exquisito  desayuno criollo en los espacios de la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura sobre su obra “Gregor MacGregor en el escenario caribeño del siglo XIX”, un trabajo riguroso sobre un personaje carismático y sagaz que muy pocos venezolanos han explorado en profundidad. 

“Cuando MacGregor se entera que la provincia de Cartagena había declarado la independencia, porque sus habitantes presionaron a las autoridades para que ese hecho se produjera, lo celebró en el patio de su casa con danzas escocesas. Había un estrato de gente muy culta en la ciudad”, agrega el autor. 

 

Iván Méndez (IM): ¿Por qué se vino a Caracas este escocés descendiente del “proscrito (siglo XVI) y muchos años más tarde rehabilitado Clan MacGregor”, que incluso luchó en España contra Napoleón, adquirió rangos en la armada británica y recibió por sus servicios en Portugal el título honorífico de caballero de la Orden de Cristo de Portugal?

— Carlos Hernández Delfino (CHD): MacGregor vendió algunos de sus bienes heredados, entre estos Inverardine, que era la hacienda del abuelo y se vino a Venezuela en 1811 con lo que había logrado reunir de esa liquidación y de lo que él había podido recaudar por otros medios. Yo entiendo y pienso que su interés por Venezuela tuvo mucho que ver con lo bien informados que estaban los escoceses de lo que estaba pasando aquí. Yo me recorrí todos los periódicos de la época que pude (Scots Magazine, The Edinburgh Review , entre otros), y no sólo publicaban noticias, sino que traían artículos sobre Venezuela y sobre Miranda”. Además, fíjate lo que conseguí con Caracciolo Parra Pérez: cuando MacGregor llegó en 1811 apenas tenía 25 años y se carteaba con el Primer Ministro inglés, Stencer Perceval, a quién lo mató un fanático en la Cámara de Representantes. Las interpretaciones que hacía  MacGregor de nuestra primigenia nación  eran tan fehacientes que uno no tiene más remedio que adjudicarle el crédito de haber entendido esa realidad. Él, por ejemplo, escribió: “Esta medida [la unión de españoles y mantuanos], no obstante ser política, me inclina  a pensar que reforzará el partido mulato, y una revolución que ha sido llevada a cabo tan apaciblemente y casi sin derramar sangre, probablemente terminará en una guerra civil”, ¡Y es verdad! Eso fue así.”.

En el libro, Hérnandez Delfino perfila al escocés: “el highlander poseía un profundo sentimiento de pertenencia, además de determinación en la defensa de sus intereses; era valeroso y fiel a su cultura, tradición y costumbres. El espíritu emprendedor y aventurero de sus ancestros viaja de generación en generación hasta MacGregor quien, con sus luces y sus sombras, fue un exponente fiel de esas cualidades”. El autor recomienda leer la obra de Tulio Arends, “Sir Gregor MacGregor: un escocés tras la aventura de América”. Arends sugiere que MacGregor quizá fue quien introdujo el whisky  por primera vez en Caracas.

 

– IM: ¿Cuánto tiempo estuvo planificando, investigando y escribiendo esta obra? “Gregor MacGregor en el escenario caribeño del siglo XIX” no se siente como una biografía, sino como un viaje al siglo XIX. Se respira la tensión en los campos de batalla, las misiones alucinadas como la marcha de los 600 por 1090 kilómetros, la impulsividad de los europeos que se venían a Colombia, el financiamiento y sus peligros, la cárcel pagada MacGregor antes del retorno a Venezuela.

– CHD: Hice el esquema del libro en el año 2016, pero luego, por razones de salud, estuve dos años transitando una ruta bastante difícil y no escribí mucho sobre MacGregor, no escribí nada en realidad. Así que, en balance, me tomó dos años y medio. Pero yo venía con MacGregor desde muchos años atrás. Son dos las vías de conexión con el escocés, una tiene que ver con su sueño de crear una nación de la cual él fuese su único e indiscutible líder. MacGregor tenía una gran ambición de logro y de gloria. Pero de glorias propias y no el reflejo de glorias de otros. Por eso es que después de la marcha de los 600, cuando El Libertador lo asciende a General de División y le confiere la Orden de los Libertadores, de lo cual él se enteró después, él no permanece en Venezuela. Sus desencuentros con varios de los próceres militares de aquel momento, particularmente con Piar, lo llevaron a la conclusión y a la necesidad de explorar sus propios caminos, no ser el lugarteniente ni siquiera de Bolívar. Quería ser gobernante de una nación creada a su imagen y semejanza. 

Aunque la primera puerta por dónde me aproximé a MacGregor fue por el tema de la deuda. Uno tiene que explicarse cómo es posible que alguien que inventa un país, se a va a Londres y logra cautivar a media humanidad, incluyendo  a William John Richardson en cuya casa Oak Hall organiza saraos para atraer inversionistas. El camino corto es decir que MacGregor fue un estafador, pero explícame cómo lo hizo y por qué. El facilismo puede llevar a que alguien piense que estoy poniéndome del lado de MacGregor en sus andanzas indecorosas. Pero es que afirmar que él es  simplemente un estafador, es quitarle el 90 por ciento  de la historia a quienes quieren comprender cómo eso fue posible. Una respuesta es que ahí concurren una serie de factores, como las peculiaridades y evolución que venían de muchos años atrás en los mercados de capital de Londres, que se relacionan con el final de las guerras napoleónicas y la enorme capacidad productiva de Inglaterra. Para poder comprender Poyais uno tiene que entender las realidades del momento, uno tiene que entender la geopolítica europea, las relaciones entre España y las potencias europeas, las relaciones entre España y los Estados Unidos.

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Poyais: un país a la medida

Según Hernández Delfino “se cuenta que cuando MacGregor estuvo en Margarita, Arismendi sembró en él la idea de Amelia”. Pero a esa fallida conquista inicial le seguirían otras (Portobelo, Riohacha) en las cuales no faltarían expedicionarios capturados, fusilados y hasta abandonados por el escocés. En Riohacha MacGregor se autodenominó “Su Majestad El Inca”.

La jugada más atrevida y alucinada de MacGregor fue la creación de Poyais, un país imaginario localizado en la Costa de Mosquitos (Costa Atlántica de lo que hoy son Nicaragua y Honduras). El escocés mandó a crear grabados en los cuáles se apreciaban embarcaciones  navegando frente a una ciudad pujante con varias edificaciones. En paralelo, se presume que bajo el seudónimo de Thomas Starngeways publicó el libro “Sketch of The Mosquito Shore including the Territory of Poyais”, un plagio que manipulaba las diversas publicaciones previas sobre ese territorio. Carteles, testimoniales, réplicas en prensa a quienes denunciaban la estafa tras esa “burbuja de Poyais”, emisión del “dollar poyais” y las negociaciones para vender bonos en los mercados financieros británicos transformaron esa fantasía en el sueño alcanzable de docenas de personas que vendieron sus propiedades y enseres para abordar alguno de los barcos que partían hacia el nuevo “Dorado”. En realidad, lo único cierto de toda la historia era la concesión de la Mosquitia en manos de MacGregor otorgada por el  mismísimo George Frederic Augustus I  ,  Rey de Los Mosquitos, pero dejemos que sea CHD quien lo explique:

“Se dice y es un lugar común que todo el mundo repite, que una noche MacGregor se llevó un barril de ron al visitar a George Frederic  y, en medio de una borrachera colectiva, el Rey le firmó la concesión. Y yo digo, bueno vamos a suponer que eso fue verdad, eso no niega que el Rey, estando sobrio, hubiese hecho exactamente lo mismo. Entonces, no me caricaturices una cuestión que en su raíz y en su origen ya configuraba un proyecto político”.

—    IM: Pero en ese proyecto ocurrieron desmanes, como la emisión de los bonos, donde participaron prestigiosas casas de bolsa.

—    CHD: MacGregor se fue a Londres, entró en contacto con ese hombre de muchísima influencia, que era William John Richardson, y montan aquel tinglado. Logra flotar una emisión, pero  ahí los autores se equivocan. David Sinclair habla de la emisión, pero fueron tres. En la primera él colocó certificados provisionales. De la primera no se han encontrado los bonos impresos. En la segunda sí flotó los bonos y luego vinieron los certificados de tierra. Entonces él logra flotar esa emisión, logra colocar una cantidad importante, aunque nunca pude determinar exactamente cuánto colocó de esas 200.000 libras. Lo que sí sé es que la colocó, porque  incluso encontré bonos con los cupones anexos.


Gregor MacGregor en perspectiva

En la cotidianidad es casi una constante el juzgar a quemarropa, antes que tratar de entender, ponderar los hechos, contextualizarlos antes de disparar un juicio. Uno esperaría una actitud distinta entre los estudiosos de un personaje como MacGregor, pero no ha sido así. Malentendido por sus contemporáneos, pocos historiadores posteriores han logrado saldar su deuda con los balances extremos. 

En la presentación del libro, transmitida por Zoom en diciembre de 2020, la historiadora Inés Quintero indicó que “Hernández Delfino hace malabarismo para no ubicarse ni entre los detractores ni los apologistas de MacGregor. Establece criterios para construir  una lectura que pasa por un aspecto esencial del estudio historiográfico: ¡comprender!"

Quizá por ello, Hernández Delfino explica en su obra: “no pretendemos exculpar a MacGregor de las imputaciones que a lo largo de la historia y comenzando con sus contemporáneos le han hecho, especialmente con motivo de las experiencias de Portobelo y Riohacha (…) Se trata entonces de intentar descubrir las aristas que conformaban la integridad de MacGregor, no de establecer balances: su empeño por liberar posesiones de la corona española de ese dominio, no contrapesa su falta de aplicación a la resolución de las situaciones que dieron al traste con las incursiones…”.

En 1820 el teniente coronel e historiador Michael Rafter publica en Londres  el libro “Memoirs of Gregor M`Gregor”,  en el cual desliza un juicio implacable sobre el escocés (la traducción es de CHD):

“Él, MacGregor, objeto de penosa contemplación, sobrevive a su fama, su honor y su fortuna, y vive para llorar, no por la ruina que ha causado, sino por la decepción de sus fallidas ambiciones y la destrucción de sus esperanzas, esfumadas para siempre”.

 

—    IM: Casi en automático, no pocos historiadores  siguen etiquetando a MacGregor como “fue un estafador”. Esto me recuerda una frase que el historiador y novelista Norberto José Olivar coloca en boca de Rafael Urdaneta, “El paso de héroe a forajido es cuestión de fechas” ¿Realmente MacGregor es tan unidimensional?

—    CHD: “Hay poco sobre Gregor MacGregor como ser humano. No fue fácil aproximarse a MacGregor como hombre. Hice el intento sobre todo a través de las fuentes contemporáneas de él. Era un hombre con una capacidad de persuasión enorme, porque tenía dotes especiales para establecer vínculos sociales.  

No se puede abordar a MacGregor desde un contexto del siglo XXI. Además su pensamiento va evolucionando. Desde el hombre que se creía descendiente de la hija de un Inca hasta el que se puso a redactar una Constitución.   ¿Tú crees que una persona que no tiene pensamiento político se iba a poner a redactar una Constitución?  ¿Era la intención de MacGregor el organizar expediciones independientemente del resultado y del destino de esos colonos? ¿Estaba en su programa el sacrificio de esas personas? ¿Creía MacGregor que estaba haciendo todo lo que tenía él que hacer para lograr que Poyais fuese una realidad? 

Si alguien tiene una motivación genuina, una aspiración de logro, un propósito y desarrolla los planes que le permitirían alcanzar ese objetivo, independientemente de los resultados, si ese alguien está actuando honestamente y de buena fe en la creencia de lo que está haciendo, uno no puede ignorar esa realidad. Eso es lo que encuentro en mucho de lo que leí sobre MacGregor. 

IM: A mí sorprendió descubrir  que MacGregor regresa a Venezuela y en Margarita resulta electo diputado para el Congreso de Cúcuta para la fundación de Colombia, pero no llega a Cúcuta. ¿Qué pasó ahí?

– CHD: La secuencia que yo construí, revisando documentos, es que estando MacGregor en el territorio de los mosquitos se entera de los reconocimientos que se le hicieron y se viene a Margarita. Allí es electo diputado por mayoría. Recibe el pasaporte para trasladarse a Cúcuta, pero al llegar a Santa Marta se embarca para Inglaterra. Ese es un episodio oscuro que ni siquiera Sinclair lo aclara. Hay solamente dos historiadores que mencionan la estadía en Margarita. ¿Cuál es la pregunta que me surgió? Por qué si está en Santa Marta y lo eligen diputado no termina de llegar a Cúcuta. Esa fue una de las cosas que más trabajo me costó averiguar y entender. Está todo dicho en el libro. Si tengo que sentirme satisfecho de algo es que eso no está explicado en ninguna otra parte.

 

La historia o lo verosímil a la luz de las fuentes

En palabras de Carlos Hernández Delfino “la historia, y disculpa que hable en primera persona, yo la entiendo de muchas maneras. Una de ellas me ha enseñado mucho y es la siguiente, cuando uno consulta la fuente y los autores, y si tuviese qué expresar cómo veo la historia desde el punto de vista de las fuentes, la veo como un proceso de escrutinio. Me explico, los hechos, los sucesos, los procesos que recogen las fuentes son discontinuos. Te doy un ejemplo, ¿aprobó o no Bolívar la invasión de Amelia? Uno va a las fuentes y consigue que el embajador de Estados Unidos dice que Bolívar le dijo que él desconocía y no reconocía esa invasión. Existe esa declaración, luego hay otro cruce de comunicaciones entre Lino de Clemente  y Bolívar, parte de la cual yo no pude rescatar. Entonces, son referencias discontinuas entre un evento, un documento, una comunicación, una proclama y otro vinculado con el mismo tema. Hay una discontinuidad que hay que llenar con la interpretación.  

Como lector de los historiadores entiendo que ese es uno de sus roles principales, eso lo aprendí leyendo a Parra Pérez, quien no habla de la verdad histórica en términos absolutos. ¿Qué cosa es la verdad histórica? Aprobó Bolívar o no aprobó Bolívar la invasión de Amelia. Yo no he encontrado fuentes que permitan afirmar, inequívocamente, que Bolívar autorizó esa expedición. Eso lo hicieron los representantes de la República que estaban en Filadelfia, entendiendo ellos que el mandato que habían recibido tenía la amplitud de concederle a MacGregor la autorización y comisionarlo para que invadiera la Florida Oriental. ¿Cómo conecta el pensamiento y la voluntad de el Libertador con ese nexo? Ese es el trabajo que hay que hacer, ¿existen evidencias que permitan afirmar inequívocamente que El Libertador autorizó la invasión de la isla Amelia? La respuesta que yo he encontrado es no. Pudo haber ocurrido, tal vez, pero es poco verosímil. Ahí es donde entra este elemento importantísimo y es que eso de la verdad histórica es una cuestión discutible. Parra Pérez dice en algunas de sus obras que el empeño del historiador debe centrarse en aquello que resulta verosímil a la luz de las fuentes”.

 

–      ­IM: ¿Qué lo motivó a investigar, reflexionar y madurar esta obra sobre un personaje tan polémico? 

–      CHD: Este libro lo escribí pensando e interpretando, desde una perspectiva muy personal, el interés y la curiosidad que podrían tener personas de distintas audiencias en un personaje muy relevante para la historia de Venezuela y de Hispanoamérica. MacGregor tuvo una trayectoria de luces y sombras, de éxitos y de infortunios con unas características resaltantes que lo convierten en un personaje único. En fin, mi motivación es compartir con los demás un interés fundamental en el quehacer intelectual. Eso pasa cuando uno está insistentemente trabajando un tema, persiguiendo un propósito que se convierte en una motivación esencial, cuando eso ocurre el impulso de compartir los resultados que surjan, es un hecho para mí natural.

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