De un obscuro objeto del deseo: el libro
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 18 de Noviembre de 2019 06:10

altHay asuntos fundamentales de la Venezuela cursante que, por demasiado obvios, pierden – paradójicamente -  obviedad. 

Quizá el más fundamental de todos, es el cese de la usurpación, cada vez más confundido con las  posturas dizque realistas que reclaman unas elecciones bajo el propio régimen que tiene por reconocido hábito el de falsearlas.

Se ha dicho, por ejemplo, que la tal constituyente, avalada por el tal TSJ, ha aprobado o está por aprobar el presupuesto público para el venidero ejercicio fiscal.  Por supuesto, nadie sabe de sus pormenores, salvo los proponentes y disponentes,  y - menos aún -  de un proceso de discusión entre los distintos sectores interesados, por protagónicos y participativos que se juren, faltando la Asamblea Nacional a algo más que un ritual: el de su consideración para fijar la necesaria responsabilidad de tamaño exabrupto inconstitucional e ilegal.

El fenómeno se extiende a otros ámbitos, como el del libro tradicional y electrónico que está desapareciendo entre nosotros, incluyendo la costumbre de leerlos o, acaso, verlos. Siendo tan cuantioso  y grave el resto de los problemas, se entiende como una obsesión la de reclamarlo junto al galopante aislamiento del país, la quiebra del mercado editorial, la inexistencia de librerías y la supervivencia de aquellas bibliotecas a las que concurren sus enfermizos devotos al mismo tiempo que ampliamos y profundizamos la brecha digital.

Casi religiosamente, año por año, nos colamos en las ferias oficiales del libro y, aunque no hemos alcanzado alguna novedad que justifique el esfuerzo, solemos palpar el ambiente de una actividad burocrática que festeja nuestras carencias, sincerando el retroceso. Puede decirse que a la boliburguesía y al pranato, expresiones emergentes de la amarga experiencia de  siglo, consabida la ostentación de sus extravagancias, dentro y fuera del país, en nada les molesta la actividad marginal de quienes creen legitimar éticamente a la dictadura con la infinita repetición de las consignas, reunirse en sendos conversatorios en los que cuidan de cualquier desliz crítico o malentendido,  y saborear una aproximación con las altas jerarquías del ministerio usurpador del ramo.

Muy atrás quedan los esfuerzos que los sectores público y privado hicieron por estimular la lectura y promover el libro, aún en el país rural y predominantemente analfabeto que fuimos. Muy acá, los escombros de un extraño deseo: el de manipularlo a los fines propagandísticos del régimen que pretende realizar la sociedad de los ágrafos, supervivientes y delatores.

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