Auto-escuela
Escrito por Siul Nagarrab   
Domingo, 16 de Junio de 2019 06:41

altIntercalada por un guión, la expresión toma distancia de los procesos autodidácticos de formación y adiestramiento.

El neologismo que, con los años dejó de serlo, seguramente supo  de un registro mercantil que, después, hizo difícil toda defensa judicial por el incontrolado  éxito y extensión de la denominación.

No hubo ciudad venezolana que adquiriera tamaña prestancia, sin la exhibición de grandes o pequeños edificios, la vastedad de avenidas y autopistas,  a la vez que la recorrieran cautelosamente los modestos vehículos con un cartel de prevención y el nombre de alguna de las numerosas auto-escuelas.  El crecimiento de las importaciones y el ensamblaje local, abarató relativamente el parque automotor, teniendo por fondo la temprana consolidación de la industria petrolera.  Y al derrumbarse uno y otro, obviamente, el aula ambulante de cuatro ruedas ha quedado como rareza de anticuario.

En otros países, constituye todavía una extraordinaria exigencia la de probar que se sabe conducir y bien, por las veredas, callejuelas, calles, avenidas y autopistas, por lo demás, con el debido acatamiento de las normas vigentes, por lo que la primera celebración juvenil camino a la adultez, deriva de la obtención de la licencia pasado el examen teórico y práctico. En nuestro país, todo el mundo aprende a los trancazos, al igual que se sabe hasta qué nivel ha llegado la corrupción para tramitar cualquiera documentación oficial en la materia, llegando al extremo de la expedita o volandera obtención de un certificado médico gracias a los operativos de vez en cuando realizados, sin mayores problemas con la salvedad del tensiómetro del que a veces carecen para hacerle el favor a la persona que se acerca desesperada.

De las motocicletas ni se diga, porque desconocemos dónde se instruyen para manejarlas hasta como unidad autobusera, porque puede apreciarse en cualquier lugar y momento al flamante piloto que improvisa su recorrido con tres o cuatro personas a cuestas, con o sin casco, incluyendo a recién nacidos. Agotado como episodio de los últimos años, refiriéndonos a la masiva importación de los vehículos de dos ruedas que convirtió a las juventudes en motoxistas, a falta de INCE o cualquier otro medio equivalente para canalizar una innata vocación de emprendimiento, únicamente quedan para la pesca y caza de los policías y afines que detienen y chequean a los más humildes, eludiendo las motocicletas de alta cilindrada que bien pertenecen a la temida jerarquía del malandraje o a los escoltas y guardaespaldas que proliferan asombrosamente.

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No hay una ética de la circulación, porque en sitio alguno se aprenden  las más elementales normas que ofrecían una legítima oportunidad de negocio para lanzar juegos, como el bingo, inspirados en las señales de tránsito.  Y la extinción de una institución como la auto-escuela, muy bien indica hasta donde hemos llegado en el largo itinerario de una anomia destructiva: nadie recuerda que hasta en la Gaceta Oficial antes se publicaban las listas de los licenciados para manejar.

Reproducción: Detalle de una lista de las personas autorizadas para conducir.  Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela, Caracas, 8 de junio de 1938.


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