De la originalidad de un planteamiento
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 03 de Diciembre de 2018 05:07

altUna semana atrás, tuvimos la honra de participar en una tertulia relacionada con la exposición de Julio Toro Diez en la galería D’Museo, en Los Galpones. 

A pesar de las limitaciones culturales impuesta por la dictadura, todavía quedan referentes propios de la resistencia cultural que desea hacerse una opción alternativa y libérrima para la transición democrática.

Compartido el panel con Nicomedes Febres, Yuri Liscano y el mismo Toro Diez, hubo un intercambio fructífero, añadido el público asistente, que ponderó muy bien  la escudería de las protestas de 2017, motivo inspirador de las piezas exhibidas en una sala deliberadamente en penumbras. Cada pantalla reporta el anverso y reverso de los escudos artesanales de cartón u hojalata, vapuleados por las jornadas, con sus inscripciones y símbolos, en claro y heroico desafío a  las balas, las lacrimógenas y cualquier trozo de metal que mortalmente vomitaron los arcabuces rodantes para la indecible represión de los jóvenes que no cupieron en las calles, optando por encabezar a las multitudes en las autopistas.

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Escudos impresos, antes, entre gases y disparos, por la urgencia, soportaron o dijeron soportar también el barrido de los poderosos misiles de agua; escudos impresos, ahora, en el corazón, suscitan, una reflexión necesarísima que sólo tiene por soporte el coraje espiritual.  El reencuentro de los venezolanos, aún en la travesía de esta amarga experiencia, dependerá de una delación y superación de los valores y principios que autorizaron o dijeron autorizar esta experiencia, a favor de otros muy superiores que alguna vez fundaron el hogar republicano,  tan urgidos de actualizar.

El arte, cualesquiera sean sus modalidades, está llamado a contribuir a esa delación y superación, anticipándose a los aportes académicos que suelen tardar demasiado para orientarnos, frecuentemente atascados en una polémica que pronto pierde frescura y autenticidad.  El artista, sólo lo es cuando – como Toro Diez – nos interpela, lograda una obra tan sugestiva que, suele ocurrir, escapa o debe escapar de sus intenciones originales. 

Hay versiones épicas de todo lo acaecido, que corren el peligro de desaparecer por su soporte convencional: fotografías y videos muy meritorios que, repetidos hasta el hartazgo,  llevan también el peligroso virus de la banalización, por místicos que luzcan en determinados momentos. Cobran plena identidad, pariendo muy distintas interpretaciones, piezas como las de “Tropus” en D’Museo, por la originalidad del planteamiento.


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