Milan Kundera y la fama
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti   
Domingo, 17 de Junio de 2018 06:17

altEn «Jacques y su amo» (1981), Milan Kundera realiza un homenaje a Diderot.

Se trata de una obra de teatro en tres actos en la cual vincula historias en un entremezclamiento «polifónico» de las mismas. La obra está precedida por una introducción que nos recuerda el carácter melancólico de Kundera: «Cuando los rusos ocuparon, en 1968, mi pequeño país, todos mis libros quedaron prohibidos y, de golpe, ya no tuve posibilidad legal alguna de ganarme la vida».

Pero la convulsa fama la alcanza con su obra «La insoportable levedad del ser» (1984), su libro comercialmente más exitoso, combina el erotismo y la seducción de Tomás con las vicisitudes que tiene que pasar. Se trata de un médico exitoso quien, a raíz de una declaración política escrita, es despojado de su cargo y debe trabajar como limpiador de ventanas. El libro tiene una atmósfera filosófica que toma el tema del ser. Nietzsche es uno de los filósofos que componen la estructura de la obra. No es casual que sea precisamente Nietzsche, el filósofo «punta de lanza» de la contemporaneidad, el señalado por Kundera para desarrollar sus ideas: «La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡Pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?».

Hay un giro importante en su obra, donde se conjuga lo filosófico, lo erótico, con mucho más peso que en sus trabajos anteriores, y lo político está entremezclado con todos estos elementos, adquiriendo quizá una relevancia equivalente; o al menos determinando los acontecimientos de los personajes, pero como marco histórico referencial.

«Teresa, a la una y media de la mañana, se puso el pijama y se acostó junto a Tomás. Dormía. Se inclinó sobre la cara de él y al besarlo notó en su pelo un perfume extraño. Volvió a olerlo otra vez y otra más. Lo olfateó como un perro y entonces comprendió: era el olor de un sexo de mujer». Señalando más adelante: «A los que creen que los regímenes comunistas de Europa Central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestión esencial: los que crearon estos regímenes criminales no fueron los criminales, sino los entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso». Con esta novela alcanza el culmen literario y gana lectores a montones. 

«El arte de la novela» es un ensayo donde Kundera expone su posición personal sobre este género. Compuesto por varios textos, dedicados a autores como Hermann Broch, Franz Kafka, en donde hace referencia en múltiples ocasiones a Rabelais, Cervantes, Sterne, Diderot, Flaubert, Tolstói, Musil, Gombrowicz. Se trata de explorar la posición que ocupa la novela en la contemporaneidad y los retos que ha de asumir. Desarrolla una interesante teoría de la novela: «Cada novela, quiéralo o no, propone una respuesta a la pregunta: ¿qué es la existencia humana y en qué consiste su poesía?». Llega a conclusiones como la siguiente, muy en concordancia con los tiempos en que vivimos: «Flaubert descubrió la necedad. Me atrevo a decir que éste es el descubrimiento más importante de un siglo tan orgulloso de su razón científica». «El descubrimiento flaubertiano es para el porvenir del mundo más importantes que las turbadoras ideas de Marx o de Freud».

Quizá sea «La inmortalidad» (1989), lo mejor de toda su producción literaria. A partir del gesto encantador de una mujer de cierta edad, el escritor desarrolla un extraordinario volumen de más de 400 páginas en donde entrelaza la trama de múltiples personajes pertenecientes a distintas épocas históricas. Para el muy singular profesor Avenarius, por ejemplo, el mundo de hoy no sirve como objeto de juego. En este libro, Kundera ya no plantea el elemento político como parte de la obra. Plantea la exacerbación colectiva del culto a la imagen en la sociedad actual, y todo el texto está enmarcado en un sentido lúdico acerca del arte y el artista.

El texto comienza de esta singular forma: «Aquella señora podía tener sesenta, setenta y cinco años. Yo la miraba mientras estaba acostado en una camilla frente a la piscina de un club de gimnasia situado en la planta de un edificio moderno. Pasó junto al instructor y cuando estaba a unos tres o cuatro pasos de distancia, volvió hacia él la cabeza, sonrió, e hizo con el brazo un gesto de despedida. ¡En ese momento se me encogió el corazón! ¡Aquella sonrisa y aquel gesto pertenecían a una mujer de veinte años!».

Desde este trabajo Kundera va a cambiar de manera ostensible. Son otros los temas y las situaciones que nos presenta. Son otros los conflictos de los personajes. Ya no existe una crítica a la pretensión del progreso. Ahora se pasea minuciosamente por la estética y los problemas del mundo actual. El escritor que era en 1967 ha quedado muy atrás. Sus temas son los temas de la contemporaneidad. 

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