Una exposición homenaje
Escrito por Nicomedes Febres Luces   
Domingo, 14 de Febrero de 2016 07:36

UNA EXPOSICIÓN HOMENAJE
* La exposición Venezuela Eterna en los Galpones de Los Chorros es también para mí un homenaje que deseo rendirle a mis maestros Rafael Domínguez Sisco y Chuchú Mayz. Llegué yo a la Cultura desde el mundo da la Ciencia a la cual me he apegado con devoción toda la vida, pues fue lo que vi en mi casa desde niño y siempre he valorado; pero la Ciencia para florecer y dar sus mejores frutos necesita un abono agregado que viene del espíritu y éste se alimenta con la Cultura. El mundo de los médicos, que es con lo que más me he sentido identificado en la vida es un mundo que por sus exigencias y compromisos posee una dureza pétrea, por los inmensos sacrificios que pide, por la disciplina que impone, por el apego a la verdad que es el motor que lo mueve y porque vivir envuelto en el dolor de los enfermos, con el temor a equivocarse y cometer un error que puede ser fatal, con la culpa permanente por no ser suficientemente estudioso, son aspectos humanos terribles que solo los médicos de verdad, esos dedicados a salvar vidas, conocemos. Estos sentimientos los compartí y conversé con mis entrañables maestros Rafael Domínguez Sisco y Chuchú Mayz que buscaron en la Cultura el oxígeno para seguir luchando cada día y le permitieron ser los grandes médicos que fueron. El “viejo” Domínguez, fue por su devoción a las pacientes el mejor partero de Caracas en todo tiempo, y me dio esos consejos que no aparecen en los libros y hacen más liviana la carga de ser médico, también me enseñó que la reciedumbre de un hombre, su coraje y su viril templanza no están reñidos con la Cultura y el amor a la belleza; y él cuando fue Presidente del Consejo Municipal de Caracas, de donde sacó a patadas a los mercaderes que lo precedieron, creó todos los museos que allí se fundaron para enriquecer espiritualmente a los caraqueños. Perán Ermini es testigo de excepción del coraje y la rectitud del “viejo” y él es un hombre creíble y confiable. Chuchú fue un hombre de una bondad franciscana, propia o necesaria en la Pediatría, donde fue mi profesor y amigo. Fue un gran pediatra, excelente profesor y gerente de la salud cuando fue nombrado Ministro de Sanidad, en los tiempos cuando esa responsabilidad estaba reservada a los grandes hombres de la Medicina. Chuchú fue también un generoso promotor cultural enseñando a los médicos a comprender y disfrutar el Arte cuando fue Presidente del Colegio Médico de Caracas y fundó la galería Marcos Castillo y luego La Pirámide; además fue miembro y director de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Con ambos siempre hablé de Arte, de Medicina y de la Vida. Fueron dos grandes maestros en los tres campos. Generosos, sabios y rectos. Cuando estaba preparando esta exposición siempre sus imágenes las tuve presentes porque este era el Arte que ellos amaban, que valoraban, que conocían. Incluso Chuchú me dejo depositario de algunos documentos de la Historia del Arte en Venezuela que él logró rescatar del olvido. Los hombres como ellos son eternos porque entienden que todos estamos de paso y nuestro mayor deber es luchar siempre por Venezuela y su gente. Valga este homenaje para honrar su memoria y agradecerle lo mucho que me enseñaron en todos los campos. Y que su espíritu guie siempre mis pasos para llegar a ser un día un digno alumno de ellos, que es para mí un gran honor. Dios los tenga en su gloria.
* En la foto del día aparecen en primer plano Chuchú Mayz Lyon frente al micrófono y a su izquierda en segunda plano y de perfil está el “viejo” Domínguez entregando un diploma a una enfermera. Eran personalidades muy distintas, pero inmensos en sus virtudes.

altLa exposición "Venezuela Eterna" en los Galpones de Los Chorros es también para mí un homenaje que deseo rendirle a mis maestros Rafael Domínguez Sisco y Chuchú Mayz.

Llegué yo a la Cultura desde el mundo da la Ciencia a la cual me he apegado con devoción toda la vida, pues fue lo que vi en mi casa desde niño y siempre he valorado; pero la Ciencia para florecer y dar sus mejores frutos necesita un abono agregado que viene del espíritu y éste se alimenta con la Cultura.

El mundo de los médicos, que es con lo que más me he sentido identificado en la vida es un mundo que por sus exigencias y compromisos posee una dureza pétrea, por los inmensos sacrificios que pide, por la disciplina que impone, por el apego a la verdad que es el motor que lo mueve y porque vivir envuelto en el dolor de los enfermos, con el temor a equivocarse y cometer un error que puede ser fatal, con la culpa permanente por no ser suficientemente estudioso, son aspectos humanos terribles que solo los médicos de verdad, esos dedicados a salvar vidas, conocemos. Estos sentimientos los compartí y conversé con mis entrañables maestros Rafael Domínguez Sisco y Chuchú Mayz que buscaron en la Cultura el oxígeno para seguir luchando cada día y le permitieron ser los grandes médicos que fueron. El “viejo” Domínguez, fue por su devoción a las pacientes el mejor partero de Caracas en todo tiempo, y me dio esos consejos que no aparecen en los libros y hacen más liviana la carga de ser médico, también me enseñó que la reciedumbre de un hombre, su coraje y su viril templanza no están reñidos con la Cultura y el amor a la belleza; y él cuando fue Presidente del Consejo Municipal de Caracas, de donde sacó a patadas a los mercaderes que lo precedieron, creó todos los museos que allí se fundaron para enriquecer espiritualmente a los caraqueños. Perán Ermini es testigo de excepción del coraje y la rectitud del “viejo” y él es un hombre creíble y confiable. Chuchú fue un hombre de una bondad franciscana, propia o necesaria en la Pediatría, donde fue mi profesor y amigo. Fue un gran pediatra, excelente profesor y gerente de la salud cuando fue nombrado Ministro de Sanidad, en los tiempos cuando esa responsabilidad estaba reservada a los grandes hombres de la Medicina. Chuchú fue también un generoso promotor cultural enseñando a los médicos a comprender y disfrutar el Arte cuando fue Presidente del Colegio Médico de Caracas y fundó la galería Marcos Castillo y luego La Pirámide; además fue miembro y director de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.

Con ambos siempre hablé de Arte, de Medicina y de la Vida. Fueron dos grandes maestros en los tres campos. Generosos, sabios y rectos. Cuando estaba preparando esta exposición siempre sus imágenes las tuve presentes porque este era el Arte que ellos amaban, que valoraban, que conocían. Incluso Chuchú me dejo depositario de algunos documentos de la Historia del Arte en Venezuela que él logró rescatar del olvido. Los hombres como ellos son eternos porque entienden que todos estamos de paso y nuestro mayor deber es luchar siempre por Venezuela y su gente. Valga este homenaje para honrar su memoria y agradecerle lo mucho que me enseñaron en todos los campos. Y que su espíritu guie siempre mis pasos para llegar a ser un día un digno alumno de ellos, que es para mí un gran honor. Dios los tenga en su gloria.


(*): En la foto del día aparecen en primer plano Chuchú Mayz Lyon frente al micrófono y a su izquierda en segunda plano y de perfil está el “viejo” Domínguez entregando un diploma a una enfermera. Eran personalidades muy distintas, pero inmensos en sus virtudes.


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