El derecho colombiano de defensa
Escrito por Mauricio Vargas (El Tiempo)   
Lunes, 27 de Julio de 2009 08:32

Durante años, Ecuador tuvo la base militar de Manta, operada por militares de los Estados Unidos, y nadie protestó, nadie alegó que el vecino del sur se había casado con el Tío Sam para agredir a Colombia. En 1983, Venezuela fue el único país de la región al que Washington le vendió sus poderosos aviones de combate F-16, ante los cuales los vetustos Mirage o los inferiores K-fir de la FAC nada pueden hacer. Y nunca escuché decir que Caracas estaba aliada con Washington para invadir a Colombia.

No recuerdo yo que los políticos de izquierda ni los precandidatos liberales, que hoy protestan por el acuerdo con E.U. para la presencia de personal americano en tres bases militares colombianas, hayan alzado su voz contra la base de Manta o contra los F-16. Ni los líderes del Polo ni los aspirantes liberales han protestado tampoco contra los evidentes lazos de colaboradores del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, con las Farc, confirmados no sólo por el video del 'mono Jojoy', sino por decenas de correos electrónicos de los computadores de 'Raúl Reyes'.

Aseguran los líderes opositores que es un error permitir que, desde las bases, Colombia y E.U. vigilen de manera conjunta a los vecinos. Yo no sé bien si el acuerdo tiene ese alcance. Pero si lo tiene, bienvenido sea. Cuando menos, vigilémoslos, que es mucho menos ofensivo que armarnos como ha hecho Chávez, o hacer acuerdos con grupos terroristas, como los colaboradores de Correa. Vigilar es apenas defensivo. Armarse es provocador, y hacer tratos con las Farc, a más de criminal, es francamente agresivo.

De modo que el discurso de liberales y polistas contra el acuerdo de las bases es una salida oportunista, en la que además, por primera vez, aspirantes presidenciales juegan con la política exterior, que por tradición había estado ausente del debate electorero. Y lo hacen en un momento especialmente crítico, cuando tanto Chávez como Correa aprovechan la discusión de las bases para arreciar sus ataques a Colombia. Juegan con candela, del mismo modo que el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, jugó con ella al invadir terrenos de la Cancillería para atacar a Caracas y a Quito, cuando ya todo el mundo sabía que él dejaría su cargo para lanzarse a la Presidencia.

Polistas y liberales -con la notable excepción del ex presidente César Gaviria- aseguran que, con el acuerdo de las bases, toreamos a Chávez y a Correa. ¡Como si hiciera falta! ¿Acaso había acuerdo para las bases cuando Chávez se dedicó a gastar sus petrodólares en aviones, helicópteros, tanques y buques de guerra? ¿Acaso Colombia le había hecho algo a Correa cuando sus colaboradores decidieron coquetear por plata con las Farc, mucho antes del bombardeo al campamento de 'Reyes'? No. En este caso, el orden de los factores es significativo: las agresiones no las empezó Colombia.

Pero así como no las empezó, tampoco las debe responder. El presidente Álvaro Uribe, que debería olvidarse del moribundo embeleco del referendo y dedicarse a un buen cierre de sus ocho años de mandato, tiene que mantener la cabeza fría y esperar a que las aguas bajen. Cuenta para ello con la mente tranquila, casi zen, del canciller Jaime Bermúdez. Con Correa ya había suficiente lío diplomático y comercial antes del acuerdo de las bases. Y a Chávez lo hemos oído mandar los batallones a la frontera varias veces.

Lo clave es saber esperar y, mientras tanto, avanzar en el examen del acuerdo de las bases, que debe surtir sus trámites antes de quedar en firme, como corresponde a un país donde hay bastante más institucionalidad democrática que en el vecindario. Y, de paso, pedirles a los aspirantes presidenciales, tanto uribistas como antiuribistas, que no hagan populismo barato e incendiario con el tema de los vecinos.

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Mauricio Vargas


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