La teoría de las cuerdas o la dimensión equivocada
Escrito por Teódulo López Meléndez   
Sábado, 25 de Julio de 2009 14:07

altPrefiero tomar prestado un concepto de la física y no de la psiquiatría. Al fin y al cabo siempre me he interesado por la organización del universo y no por las enfermedades mentales del hombre. Sobre el hombre he reflexionado con pretensiones de filósofo aficionado, mientras que he utilizado la quántica en varios de mis textos literarios.
La teoría de las cuerdas asegura que el espacio que vivimos tiene muchas dimensiones, ya no las cuatro aceptadas (tres espaciales y el tiempo), sino muchas (tal vez 26), pero que estas dimensiones adicionales tienen tamaño subatómico. Esto es, estamos ante una teoría microscópica de la gravedad. De los “ladrillos” que conforman al mundo seis son quarks y tienen nombres curiosos: arriba, abajo, encanto, extraño, fondo y cima. Un militar enloquecido agregaría “flanco izquierdo”.

Los más elementales conceptos de geopolítica indican que Estados Unidos no tiene previsto, ni tendrá, invadir a Venezuela. En segundo lugar que para hacerlo no necesitaría las bases colombianas, dado su poderío militar, puesto que podría cumplir tal objetivo desde portaviones y portahelicópteros y con una fuerza aerotransportada. En tercer lugar, esta no sería una guerra larga donde necesitase bases de aprovisionamiento o espacios aéreos extranjeros para la circulación de suministros, caso Afganistán. En cuarto lugar, los tanques son innecesarios, dado que Estados Unidos jamás atacaría por tierra desde Colombia.

Nos movemos, entonces, en otra dimensión. El líder pertenece a una de las dimensiones microscópicas y cada día se parece más a un fotón en el quarks llamado “fondo”. El líder vive, pues,  en otra dimensión, en una no captable para los ojos humanos, excepción hecha de ese brillante general retirado que le aconseja someter a examen toda la política de defensa ante el inicio de los planes de invasión norteamericana. Lo he dicho, no quiero hablar de locura, de paranoia, de complejos de persecución. Prefiero hablar de una ruptura dimensional y me niego a usar expresiones como “Napoleoncito enloquecido”.

Este caballero Zelaya ya no es –si alguna vez lo fue- un presidente constitucional que busca regresar al poder para estar cinco meses más en él y cumplir así su período. Este Zelaya ya no es la defensa de un supuesto principio y un intento por demostrar que no se puede sacar a un Jefe de Estado antes de tiempo. No. Este Zelaya es ahora un agitador que pretende escudarse en el manto democrático y en la protección internacional para intentar la retoma del poder y eternizarse en él. Este Zelaya es otro fotón enloquecido en esta dimensión equivocada en que vive su mentor revolucionario. Este Zelaya es ya un peón subversivo, parte integrante de una dimensión fuera de la realidad objetiva. Y lo es ante los ojos de cancillerías estáticas que no comprenden que el ridículo hombre del sombrero ha dejado de pertenecer a la realidad visible para hundirse en la microrealidad ficcional de un jugador que pertenece a lo micro, a lo que no se puede ver, a una teoría de la cuerdas que cada vez aprieta más contra su cuerpo engordado de ficción.

Es cierto que el movimiento de las partículas afecta. Nadie puede negar el microcosmos. Nadie puede obviar las posibles nefastas consecuencias. Sólo que esto ha dejado de ser –lo que algunos aferraron como la única verdad- una defensa de vacunas preservatorias para pasar a ser un peligroso juego de subversión. En la política exterior norteamericana de Obama y Clinton uno encuentra cosas raras, como unas declaraciones de la última admitiendo como un hecho el poderío nuclear iraní y anunciando las vacunas posteriores: armar a la región hasta los dientes.

El emperador Adriano decidió en su momento que lo conveniente era que el imperio romano no se expandiese más sino que se dedicara a preservar las fronteras de lo establecido. A cambio sometió a sus legiones –para mantenerlas quietas- a entrenamientos agotadores. A Adriano le funcionó. Los Estados Unidos de Obama se empeñan en demostrar que el imperio terminó su época de injerencias y su propósito es sacar a su país de la trampa iraquí y tal vez una victoria –dudosa y larga- sobre los talibanes afganos, con la ayuda de los vendedores rusos de tanques. Dije –y sostengo- que todo el lío de Honduras se originó en las presiones norteamericanas para evitar que el congreso hondureño destituyese a Zelaya. ¿Quién es realmente este hombre, cuya familia corre a guarecerse bajo las faldas del embajador gringo en Tegucigalpa? A ratos provoca ensayar una teoría como la que desarrolló el excanciller mexicano Castañeda sobre la caída de Lage y Pérez Roque, sólo que este humilde escribidor no tiene fuentes privilegiadas. El comentario viene al caso por la defensa gringa de Zelaya. Qué una cancillería estricta no se de cuenta del cambio de presidente víctima a subversivo y peón es algo que no podemos plantearnos en serio, a menos que se trate de Europa donde los desatinos se originan en la fuente española, la que tiene una especie de patente de concesión cuando se trata de la América Hispana.

Es que los sucesos ocurren en otra dimensión, en una dimensión equivocada. Quizás haya un intercambio de fotones, como cuando un clavo y un imán se atraen. Quizás debamos abandonar la física para mostrarnos más amables y parodiar que “las cuerdas huelen mal en Dinamarca”. En Venezuela estamos inmersos en tal trastoque –con contagio subcontinental- que el olor de las cuerdas que se deslíen es ya de podrido. 



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