El ocaso de la OEA
Escrito por Ignacio De León   
Jueves, 16 de Julio de 2009 07:30

alt¿De quién es culpa que los radicales como Hugo Chávez, Daniel Ortega, Ahmanideyad, Evo Morales, Osama Bin Laden, tengan la influencia que tienen sobre sus seguidores?
En diplomacia, como en la táctica militar, los resultados no sólo dependen de la actividad de los audaces, sino también de la pasividad de los timoratos.  El silencio de los palestinos ante los desafueros de Hamas llena de coraje a los radicales en el mundo islámico, que ven la destrucción de Israel como un objetivo posible. La cautela de la mayoría los musulmanes en evitar condenar abierta y públicamente a un fulano como Osama Bin Laden, da fuerza moral a los Talibanes, ese movimiento teocrático de fanáticos medievales que lleva ocho años retando militarmente a la primera potencia mundial.


En el asunto de Honduras, países como Costa Rica, Brasil, Colombia, Uruguay, Chile y otros “moderados”, corrieron a rasgarse las vestiduras y calificar los hechos como un “golpe militar”, en lugar de respaldar una acción legítima y constitucional claramente dirigida a restituir las instituciones democráticas de ese país, seriamente amenazadas por el desaforado Presidente Zelaya. La amplitud de la condena hizo que el propio Estados Unidos optara por replegarse, dejando al Presidente tico Oscar Arias la mediación del asunto. Afortunadamente para la democracia hondureña, el tiempo juega a favor del gobierno en funciones, circunstancia esta que el Presidente Micheletti, político hábil, ha sabido aprovechar bien, enredando a Zelaya en una infinita “mesa de conciliación”.


Que quede claro entonces: los radicales del ALBA no han triunfado en Honduras, por la sencilla razón de que los hondureños han sacado un coraje sobrehumano para defenderse de la agresión internacional, avalada en la rendición moral de los Estados Unidos y los gobiernos latinoamericanos “tolerantes”.


La gran virtud de política internacional venezolana (¡qué ironía!) de comienzos de los años 60, conocida como la “Doctrina Betancourt” fue precisamente su intolerancia hacia cualquier otro gobierno que no fuera democrático. Esta fue la doctrina que dio sustento práctico a la OEA: consolidar la democracia en la región, objetivo que fue cumplido.  Se esperaba que la Carta Democrática Interamericana de 2001 iba a extender esta doctrina, al dar legitimidad solamente a gobiernos que, además de resultar elegidos en comicios, se comportaran democráticamente, respetando las minorías, el Estado de Derecho, la libertad de pensamiento y opinión y la separación de poderes (art. 3 de la Carta).  En lugar de ello, políticos sinuosos como Gaviria y ahora, Insulza, más pendientes en usar la OEA como plataforma para sus candidaturas presidenciales, que en cumplir sus funciones de Secretario General, la han hecho naufragar, animados por el silencio cobarde y calculador de los países tolerantes de la región. Posiblemente el asunto Honduras sea el inicio de un largo ocaso para la OEA. Al debilitarla con posiciones “tolerantes”, irónicamente salen fortalecidos los radicales de la región.

 




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