Rusia y la Organización de Naciones Unidas
Escrito por Jonathan Benavides | @J__Benavides   
Miércoles, 23 de Noviembre de 2022 00:00

altRusia sucedió en el puesto de la Unión Soviética, incluida su membresía permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU

después de la disolución de la Unión Soviética en 1991. Once de los doce miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) firmaron una declaración el 21 de Diciembre de 1991, acordando que “los Estados miembros de la Mancomunidad apoyan a Rusia para hacerse cargo de la membresía de la URSS en la ONU, incluida la membresía permanente en el Consejo de Seguridad”. Un día antes de la renuncia del presidente soviético Mikhail Gorbachov, el embajador Yuliy Vorontsov remitió al secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, una carta del presidente ruso, Boris Yeltsin, en la que decía: “La Federación de Rusia (RSFSR) continúa siendo miembro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en las Naciones Unidas, incluido el Consejo de Seguridad y todos los demás órganos y organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, con el apoyo de los países de la Comunidad de Estados Independientes. A este respecto, solicito que se utilice en las Naciones Unidas el nombre “Federación de Rusia” en lugar del nombre “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”. La Federación de Rusia mantiene la plena responsabilidad de todos los derechos y obligaciones de la URSS en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, incluidas las obligaciones financieras. Le solicito que considere esta carta como una confirmación de las credenciales para representar a la Federación de Rusia en los órganos de las Naciones Unidas para todas las personas que actualmente ostentan las credenciales de representantes de la URSS ante las Naciones Unidas”.
 


El Secretario General circuló la solicitud entre los miembros de la ONU. Como no hubo mayores objeciones, la Federación de Rusia ocupó el lugar de la URSS. El 31 de Enero de 1992, el presidente Yeltsin tomó personalmente el asiento de Rusia en la reunión del Consejo de Seguridad.
 


El papel y las políticas de Rusia en la ONU en la era posterior a la Guerra Fría es un tema bastante controvertido en la erudición actual. Un grupo de investigadores (Nicolai N. Petro, Alvin Z. Rubinstein, Vladimir F. Zaemsky, Yelena Belenkova, Alexander Kalyadin, Valerie Pacer) cree que Rusia se toma en serio el papel de la ONU en la política mundial, la considera la organización internacional más importante que ayuda a hacer del mundo un lugar mejor y más seguro, y considera a la ONU como una prioridad importante de la política exterior de Moscú.
 


Por otro lado, hay autores (Bobo Lo, Fraser Cameron, Ingmar Oldberg, Richard Gowan, Inna Shevchenko, Aglaya Snetkov y Marc Lanteigne) que opinan que el principio de la ONU del Kremlin no era un ideal abstracto al que Rusia tuviera un apego emocional o incluso intelectual particular, sino un instrumento para ser utilizado selectivamente para promover objetivos políticos específicos. En la década de 1990, este enfoque fue una respuesta lógica a la disminución de la importancia de Rusia en el mundo posterior a la Guerra Fría y, al mismo tiempo, una herramienta eficaz para restringir el poder de Estados Unidos en el mundo unipolar. Según esta escuela, actualmente, la línea de primacía de la ONU de Moscú tiene como objetivo determinar el estatus de gran potencia de Rusia, promover sus ambiciones globales y prevenir cualquier movimiento antirruso de sus oponentes políticos.
 
Este artículo tiene como objetivo examinar las siguientes preguntas de investigación:



– ¿Cómo se puede explicar el comportamiento organizativo de Rusia en la ONU?; ¿Rusia se guía principalmente por los intereses nacionales tal como los ve o por preocupaciones globales y regionales más amplias, o ambas?.
–

¿Qué papel ha jugado la ONU en la política exterior general de Rusia en relación con otras organizaciones regionales y globales?.


– ¿Cuál ha sido el historial de membresía de Rusia en la ONU deDSe el final de la Guerra Fría?; ¿Cómo ha evolucionado el papel de Rusia?; ¿Cuáles han sido algunos de los principales problemas, acuerdos y desacuerdos?.


– ¿Ha sido este un récord de éxito, fracaso o una bolsa mixta?; ¿Rusia ha aceptado las reglas tal como están o ha intentado cambiarlas o violarlas?.


– ¿Qué preguntas y temas futuros es probable que surjan en las relaciones de Rusia con la ONU, incluida la muy discutida reforma de esta organización?.
 



La ONU en el sistema de prioridades de la política exterior de Rusia


Para Moscú, la ONU sigue siendo la institución clave para regular las relaciones internacionales, lo que se puede rastrear en todos los documentos de política exterior de Rusia y en los tratados y declaraciones multilaterales y bilaterales. Desde el punto de vista de Rusia, la ONU sigue siendo un formato universal único para la interacción de los Estados del mundo. Esta organización tiene un potencial considerable para mantener la paz y la seguridad internacionales y ofrece a todos los Estados los mismos derechos para defender sus intereses nacionales. La ONU es la base de un orden mundial democrático que Rusia defiende públicamente.

Por ejemplo, la ONU se menciona muchas veces en el concepto de política exterior de Rusia de 2016. En particular, su primacía en las relaciones internacionales se destaca en las secciones sobre las prioridades de la política exterior de Moscú como la más importante (subcapítulos “Configuración de un orden mundial justo y sostenible” y “Supremacía del derecho internacional en las relaciones internacionales”). El documento enfatiza: “La ONU, que demostró su indispensabilidad y legitimidad internacional, seguirá siendo una pieza central de la regulación y coordinación de políticas mundiales del siglo XXI”.


Según el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov: “En primer lugar, la legitimidad de las Naciones Unidas es única. Es el único mecanismo de cooperación internacional que se basa en una base sólida de derecho internacional y cubre todas las esferas del quehacer humano sin excepción: político-militar, seguridad, resolución de conflictos, desarrollo de la cooperación económica y humanitaria y una función más importante: modernización del derecho internacional”.

En primer lugar, el Kremlin ve a la ONU como la columna vertebral del sistema de seguridad global. El Consejo de Seguridad de la ONU (así como algunos otros órganos especializados de la ONU) es una plataforma principal para la prevención, gestión y resolución de conflictos. Con raras excepciones (como algunos conflictos en el espacio postsoviético), Moscú insiste en la participación de la ONU en la diplomacia preventiva, la gestión de crisis, el establecimiento de la paz y la consolidación de la paz después del conflicto. Esto se explica por las capacidades únicas de la ONU, incluida su legitimidad y autoridad internacionales indiscutibles, así como por sus recursos organizativos y financieros.


Como parte de sus intentos de aumentar su papel a nivel internacional y como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia se presenta como un guardián de la seguridad internacional. Exige que se busque su opinión y se respete su posición en tiempos de crisis. Según el ministro Lavrov, el veto de la ONU es un instrumento importante para evitar los errores de la Liga de las Naciones, la precursora de la ONU, que sugiere “colapsó debido a la ignorancia de los intereses de los Estados más grandes”. En este sentido, Rusia ve su veto de la ONU como un privilegio especial que le otorga un papel importante a nivel internacional.

En lo que se refiere a los aspectos militares de la seguridad internacional, el Kremlin también valora el papel de la ONU en el desarrollo del control de armas y el proceso de desarme, y en el mantenimiento/supervisión de los regímenes pertinentes. En particular, Rusia está a favor de la cooperación internacional para fortalecer los regímenes de desarme y control de armas creados por la ONU, como el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968, la Convención sobre la Prohibición de las Armas Bacteriológicas (Biológicas) de 1971, la Convención sobre la Prohibición y la Utilización de Armas Químicas de 1993 y el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares de 1996.


Moscú también tiende a usar su asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU para contrarrestar los intentos de Estados Unidos de dominar la política mundial. DeDSe principios de la década de 1990, Rusia ha tratado de utilizar el Consejo para contener la “unipolaridad” de EE.UU. y las supuestas pretensiones de Washington al papel de árbitro supremo que pretendía suplantar a la ONU en esta área. El gran atractivo de la ONU para Rusia era que difundía poder y autoridad entre un mayor número de actores internacionales, o al menos daba la impresión de hacerlo. Hasta cierto punto, compensó la creciente brecha entre las dos antiguas superpotencias. Por lo tanto, era natural que Rusia insistiera en el papel continuo del Consejo de Seguridad de la ONU en la resolución de disputas internacionales, porque este foro era uno de los pocos en los que podía aspirar a una igualdad aproximada con los Estados Unidos, así como reclamar el estatus de gran potencia por “derecho” y precedente.

El Kremlin también se toma en serio el uso de la ONU como productor y garante de normas y reglas internacionales. De acuerdo con el concepto de política exterior rusa de 2016, la ONU debe mantener su papel de liderazgo en el desarrollo del derecho internacional mediante la codificación del derecho consuetudinario, la producción de nuevas normas, la eliminación de colisiones y la interpretación adecuada de normas y principios discutibles. El documento insiste en la necesidad de proteger el derecho internacional (en primer lugar, la Carta de la ONU) de cualquier revisión en beneficio o interés de ciertos Estados. Por ejemplo, Moscú se opone enérgicamente a los intentos de algunos países occidentales de interpretar el concepto de “responsabilidad de proteger” como un derecho a intervenir militarmente en los asuntos internos de los Estados “canallas” y/o expulsar a los regímenes “antidemocráticos” en todo el mundo.


Moscú cree que la ONU es indispensable para resolver algunos problemas globales de interés mutuo para toda la humanidad. Pueden variar deDSe el cambio climático y la degradación del medio ambiente hasta la hambruna mundial y los problemas demográficos. En varias ocasiones, el presidente Putin ha subrayado las ventajas de utilizar la ONU como base para forjar una coalición antiterrorista global para resolver este problema común. A pesar de la importancia de la ONU, el Kremlin cree que esta institución global no puede funcionar correctamente sin la ayuda y la coordinación con otras organizaciones internacionales: globales (Organización Mundial de Comercio, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), regionales (p.ej., la OSCE, la UE, el Consejo de Europa, CEI, ASEAN, Unión Africana, etc.) y subregionales (por ejemplo, el Consejo Ártico, el Consejo Euroártico de Barents, la Organización de Cooperación de Shanghái, etc.). Como señala acertadamente el ex ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Igor Ivanov: “Para que las Naciones Unidas sean más eficaces, necesitamos organizaciones de apoyo. La ONU no podrá hacer frente a los problemas de seguridad contemporáneos con sus propias fuerzas. Una red interrelacionada de instituciones regionales debería “dar un hombro” a la ONU en la creación de un nuevo régimen de seguridad. Sin embargo, estas instituciones deberían brindar apoyo a la ONU sin reemplazarla”. En general, Rusia no ve alternativa a la ONU, aunque Moscú reconoce el hecho de que esta organización necesita una reforma.


Las políticas de Rusia dentro de la ONU


Rusia intenta ser un actor responsable en la ONU. Es el undécimo mayor contribuyente al presupuesto de las Naciones Unidas con su participación en una escala aprobada de 2,438%. Su contribución financiera total en 2021, según información de la misión rusa ante la ONU, ascendió a unos 325 millones de dólares, incluidas contribuciones no solo al presupuesto ordinario, sino también a los presupuestos de las operaciones de mantenimiento de la paz, así como a los tribunales para la ex Yugoslavia y Ruanda.

Al ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia trata siempre de usar su derecho de veto. Ejerció su derecho de veto 13 veces entre 1992 y 2013. Para comparar, en el mismo período, Estados Unidos usó su veto 16 veces y China 8 veces, de las cuales 6 veces junto con Rusia. Rusia ha estado utilizando recientemente su derecho de veto con más frecuencia (cuatro veces en 2014-2015 y siete veces más entre 2016 y 2022), debido a las crecientes tensiones con Occidente. Los temas más conflictivos se relacionaron con los conflictos en la ex Yugoslavia, Medio Oriente (Irak, Libia y Siria) y Ucrania.


Moscú cree que el derecho de veto siempre ha sido crucial para salvaguardar la paz y la seguridad internacionales. Rusia considera que las recientes propuestas británicas, francesas, polacas y ucranianas sobre la modificación de este instrumento, destinadas a restringir el derecho de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo, son poco realistas y perjudiciales para la estabilidad del sistema de la ONU.



Desarrollo sostenible


Desde finales de la década de 1980, la URSS/Rusia ha contribuido al debate de la ONU sobre el desarrollo sostenible (DS). Esta discusión se remonta al informe Brundtland de la ONU de 1987, que define el DS como “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.


Al igual que sus homólogos extranjeros, los expertos rusos difieren en su interpretación del concepto DS. Una escuela, los “economistas”, siguiendo el enfoque del informe Brundtland, cree que DS es un patrón de uso de recursos que tiene como objetivo satisfacer las necesidades humanas mientras se preserva el medio ambiente para que estas necesidades puedan satisfacerse no solo en el presente, sino también para las generaciones futuras. Para esta escuela, DS es una economía en equilibrio con sistemas básicos de apoyo ecológico. Los “economistas” insisten en la necesidad de preservar su frágil equilibrio ecológico mientras exploran y desarrollan los recursos naturales de una región. Se oponen al crecimiento económico ilimitado y piden una experiencia ecológica obligatoria para todos los proyectos de desarrollo.

La escuela “verde”, ambientalista, enfatiza los aspectos ecológicos de DS. Los “verdes” creen que muchos ecosistemas del planeta son únicos y, al mismo tiempo, frágiles. Por ello, no puede sacrificarse en aras de un desarrollo económico exitoso basado en la explotación de los recursos naturales. Subrayan que Rusia debería evitar la llamada “maldición de los recursos” y mantener sus ecosistemas intactos. Advierten que si las actividades económicas en las regiones ambientalmente frágiles no se reducen a un mínimo razonable, las implicaciones ecológicas serán catastróficas no solo para la propia Rusia sino también para el mundo entero. Señalan, por ejemplo, que los bosques rusos (taiga) producen una cuarta parte del oxígeno del planeta y su sector ártico da forma no solo al clima regional sino también global.


El tercer enfoque, “antropológico”, se enfoca en los aspectos sociales del DS, subrayando la necesidad de subordinar sus componentes económicos y ecológicos a las necesidades del desarrollo humano. Por ello, sugiere concentrarse en las “dimensiones humanas” de la estrategia de la ONU: bienestar, eliminación de la desigualdad social, salud, educación, pueblos indígenas, procesos migratorios, etc.


Sin embargo, desde finales de la década de 2000, el llamado enfoque integrado de DS ha cobrado impulso tanto en las comunidades académicas rusas como en el resto del mundo. De acuerdo con este enfoque integrado, el DS se divide conceptualmente en tres partes constituyentes: ambiental, económica y social. La dimensión económica de la estrategia DS rusa tiene las siguientes prioridades: actividad económica sostenible; uso sostenible de los recursos naturales, incluidos los vivos; desarrollo de la infraestructura de transporte (incluido el transporte aéreo, marítimo y de superficie), las tecnologías de la información y las telecomunicaciones modernas.


La dimensión ambiental de la estrategia de DS de Rusia incluye el monitoreo y la evaluación del estado del medio ambiente; prevención y eliminación de la contaminación ambiental; conservación de la Biodiversidad; evaluación del impacto del cambio climático, a nivel mundial y regional, y prevención y eliminación de emergencias ecológicas, incluidas las relacionadas con el cambio climático. Finalmente, la dimensión social de la estrategia se centra en la salud de las personas; educación y patrimonio cultural; prosperidad y desarrollo de capacidades para niños y jóvenes y la mejora del bienestar y la erradicación de la pobreza.

Rusia ha apoyado y participado vigorosamente en el desarrollo de todas las iniciativas de DS relacionadas con la ONU, desde el Protocolo de Kioto (1997) y los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático hasta el Código Polar de la Organización Marítima Internacional (2014– 2015), y acuerdo de París sobre el cambio climático (2015).


Junto con otros miembros de la comunidad internacional, Rusia trabajó arduamente para organizar la Cumbre de Desarrollo Sostenible de la ONU celebrada el 25 de Septiembre de 2015. El acuerdo de los 193 países miembros de la Asamblea General de la ONU para aprobar el documento final titulado Transformando Nuestro Mundo: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es única ya que se aplica a todos los países. La ONU adoptó formalmente 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con 169 metas. Estos objetivos y metas son ambiciosos, indivisibles y están interrelacionados, y se centran en las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental.



Gestión de crisis, responsabilidad de proteger y mantenimiento de la paz


Rusia cree que, con todas sus deficiencias y contradicciones, el sistema de prevención y gestión de conflictos de la ONU, así como el mantenimiento de la paz, basado principalmente en los principios y mecanismos legales de la Carta de la ONU, es un mecanismo eficaz para garantizar la seguridad internacional y el orden mundial. En particular, Moscú insiste en que la ONU debe desempeñar un papel fundamental en la promoción de marcos normativos para abordar cuestiones de resolución de conflictos y mantenimiento de la paz.


Rusia desempeñó un papel activo en la discusión del concepto de Responsabilidad de Proteger (R2P), una de las iniciativas más controvertidas presentada en 2001 por la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía del Estado y luego respaldada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Cumbre Mundial de 2005. La R2P, a menudo descrita como una norma emergente, exige esencialmente que los Estados: 1) protejan a sus poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes de lesa humanidad; 2) alentar y ayudar a otros a cumplir con su responsabilidad; y 3) tomar medidas oportunas y decisivas cuando sea necesario y de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas para proteger a las poblaciones de estos delitos.


R2P se basa en la idea de que la soberanía del Estado no debe tomarse como un derecho, sino como una responsabilidad, entendiendo que la responsabilidad más básica “para la protección de su pueblo recae en el Estado mismo” (Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía del Estado). La R2P también ha sido descrita como una forma contemporánea de enmarcar la intervención humanitaria y un marco innovador para la protección de los seres humanos/comunidades del abuso del poder estatal y/o su falta de protección. Moscú, sin embargo, hizo algunas reservas sobre este punto diciendo que la R2P no debe interpretarse como un derecho de ciertos Estados a interferir en los asuntos internos de países con regímenes supuestamente antidemocráticos. Según el Kremlin el principio R2P no debe transformarse de “responsabilidad de proteger” a “derecho a castigar”.


El respaldo de la R2P en la Cumbre Mundial de 2005 refleja una aceptación cautelosa, aunque en esencia, de sus principios básicos: responsabilidad de prevenir, responsabilidad de reaccionar y responsabilidad de reconstruir. Si bien en última instancia sancionó el uso de intervenciones militares en el caso de graves abusos de los derechos humanos que alcancen su "umbral" designado, la R2P que surgió de la Cumbre Mundial puso más énfasis en la importancia de promover una cultura de prevención que las conceptualizaciones anteriores del principio.

El posterior debate de la Asamblea General sobre la R2P reveló aún más la preferencia de la comunidad internacional por los pilares 1 y 2 de la R2P, que exigen medidas preventivas y asistencia internacional. Moscú señala que aún no ha surgido un consenso claro sobre el tercer pilar, que se centra en una respuesta (militar) oportuna y decisiva, en gran parte debido a la preocupación por las implicaciones de la intervención humanitaria. En particular, un problema común planteado por Moscú y muchos otros gobiernos es la aplicación de R2P, que podría basarse en una selectividad injusta dentro del Consejo de Seguridad. El poder de veto en el Consejo es fundamental para estas preocupaciones porque garantiza que el Consejo de Seguridad esté siendo un “árbitro neutral”.


Moscú es sensible a cualquier crisis de seguridad internacional en la que se ignore su voz, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, y esto lleva a Rusia a volver a una posición mucho más vocal y obstinada, como se vio durante Kosovo (1998-1999), Irak (2003), Libia (2011) y Siria (2011–). Por lo tanto, sigue siendo muy sensible a los eventos o circunstancias en los que su posición como gran potencia se ve cuestionada o socavada por otros actores internacionales, al tiempo que acepta su papel y posición como mediador en disputas internacionales.


Desde la perspectiva rusa, las controversias en torno a la R2P surgen en gran medida como resultado de la forma en que se aplica en la práctica, en particular por parte de Occidente, más que por el principio en sí. Eventos como Kosovo, Afganistán, Irak, Libia y Siria se han convertido, para Rusia, en precedentes por los cuales las potencias occidentales han “instrumentalizado” el principio de la intervención humanitaria para promover sus propias agendas a nivel internacional. Rusia sigue desconfiando profundamente de cualquier propuesta que parezca alentar un cambio de régimen. Por ejemplo, el Kremlin se refiere al caso de Libia cuando Estados Unidos y la OTAN interpretaron la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el establecimiento de zonas de exclusión aérea de una manera que legitimaba el bombardeo primero de las tropas del gobierno central y luego el derrocamiento del régimen de Gaddafi.


En Naciones Unidas Rusia aboga por la diplomacia como vía para resolver las crisis civiles, como es el caso de los conflictos en Darfur (Sudán), Myanmar, Costa de Marfil, Libia y, más recientemente, en Siria. En este último caso, Rusia mantuvo su posición de que los sirios deberían decidir sobre su propio futuro en la mesa de negociación con todas las partes incluidas. En un intento por elevar su perfil internacional, Rusia se ha mostrado dispuesta a actuar como mediador y participar en la diplomacia itinerante entre las partes en conflicto, como en el caso de Libia y, posteriormente, Siria.


Cabe señalar que, a pesar de adoptar su papel público como mediador del régimen, Moscú también enfatizó que la mayoría de los esfuerzos de mediación deben ser realizados por la ONU o por actores regionales. Por ejemplo, en Siria, Rusia respaldó la iniciativa de la Liga Árabe, que estaba mejor alineada con su versión de cómo deberían resolverse tales crisis humanitarias. A este respecto, Rusia parecía haber llegado a aceptar la importancia del papel que los actores regionales pueden y deben desempeñar en tales crisis, tal como se prevé en la Convención R2P de 2005.



En cuanto a la contribución rusa a las operaciones de mantenimiento de la paz, para 2020 Moscú se encontraba entre los diez primeros (octavo lugar con 3,15%). La contribución de Rusia es bastante modesta en comparación con las cantidades asignadas por Estados Unidos (primer lugar, 28,38%) y Japón (segundo lugar, 10,83%). Sin embargo, si se compara la contribución con el tamaño del PIB, el historial de Rusia es bastante bueno, especialmente si se compara su contribución con la de otro país comparable a los Estados Unidos en términos de PIB calculado de acuerdo con la paridad del poder adquisitivo (PPA), por ejemplo China (6,64%). En 2019, Rusia contaba con 66 militares (46 observadores y 20 policías) en el marco de las 16 misiones de mantenimiento de la paz actuales de la ONU (frente a 110 en 2014).


Moscú subraya que con el mundo enfrentando nuevos desafíos, el mantenimiento de la paz de la ONU debe evolucionar y ser flexible. Los diplomáticos rusos en la ONU plantean las siguientes preguntas: ¿Cómo se establecen las misiones de mantenimiento de la paz?; ¿Quién los financia?; ¿Cómo están compuestos?; ¿Las instituciones regionales contribuyen a ellos?; ¿Cuál es el papel de Rusia en el mantenimiento de la paz actual?; ¿Cuál es el futuro del mantenimiento de la paz en general?.



Reforma de la ONU
 


La ONU suele ser criticada por su incapacidad para adaptarse rápidamente al cambio y llevar a cabo reformas pertinentes y oportunas. Los defensores de la reforma de la ONU creen que esta organización fue diseñada para las realidades de la posguerra y la Guerra Fría y que su estructura, procedimientos y forma de funcionamiento no corresponden a las necesidades actuales.


En primer lugar, tales críticas se dirigen al Consejo de Seguridad de la ONU. Las propuestas reformistas relativas al Consejo se reducen a cinco grupos:


• Categorías de miembros del Consejo (número de miembros permanentes y no permanentes; introducción de una tercera categoría de miembros; posibilidad de reelección inmediata para algunos miembros no permanentes, etc.).


• Derecho de veto (opción de statu quo, es decir, mantener el poder de veto solo para los cinco principales; proporcionar a otros miembros del Consejo el derecho de veto; abolición del derecho de veto; introducción de limitaciones para el uso del poder de veto en algunas circunstancias, tales como, por ejemplo, los casos de genocidio, crímenes de lesa humanidad, violaciones masivas de derechos humanos, etc.


• Distribución “justa” de los escaños del Consejo entre las diferentes regiones.
• La transparencia y rendición de cuentas del Consejo.
• Sus relaciones con la Asamblea General, incluyendo el derecho de la Asamblea a la toma de decisiones en caso de incapacidad del Consejo para actuar en situaciones críticas.
 
La posición oficial de Rusia sobre la reforma del Consejo de Seguridad es bastante general y carece de detalles específicos.
 


Los esfuerzos para reformar la ONU y adaptarla a las realidades actuales deben estar dirigidos a salvaguardar su naturaleza intergubernamental y cumplir plenamente con el principio de la carta de división del trabajo entre sus órganos principales. El propósito de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU es lograr una representación más amplia sin menoscabar la eficacia y eficiencia de su trabajo, y los procesos oportunos de toma de decisiones. Es necesario seguir buscando un modelo de reforma de compromiso que goce del más amplio apoyo dentro de la ONU.

Por otro lado, se sabe que la posición de Moscú sobre la reforma del Consejo no siempre fue la misma y ha evolucionado con el tiempo. En las décadas de 1990 y 2000, cuando el enfoque neoliberal prevalecía en el pensamiento de Moscú sobre la ONU, algunos expertos rusos apoyaron la membresía permanente del Consejo para el “grupo de los cuatro” (Brasil, Alemania, India y Japón) o incluso para cinco países (Alemania, Japón y un Estado de cada continente: África, Asia y América). Sin embargo, con el aumento de las tensiones entre Rusia y Occidente, el Kremlin señaló que favorece los asientos permanentes solo para sus dos socios BRICS, Brasil e India, y, nuevamente, sobre la base del consenso.
 
El Kremlin también cree que el derecho de veto no debe modificarse y que solo los miembros permanentes (existentes y potenciales) deben tenerlo. Como subrayó Yuliy Vorontsov, ex representante de Rusia en la ONU, la extensión de la membresía del Consejo junto con la abolición o el debilitamiento del derecho de veto podría convertir al Consejo en un “club de discusión” en lugar de un órgano de toma de decisiones. De manera similar, el ministro Lavrov (que también se desempeñó como representante de Rusia en la ONU de 1994 a 2004) se opuso a una reforma del sistema de veto porque podría hacer que el Consejo fuera aún menos eficiente que ahora.


Moscú apoyó dos resoluciones de la ONU que dificultaron cualquier reforma apresurada del Consejo de Seguridad. En 1998, la Asamblea General aprobó la resolución 53/30 que requería una mayoría de 2/3 para cualquier decisión relacionada con la reforma de la ONU. En 2008, se adoptó otra resolución (62/557) para introducir un “principio de paquete” para la reforma de la ONU: los cinco “grupos” deben ser aprobados por la Asamblea General a la vez. Los defensores de la reforma de la ONU criticaron duramente estas resoluciones, tratando de argumentar que hacían prácticamente imposible cualquier cambio en la composición y los procedimientos del Consejo de Seguridad.



Al mismo tiempo, la posición de Rusia sobre otros aspectos de la reforma de la ONU es mucho más flexible. Por ejemplo, en Septiembre de 2015 Moscú apoyó una reforma parcial del procedimiento de elección del Secretario General. En particular, se abandonó el principio de rotación geográfica de los Secretarios; se dio la bienvenida a la nominación de múltiples candidatos; se introdujo la discusión pública de las plataformas políticas de los candidatos; se fomentaron los debates (incluidos los televisados) entre los candidatos, etc. Como resultado de estas innovaciones, el ex primer ministro de Portugal y Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres, fue elegido como nuevo Secretario General en 2016.
 
La misión rusa de la ONU también participó activamente en la reforma de la Asamblea General. En 1993, se cambió el sistema inicial de comités de la Asamblea General y se estableció la estructura actual de seis comités. También se cambiaron los procedimientos de la Asamblea General: se decidió que, además de la sesión de otoño de tres meses, se pueden convocar sesiones ocasionales de primavera y verano, si es necesario.


Moscú apoyó el establecimiento de nuevos órganos de la ONU para modernizar su estructura institucional. Por ejemplo, el Kremlin ayudó a crear un comité antiterrorista de la ONU en 2001. En 2006, Rusia ayudó a transformar la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en un Consejo de Derechos Humanos con un estatus más alto y poderes más amplios.
 
Junto con sus socios BRICS (Brasil, China, India y Sudáfrica), Rusia apoya la idea de una reforma sustancial de los órganos económicos y financieros de la ONU, como el Consejo Económico y Social, el grupo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Junto con otros países emergentes y en desarrollo, Rusia cree que estas instituciones de la ONU ya no reflejan una “correlación de fuerzas” en los sistemas económicos y financieros mundiales que intentan asegurar el dominio de las potencias occidentales en esta esfera. Bajo la presión de Rusia y China, en 2009 se creó un panel de expertos sobre la reforma del sistema monetario-financiero mundial. Sin embargo, cuando este panel recomendó establecer un Consejo Global de Coordinación Económica bajo los auspicios de la ONU, los países desarrollados calladamente suspendieron esta iniciativa. No sorprende que los países BRICS, decepcionados por la falta de progreso en esta área, prefirieran establecer sus propias instituciones financieras alternativas al sistema de Bretton-Woods.
 
En resumen, Moscú favorece la reforma de la ONU pero de forma gradual y consensuada. El objetivo de la reforma es adaptar la ONU a las realidades geoeconómicas y geopolíticas actuales pero, por otro lado, no dañar su eficacia como instituto de gobernanza global.

 

Conclusiones
 


En términos generales, las políticas rusas de la ONU representan una combinación, a veces bastante ecléctica, de los enfoques pragmático e ideológico. Por un lado, Moscú se guía por motivos más bien prácticos/materiales, y ve a la ONU como un instrumento eficaz para proteger y promover sus intereses nacionales, tanto a nivel regional como global. En particular, Rusia intenta utilizar la ONU para la prevención, gestión y resolución de conflictos en su proximidad geopolítica cercana. La ONU (y especialmente su asiento en el Consejo de Seguridad) también es importante para el Kremlin en términos de determinar el estatus de gran potencia de Rusia y ganar autoridad y prestigio internacional. Además, Rusia considera que la ONU es una herramienta bastante útil para contener las aspiraciones hegemónicas de Estados Unidos y otras naciones desarrolladas y dar forma a un orden mundial más “equitativo”.


Por otro lado, la ONU es percibida por Moscú en términos de civilización. Se considera un instrumento adecuado para abordar los problemas mundiales a los que se enfrenta actualmente la humanidad, así como los que se avecinan. El Kremlin pretende presentarse como un actor internacional responsable que trata de contribuir a hacer de la ONU un instituto de gobernanza global eficiente. Rusia cree que la ONU debe desempeñar un papel crucial en la solución de problemas globales, como el desarrollo sostenible (incluido el logro de los ODS), la prevención y resolución de conflictos, la consolidación de la paz después de los conflictos, el control de armas y el desarme, la mitigación del cambio climático, la lucha contra el crimen global y el terrorismo internacional, y así sucesivamente.

Moscú tiene como objetivo armonizar las actividades de la ONU con otras instituciones globales, regionales y subregionales para generar un efecto sinérgico en la solución de diferentes problemas internacionales. Sin embargo, si fracasan los esfuerzos de Rusia por establecer una división del trabajo entre la ONU y otras organizaciones internacionales en áreas específicas, Moscú no duda en hacer una elección pragmática entre ellas. Por ejemplo, cuando la OTAN intervino militarmente en los conflictos de los Balcanes en la década de 1990, el Kremlin utilizó a la ONU para prevenir estas intervenciones y luego para neutralizar al máximo sus implicaciones negativas. Por el contrario, Rusia ha bloqueado efectivamente cualquier intento de la ONU de interferir en el conflicto armado Georgia-Rusia de 2008 y la crisis de Ucrania desde 2014, prefiriendo manejar estos conflictos en los formatos de la OSCE, la CEI, el “Grupo Normandía” y la vía bilateral.


El historial de Rusia como miembro de la ONU desde el final de la Guerra Fría ha sido bastante positivo para el Kremlin. Moscú ha tratado de usar su derecho de veto de manera responsable, haciéndolo con menos frecuencia que, por ejemplo, Estados Unidos. Sin embargo, con el inicio de la crisis de Ucrania, aumentó la confrontación de Rusia con los países occidentales en el Consejo de Seguridad de la ONU, incluido su ejercicio de veto. La llamada “primavera árabe” y la crisis de Ucrania fueron los temas más conflictivos en el Consejo.
 
Rusia también es un “buen ciudadano de la ONU” en el sentido de que contribuye al presupuesto de la organización de forma regular y en un nivel suficiente. Moscú también ha contribuido significativamente a las discusiones de la ONU sobre todos los temas principales, desde la estrategia de desarrollo sostenible y R2P hasta la resolución de conflictos y la lucha contra el terrorismo internacional y el crimen transnacional. Participa activamente en los debates en curso sobre la reforma de la ONU, incluido el Consejo de Seguridad. La posición de Moscú sobre este tema ha evolucionado desde principios de la década de 1990, pasando desde una posición bastante favorable/liberal a una cautelosa/conservadora. El Kremlin teme cambios demasiado radicales en el sistema de la ONU porque podría debilitar o hacer menos eficiente esta organización y socavar la posición global de Rusia. Moscú quiere asegurarse que las reformas sugeridas harán que esta institución sea más fuerte y adecuada para el mundo globalizado, y no al revés. Es por eso que Rusia sugiere un enfoque equilibrado para la implementación de reformas basado en el consenso y el gradualismo. Al mismo tiempo, Moscú entiende que para enfrentar de manera efectiva los desafíos de la globalización, la ONU debe transformarse de una organización puramente intergubernamental en un organismo transnacional capaz de funcionar como una institución de gobernanza global.
 


 


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