El Papa y Venezuela
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Domingo, 30 de Abril de 2017 10:41

altSuelto de cuerpo, sin la parafernalia multitudinaria de la Plaza San Pedro, en la intimidad de un vuelo privado y un cortejo de periodistas invitados,

Jorge Alejandro Bergoglio se dignó otorgarle algunos minutos a Venezuela. Sus declaraciones son, por decir lo menos, de una impiedad indignas de su cargo y más propias de un político argentino claramente sesgado a favor de la dictadura y sus fuerzas de choque. Dos consideraciones le parecieron destacables, a juzgar por la información de las agencias de noticias internacionales que lo reportan: que de haber un diálogo, las condiciones debían ser claras. Cabe preguntarle, ¿no lo fueron cuando se prestó a ellos? ¿No lo supuso, en conocimiento de los reiterados engaños sufridos por la oposición que se prestara a ellos antes de recurrir, en un último esfuerzo, a una mediación seria, piadosa y justa, y frente a cuyo fracaso hoy se lava las manos, dejando colar sibilinamente la segunda consideranción que podría concurrir a explicar desde su muy peculiar perspectiva la tragedia que sufrimos los venezolanos, a saber que la oposición está desunida? ¿Quiénes son los culpables de que esos diálogos no hayan sido “claros”? ¿El régimen dictatorial o la oposición dividida? 

El tenor de sus breves declaraciones contrasta brutalmente con la altura, con la dignidad y la grandeza de las autoridades eclesiásticas venezolanas, atacadas con vileza por el régimen a través del hamponato de los llamados colectivos al servicio y por orden de la dictadura. El atentado que sufriera el cardenal Urosa en plena misa de Viernes Santo en Caracas y el que sufriera el cardenal Baltasar Porras en Mérida, no le merecieron el menor comentario. Los veintiséis jóvenes cristianos asesinados por orden de Nicolás Maduro en estos días de inmensas, pacíficas aunque aguerridas movilizaciones, tampoco. Los miles de heridos y encarcelados en el curso de un mes ininterrumpido de millonarias manifestaciones convocadas por la Mesa de Unidad Democrática, que han conmovido a la opinión pública ocupando las portadas de todos los periódicos impresos, radiales y televisivos del mundo, muchísimo menos.

Nada de eso. Al padre de la cristiandad, como si no fuera más que un politiquero de una barriada bonaerense afecto solapada y cínicamente a la dictadura venezolana, le parece infinitamente más importante destacar la supuesta desunión de la dirigencia opositora, capaz, sin embargo, de movilizar la mayor fuerza activa de la historia en América Latina. Y motivar a su grey hasta el martirologio. ¿Desunión? ¿Qué otra cosa esperar de una oposición estrictamente civil y democrática que diversidad de opiniones? ¿Qué esperar de una tiranía sino la absoluta unanimidad del terror de Estado?

Los asesinatos a mansalva de decenas de jóvenes con tiros de gracia a la cabeza o bombazos de lacrimógenas disparadas a bocajarro o lanzadas desde un helicóptero por los efectivos blindados de la Guardia Nacional, repito, de muchachos incluso adolescentes, cristianos e idealistas, que continúan dando sus vidas reclamando por Libertad y Justicia para su pueblo, dos valores irrenunciables de nuestra tradición cristiano occidental: esta trágica, dolorosa y espantosa situación que ha puesto a nuestro país en el primer plano de la atención y preocupación mundiales, parecen resbalarle por su papal conciencia.

A Jorge Alejandro Bergoglio, el jesuita bonaerense que ocupa el solio de San Pedro, no parece conmoverlo el sufrimiento de la cristiana feligresía venezolana. Su miseria inducida por un régimen ateo e inhumano, que considera que el cristianismo que él representa en la tierra como el máximo y directo vicario de Jesucristo, el Nazareno que fuera cubierto con excrementos por fuerzas de choque por órdenes del gobierno de Nicolás Maduro, durante el referido asalto en la basílica de Santa Teresa en Caracas el último Viernes Santo, es el opio del pueblo. Y merece ser extirpada del alma venezolana a sangre y fuego. Como en Cuba o en Corea del Norte. ¿No lo sabe?

Y cuya insólita justificación al ominoso fracaso de su mediación en los tibios y cobardes intentos de diálogo - como si no supiera por la cruenta y terrible historia del totalitarismo soviético del siglo XX que con los comunistas que han asaltado el Poder y se han entronizado con pretensiones de eternidad todo diálogo es tiempo perdido - suelta esta perla de su inteligencia política: la oposición está dividida. Punto. 

No es ni será este papa llamado Francisco un aliado de nuestra ultrajada, humillada y ofendida cristiandad en su lucha por hacer florecer en Venezuela la palabra de Dios. Para nuestro inmenso infortunio, el dolor de nuestro pueblo no es su dolor. Tampoco el que sufre nuestra Iglesia. Dios sepa cual es el suyo. Que no quisiera suponer por no ofender minorías marginadas. Que para eso pareciera haber sido electo.

Tiempos difíciles, tiempos trágicos para un pueblo que necesita y merece compasión. No parece recibirla del Vaticano.



Lee aquí la transcripción de la rueda de prensa del 29.4.2017


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