Caer en la cuenta
Escrito por Gonzalo López Menéndez   
Domingo, 01 de Enero de 2017 02:38

altHace 75 años Fernanda Pozo Carreño pisó por primera vez las clases de una universidad. Ahora, a sus 94 años se ha graduado en Química

por la Universidad de Murcia. Ella lo achaca a sus ganas de aprender en lo que fueron “algunos de los mejores años de su vida”. Abandonó a falta de una asignatura para terminar la carrera y se reencontró con la facultad hace apenas unos meses gracias a la ilusión de su nieta.

El tiempo sólo existe en nuestra cabeza, nunca es demasiado tarde ni demasiado pronto para aprender. En la infancia nos preguntan qué queremos ser en la vida. La mayoría quieren ser astronautas, bomberos, médicos, o profesores. Soñamos con las aventuras, amores y anhelos que nos depara la vida. Años después asumimos que nada o casi nada es como lo imaginamos. Para Fernanda la edad no era un impedimento, sino una carga de ilusión almacenada durante años. “Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre” afirmaba Mahatma Gandhi.

Ver televisión, hablar por teléfono y escuchar a nuestros hijos, todo al mismo tiempo. Vivimos como ausentes del presente, se nos olvida vivir. Un día cualquiera en una ciudad cualquiera, miles de personas corren. Muchas aun sin saber hacia dónde se dirigen. Contemporáneos de las prisas, conviven con el estrés y la ansiedad. Son su forma de vida y no disfrutan del día a día. La realidad es que el presente no se multiplica por más cosas que tratemos de hacer a un mismo tiempo.

A veces detener las manijas del reloj podría ser lo más sensato, una tregua para nosotros mismos, una huelga al tiempo. Para disfrutar cada paseo, cada canción, cada brisa y cada risa sin un ruido, un móvil, nada que nos distraiga. Corremos detrás de una zanahoria y podemos pasar la vida a la espera de “algo mejor” para descubrir que ya lo teníamos y fuimos incapaces de reconocerlo. Robert Louis Stevenson resumía “tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir”. No existe un modo de vida digno basado en prisas, estrés o ansiedad.

Necesitamos atención y conciencia plena para vivir el presente, principios básicos de la meditación y el mindfulness. Para combatir el estrés y hacer del tiempo un aliado y no un enemigo. Porque a veces nuestro cuerpo está, pero nuestra mente anda perdida. Quizá sentirse realizado no dependa tanto de nuestros logros en la vida como de las propias vivencias, del día a día, de la hermosura y la riqueza al reparar en las pequeñas cosas. De ser uno mismo en su entorno y con nuestras relaciones.

Vivir anclados al pasado hace que idealicemos lo ya vivido y banalicemos el presente.  Parece como si siempre quisiéramos más, cuando la felicidad no depende tanto de una cantidad como de la calidad. Un estudio en la Universidad de British Columbia (Canadá) reveló que las personas que valoran el tiempo sobre el dinero son más felices. ¿Qué sentido tendría la vida sin la felicidad? Y esta quizás consista en hacer sencillamente lo que tenemos que hacer. Sin confundir lo urgente con lo importante.

Dejamos pasar la vida sin disfrutar los pequeños detalles. Incapaces de escuchar, de acoger sin esperar nada a cambio, por el placer de compartir y de vivir cada momento y cada día como si fueran únicos; de ahí la necesidad de caer en la cuenta, de saborear la propia existencia. Al mirarnos, cualquiera diría que no hay vida antes de la muerte o que es un castigo, en lugar de un regalo. Mezclamos recuerdos del pasado y sueños del futuro. Y nos olvidamos de vivir.

En ocasiones sentimos nostalgia de lo que no fue e imaginamos que pudo haber sido. Tal vez en otra vida habríamos actuado de otra forma, pero las decisiones que tomamos forman parte de nosotros mismos. Puede que no tuviésemos que reescribir nuestra historia. Aquellos niños a los que preguntaron qué querían ser en la vida, entendieron a qué querían dedicarla, no a cómo querían vivirla y quizás por eso su vida no es como la imaginaron.

“Cuando llegué al colegio me preguntaron que quería ser de mayor. Yo escribí ‘feliz’. Me dijeron que no entendía la pregunta, yo les dije que no entendían la vida”, contaba John Lennon. Aquellos que se plantearon cómo querían que fuese su vida, se preocuparon por cómo invertir su tiempo más que su dinero y a alguno le sirvió para volver a la universidad a los 94.

Periodista | Twitter: @GonzaloSt167

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