Trump y la camisa de fuerza
Escrito por Emilio Nouel V. | @ENouelV   
Viernes, 11 de Noviembre de 2016 00:00

alt¿Qué podemos esperar los mortales de este planeta del gobierno de este impresentable personaje?

 

 “Un loco a cargo del manicomio”

JOHN CARLIN

El triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones norteamericanas no ha dejado a nadie indiferente.

Los que andaban ya preocupados por la posibilidad de que ello ocurriera, consumada la victoria electoral, ahora son presa de la incertidumbre, cuando no, de la conmoción.

Y no es para menos. La particular retórica del Trump candidato, su estilo y los contenidos emitidos durante su campaña presidencial, anunciaban, de ganar, una tormenta de múltiples dimensiones.

Su discurso populista, que como tal, se alimenta y explota los problemas reales de la gente, de sus rabias, resentimientos y angustias, para los cuales tiene soluciones tan simples como falsas, fue calando en una ciudadanía que ha visto mermar su calidad de vida, sobre todo, a partir de la crisis financiera desencadenada en 2008.

Echando mano de algunas verdades, de muchas medias verdades y sobre todo, de grandes mentiras, logró que un electorado mayoritario le comprara la oferta engañosa. Señalando supuestos culpables y causas (mexicanos, musulmanes, establishment de Washington, las élites)  alcanzó montar un catálogo de chivos expiatorios, que, bien visto, no resiste un análisis serio. Y como ocurre siempre en estos casos, abrió una honda brecha entre los ciudadanos de su país.

¿Qué podemos esperar los mortales de este planeta del gobierno de este impresentable personaje?

Lo primero que debe decirse, es que si bien estará al frente de la potencia más grande, cuyo ámbito de acción abarca el globo terráqueo, de allí su significación para todos, afortunadamente, ése país dispone de una “camisa de fuerza” democrática conformada por instituciones políticas y sociales consolidadas después de más de 200 años que controlarán cualquier desaguisado eventual que pretendiera perpetrar Trump.

Incluso, líderes de su mismo partido podrían servir de freno en el parlamento a un disparate político, económico o militar.

De modo que en tal sentido espero que él no lo tenga fácil, para bien de su país y el mundo.

Por su parte, los europeos están preocupados y con razón. Hay nervios en los mercados globales, a pesar de las palabras tranquilizantes de Trump al día siguiente de las elecciones. No sólo el tema comercial y/o económico (TTIP o TAFTA, y otros asuntos) es motivo de consternación. El de seguridad (OTAN) también, vistas las carantoñas entre Putin y el magnate, ahora presidente electo. No olvidemos que en Europa ha prendido también el populismo en sus dos versiones: izquierda y derecha, y este triunfo de Trump, con seguridad, los estimulará para seguir en su deriva anticomunitaria absurda. Solo una Europa unida está en capacidad de actuar como contrapeso a un Trump insensato.

Para América Latina, este nuevo gobierno norteamericano plantea desafíos no desdeñables, en especial, si se produce un cierto grado de ensimismamiento de parte de aquel, que conlleve una mengua acentuada en las necesarias relaciones de cooperación e integración hemisféricas, ya de por si descuidadas en los últimos años, a pesar de los intentos recientes de reactivarlas. Además de los gobiernos, un papel importante deberá jugar la sociedad civil hemisférica, en todas sus manifestaciones. A esta tocará hacer las presiones para que las distintas aspiraciones e intereses económicos y sociales tengan concreción en un marco de relaciones internacionales que apunten a la prosperidad y el bienestar compartido.  

Particularmente, a los mexicanos les corresponderá enfrentar un reto particular,  habida cuenta de que el tema de la migración, piedra angular del discurso demagógico y falaz de Trump, los toca muy directamente. Lo comercial estará, igualmente, en el centro de esta relación bilateral en el marco del TLCAN, en caso de que el tratado sea denunciado o modificado.

EEUU no podrá sustraerse de los problemas pendientes de la paz, la seguridad colectiva y la estabilidad política en el continente, por más que Trump quiera aislarse. Quizás esta materia, de alguna manera encaminada en años recientes, sea un issue de difícil abordaje con el nuevo gobierno estadounidense. Cuba, Colombia y Venezuela están allí.

¿Qué tipo de relaciones mantendrá el gobierno chavista con Trump? ¿Serán más tensas?  ¿Seguirá Trump los lineamientos y gestiones actuales del Departamento de Estado respecto de nuestro país?

Quizás, por ahora, sea prematuro aventurar conjeturas en este asunto, lo cual nos deja aún más en el terreno de lo incierto y nebuloso, aunque lo más probable es que se mantengan las mismas políticas de Estado.

¿Tendrá razón el periodista John Carlin cuando dice que los norteamericanos han puesto a un loco al frente de un manicomio?

 ¿Estamos en los umbrales de  una historia de horror norteamericana, como afirman algunos?

 

 

 


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